Hoy se me van los pies con Chico O’Farrill. Se había despistado el CD entre las páginas del libro “Etnosur Diez Años”, una obra editada en el décimo aniversario de los Encuentros Étnicos en la Sierra Sur (debe ser por aquello de que el arte llama al arte); y hemos celebrado el reencuentro con una audición en soledad. De nuevo pa’La Habana.
El caso es que puestos a compartir joyas, he recordado la compra que hice las pasadas navidades en Barcelona. Descubrí una librería nueva en la calle Cartellá, en el barrio de Horta, y no pude resistirme a franquear la puerta y entrar a echar un vistazo.
Llevaba abierta unos pocos días, según me contó el dueño, al que alabé el valor de embarcarse en una aventura como la de los libros y más en estos tiempos cuando lo normal es el cierre de comercios y no su apertura.
No puso objeciones a que deambulara un rato por allí, mirando y preguntando. Tenía una sección con novedades, casi todas best-sellers de los que huyo como de la peste; otra de ejemplares en catalán; un apartado de ediciones de bolsillo y una zona dedicada a la literatura juvenil e infantil, con algunos ejemplares dignos de colección. Un pequeño espacio reservado para el libro digital y una sección de cómics.
Esta última era más bien escasa en su oferta, porque como él mismo me confesó desconocía ese género y se dejaba llevar por las recomendaciones de un amigo. Pero ¡sorpresa!, allí estaba, como esperándome, encerrado en su envoltorio transparente. Unos 20 años después de saber de su existencia, por primera vez veía aquel mito de la literatura argentina. Lo tomé entre mis manos, reconozco que con cierta emoción mal contenida y un brillo casi infantil en los ojos. Me dijo que podía abrirlo si quería. Pero me negué. Me pareció casi una profanación. Y aún así no pude dejar de apreciar lo cuidado de su edición, cartoné, portada troquelada y aquel llamado en forma de asterisco “edición original”.
Era “El eternauta”, el cómic de H.G. Oestrheld y Francisco Solano López editado a final de los 50 en Buenos Aires, que sería premonitorio de lo que vendría luego, aquel golpe militar de Videla que abrió una época negra en Argentina, del que hoy se cumplen 35 años y del que el propio Oesterheld fue víctima al convertirse en uno de sus miles de desaparecidos.
Sabía que en España existía una edición de Norma Editorial, alejada del original, que nunca había tenido la fortuna de contemplar. Así que este ejemplar de una editorial mejicana desconocida para mí, RM, era un inesperado regalo navideño.
Dos días más tarde regresé a la librería y compré aquel ejemplar, al que liberé de su prisión de celofán. Desde entonces lo leo con parsimonia, recreándome en cada palabra y cada dibujo. Supongo que por la pausa adquirida durante 20 años de espera. Y por el reconocimiento a Oestrheld y a tantos otros como él, a los que debemos recordar incluso en un día como hoy, aniversario de semejante tragedia.
Imagen: Portada de la reedición de "El eternauta" (http://www.editorialrm.com).
El caso es que puestos a compartir joyas, he recordado la compra que hice las pasadas navidades en Barcelona. Descubrí una librería nueva en la calle Cartellá, en el barrio de Horta, y no pude resistirme a franquear la puerta y entrar a echar un vistazo.
Llevaba abierta unos pocos días, según me contó el dueño, al que alabé el valor de embarcarse en una aventura como la de los libros y más en estos tiempos cuando lo normal es el cierre de comercios y no su apertura.
No puso objeciones a que deambulara un rato por allí, mirando y preguntando. Tenía una sección con novedades, casi todas best-sellers de los que huyo como de la peste; otra de ejemplares en catalán; un apartado de ediciones de bolsillo y una zona dedicada a la literatura juvenil e infantil, con algunos ejemplares dignos de colección. Un pequeño espacio reservado para el libro digital y una sección de cómics.
Esta última era más bien escasa en su oferta, porque como él mismo me confesó desconocía ese género y se dejaba llevar por las recomendaciones de un amigo. Pero ¡sorpresa!, allí estaba, como esperándome, encerrado en su envoltorio transparente. Unos 20 años después de saber de su existencia, por primera vez veía aquel mito de la literatura argentina. Lo tomé entre mis manos, reconozco que con cierta emoción mal contenida y un brillo casi infantil en los ojos. Me dijo que podía abrirlo si quería. Pero me negué. Me pareció casi una profanación. Y aún así no pude dejar de apreciar lo cuidado de su edición, cartoné, portada troquelada y aquel llamado en forma de asterisco “edición original”.
Era “El eternauta”, el cómic de H.G. Oestrheld y Francisco Solano López editado a final de los 50 en Buenos Aires, que sería premonitorio de lo que vendría luego, aquel golpe militar de Videla que abrió una época negra en Argentina, del que hoy se cumplen 35 años y del que el propio Oesterheld fue víctima al convertirse en uno de sus miles de desaparecidos.
Sabía que en España existía una edición de Norma Editorial, alejada del original, que nunca había tenido la fortuna de contemplar. Así que este ejemplar de una editorial mejicana desconocida para mí, RM, era un inesperado regalo navideño.
Dos días más tarde regresé a la librería y compré aquel ejemplar, al que liberé de su prisión de celofán. Desde entonces lo leo con parsimonia, recreándome en cada palabra y cada dibujo. Supongo que por la pausa adquirida durante 20 años de espera. Y por el reconocimiento a Oestrheld y a tantos otros como él, a los que debemos recordar incluso en un día como hoy, aniversario de semejante tragedia.
Imagen: Portada de la reedición de "El eternauta" (http://www.editorialrm.com).
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