miércoles, 24 de diciembre de 2014

Vintage

Entre lo antiguo y lo moderno se ha instalado lo vintage. Y de tanto aplicarlo se ha desvirtuado de tal manera, que no es extraño que te den liebre por gato. 
En el fondo es como sí nos hubiéramos vuelto todos un poco vintage o deseáramos serlo. No por volver a 1920, si no para situarnos en un tiempo acotado pero sin definición entre los 50 años de la antigüedad y los más de 20 que en teoría establecían lo vintage. Un margen suficiente para ser lo que cada uno quiera ser e incluso creérselo, más allá de la madurez o la inmadurez; ajenos a Peter Pan y sus secuelas.
El problema como con cualquier etiqueta es que de tanto abusar de su teórica flexibilidad se acaba de usar para lo mismo y lo contrario. Y lo clásico acaba siendo retro y lo retro, lo nuevo con un toque clásico. Es decir, que no sabes si estás en una juvenil madurez o en una juventud prorrogada.
Pero da igual, porque lo cool (otra manoseada etiqueta) es ser o parecer vintage. Seas persona, mueble, vehículo o artículo de decoración. Ahora bien, cuidado con lo que compras y al precio que lo haces, porque entre lo antiguo y lo moderno, entre Pinto y Valdemoro, te cuelan un "made in Taiwán".

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