viernes, 26 de diciembre de 2014

Japos

En aquella España gris y en sus postrimerías, a la que tanto intenta parecerse la de hoy, los japoneses nos visitaban. Avanzaban en grupo y fotografiaban cualquier cosa que veían.
Hoy somos nosotros los que nos comportamos como aquellos japos. Tiramos de móvil, en cualquier circunstancia y lugar, para atrapar con la cámara una fotografía. Y una vez apresada, la liberamos en esa otra prisión que son las redes sociales.
Es un impulso, mitad consciente, mitad irreprimible, que nos lleva a desenfundar y disparar con un buen calibre de megapíxeles para lograr nuestra captura. No se trata de ser el más rápido. Todo se reduce a dos actos: fotografiar y mostrar. Si antes el que se movía no salía en la foto, ahora da igual. Quieto o en movimiento, todo es susceptible de pasar a la galería de la posteridad.
Lo efímero perdura por ahora en la red. El instante pierde su condición al prodigarse las visitas, los compartir, los me gusta, los favoritos y demás opciones que brindan facebook, instagram, twitter...
Y si surge la duda sobre qué fotografiar. No hay problema. Solos o en compañía de otros, nos hacemos una autofoto. Un autorretrato al que por aquello del esnobismo y por don de lenguas denominamos selfi. En la permanente búsqueda de la perfección se ha apostado por un brazo extensible para mejorar ángulo y campo de visión a la hora de hacer el autorretrato. Un artilugio que haciendo gala una vez más de ese don de lenguas recibe la refinada denominación de palo de selfie. 
Ahora no envidiamos aquellas modernas cámaras de fotos que colgaban del cuello de aquellos turistas japoneses. Ahora su tecnología está al alcance de nuestras manos; de hecho, reposa en ellas. Para nuestro servicio, presta a satisfacer nuestro impulso.

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