La acidez estomacal se mitigaba antes con el bicarbonato y ahora con el Almax. Pero la acidez mental, que no debe ser confundida con la agudeza o el talento, tiene más complejo tratamiento.
Es corrosiva, una mala baba, una hiel del cerebro que afecta tanto al que la hospeda como a los que se hallan en su entorno. No es difícil de detectar, pero en ocasiones quien la porta tiene la suficiente habilidad para ocultarla o disimularla. De modo que no aflora salvo en contadas ocasiones, aunque eso no impide que mantenga su actividad de corrosión interna y que cuando se manifiesta lo haga de forma superlativa, con absoluta virulencia.
Así como la acidez estomacal es detectada instantáneamente, quien padece acidez mental puede tardar en descubrirlo e incluso no ser consciente nunca de su padecimiento. Sin embargo, hay quien además de ser consciente de su acidez mental se regodea con ella y no duda en hacer partícipes de la misma a los que transitan por su vida.
Como en cualquier otro ámbito hay meros aficionados y auténticos expertos en esto de la mala baba. Pero a lo que se ve en los últimos tiempos y para el pesar de la mayoría abundan más los expertos en esparcir la hiel del cerebro, sin importarles que a la par que la esparcen incrementan la posibilidad de que reviente su cabeza.
Si no queda otra, habrá que esperar el reventón, pero mientras esperamos temo que nos queda mucha acidez mental ajena que soportar. Pobres de los que además padecen la propia.
Es corrosiva, una mala baba, una hiel del cerebro que afecta tanto al que la hospeda como a los que se hallan en su entorno. No es difícil de detectar, pero en ocasiones quien la porta tiene la suficiente habilidad para ocultarla o disimularla. De modo que no aflora salvo en contadas ocasiones, aunque eso no impide que mantenga su actividad de corrosión interna y que cuando se manifiesta lo haga de forma superlativa, con absoluta virulencia.
Así como la acidez estomacal es detectada instantáneamente, quien padece acidez mental puede tardar en descubrirlo e incluso no ser consciente nunca de su padecimiento. Sin embargo, hay quien además de ser consciente de su acidez mental se regodea con ella y no duda en hacer partícipes de la misma a los que transitan por su vida.
Como en cualquier otro ámbito hay meros aficionados y auténticos expertos en esto de la mala baba. Pero a lo que se ve en los últimos tiempos y para el pesar de la mayoría abundan más los expertos en esparcir la hiel del cerebro, sin importarles que a la par que la esparcen incrementan la posibilidad de que reviente su cabeza.
Si no queda otra, habrá que esperar el reventón, pero mientras esperamos temo que nos queda mucha acidez mental ajena que soportar. Pobres de los que además padecen la propia.
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