Entre las reglas del juego no escritas de la cosa política española existe la de otorgar un plazo de cien días de cortesía al nuevo gobierno antes de emitir crítica alguna sobre su comportamiento.
Una gracia de la que el futuro presidente del gobierno español no podrá disfrutar, a tenor de los méritos atesorados durante sus 8 años de oposición y su manifiesta dimisión en la prestación de cualquier apoyo al gobierno de España para aportar soluciones a la crisis. Y por supuesto, teniendo en cuenta que pese a su petición de árnica, los acontecimientos ni esperan, ni se detienen a contemplar unciones, coronaciones o tomas de posesión.
Sin olvidar, tampoco, sus previsibles medidas (incremento del IVA y otros impuestos, desmantelamiento de lo que queda del Estado del bienestar, abaratamiento del despido, privatización de servicios y organismos públicos, etc); sus primeros pasos tras ganar las elecciones (reunión con los banqueros, rechazo a hablar con un partido democrático, legal y con representación parlamentaria, guste o no, como es Amaiur..) y su intervención en Marsella firmando un cheque en blanco al renacido eje franco-alemán; renunciando a una parte magra de nuestra soberanía al supeditar su futura gestión a las imposiciones del ente Merkozy (lo que Daniel Conh-Bendit, el líder del Mayo del 68 francés, califica de golpe de Estado de dos) y donde se ha anotado su primer fracaso internacional, incluso antes de ser presidente, al ser rechazada su petición de veto para España al fondo de rescate europeo. Así que de acuerdo con el ideario y la terminología aznarianos bien podríamos decir que hemos cambiado nuestro estatus en la Unión Europea, pasando de “pedigüeños” a siervos, en el año I de la nueva "era mariana”.
Sin duda, el mejor resumen lo hacía involuntariamente el diario ABC al destacar, el viernes, 9 de diciembre, en un pie de foto que Rajoy se sentaba junto a los que toman las decisiones en Europa (en la imagen se contemplaba a Rajoy sentado tras Merkel y Sarkozy). Obviamente le faltaba añadir al diario conservador que sentarse junto a los que toman las decisiones, no implica participar en esa toma de decisiones.
De modo que desalojado Zapatero del poder, a expensas del simbólico traspaso de poderes y la toma de posesión del nuevo presidente, y dado el currículum de éste y lo previsible de su comportamiento y futuras actuaciones no es de extrañar que comience a sonar el runrún en algunos mentideros de la Villa y Corte de que la derecha de la derecha le ha colgado, ¡antes siquiera de ser nombrado presidente!, el cartel de prescindible y le ha otorgado, para la posteridad, el título de Mariano El Breve.
Una gracia de la que el futuro presidente del gobierno español no podrá disfrutar, a tenor de los méritos atesorados durante sus 8 años de oposición y su manifiesta dimisión en la prestación de cualquier apoyo al gobierno de España para aportar soluciones a la crisis. Y por supuesto, teniendo en cuenta que pese a su petición de árnica, los acontecimientos ni esperan, ni se detienen a contemplar unciones, coronaciones o tomas de posesión.
Sin olvidar, tampoco, sus previsibles medidas (incremento del IVA y otros impuestos, desmantelamiento de lo que queda del Estado del bienestar, abaratamiento del despido, privatización de servicios y organismos públicos, etc); sus primeros pasos tras ganar las elecciones (reunión con los banqueros, rechazo a hablar con un partido democrático, legal y con representación parlamentaria, guste o no, como es Amaiur..) y su intervención en Marsella firmando un cheque en blanco al renacido eje franco-alemán; renunciando a una parte magra de nuestra soberanía al supeditar su futura gestión a las imposiciones del ente Merkozy (lo que Daniel Conh-Bendit, el líder del Mayo del 68 francés, califica de golpe de Estado de dos) y donde se ha anotado su primer fracaso internacional, incluso antes de ser presidente, al ser rechazada su petición de veto para España al fondo de rescate europeo. Así que de acuerdo con el ideario y la terminología aznarianos bien podríamos decir que hemos cambiado nuestro estatus en la Unión Europea, pasando de “pedigüeños” a siervos, en el año I de la nueva "era mariana”.
Sin duda, el mejor resumen lo hacía involuntariamente el diario ABC al destacar, el viernes, 9 de diciembre, en un pie de foto que Rajoy se sentaba junto a los que toman las decisiones en Europa (en la imagen se contemplaba a Rajoy sentado tras Merkel y Sarkozy). Obviamente le faltaba añadir al diario conservador que sentarse junto a los que toman las decisiones, no implica participar en esa toma de decisiones.
De modo que desalojado Zapatero del poder, a expensas del simbólico traspaso de poderes y la toma de posesión del nuevo presidente, y dado el currículum de éste y lo previsible de su comportamiento y futuras actuaciones no es de extrañar que comience a sonar el runrún en algunos mentideros de la Villa y Corte de que la derecha de la derecha le ha colgado, ¡antes siquiera de ser nombrado presidente!, el cartel de prescindible y le ha otorgado, para la posteridad, el título de Mariano El Breve.
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