lunes, 22 de diciembre de 2014

La ciudad

Hay en toda ciudad algo que nos identifica con ella y descubre un sentido de pertenencia. Aunque solo sea momentáneo y no pueda suplir a esa otra ciudad que realmente sentimos como propia y de la que nos sentimos parte.
Sin embargo, hay similitud en barrios, calles y plazas. En el rodar y rugir de coches y autobuses. En hoteles y restaurantes. Y en esas tiendas de las grandes marcas, homogéneas hasta en sus dependientas y clientela, que poco a poco engullen a los comercios tradicionales hasta hacerlos desaparecer. También en las personas, cuyo comportamiento y actitud logran la tan ansiada universalidad en otros ámbitos.
No es raro por ello que, en ocasiones, logremos encontrarnos en otra ciudad como en la nuestra. Incluso que consigamos encontrar lugares donde nos reciban como si nos conocieran y al visitarlos por segunda o tercera vez nos den la condición de habituales.
Podemos deambular por esas otras ciudades. Ser testigos privilegiados de su cotidianidad. Disfrutarlas y dejarles un fragmento de nuestra vida, cuyo relato pasa a corresponderles. Y aún así, abandonarlas sin experimentar vacío o desánimo alguno. Sin necesidad de decir adiós.

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