Cada año y desde hace unos cuantos ya, coincidiendo con la feria de octubre de la ciudad que habito, una asociación de vecinos del centro histórico, la Asociación de Vecinos “Arco del Consuelo”, repasa en tono de humor la actualidad local, nacional e internacional.
Es humor gráfico. Heredero de la tradición humorística española de publicaciones como La Codorniz y su sucesora, Hermano Lobo, y de gente con talento y maestría con el lápiz o el pincel como Tono, Gila, Chumy Chúmez, Azcona, Mingote y tantos otros.
Cada 18 de octubre, las verjas del antiguo convento de San Francisco y actual sede de la Diputación provincial se convierten en improvisado soporte de esta muestra de expresión popular cargada de ironía.
Las chilindrinas bien podrían ser catalogadas como una mezcla de chile y alejandrinos, o lo que es lo mismo, el resultado de conjugar trazos y palabras en armonía, aderezados con algo de picante, suaves para su ingesta y lo suficientemente sabrosos para resultar gratificantes no al estómago sino al cerebro.
Un conciso anuario que arranca la sonrisa del viandante y evidencia la necesidad de tomarse con humor lo acontecido, lo presente y lo que esté por llegar. Aún en los peores momentos y cuando el horizonte se oscurece, ante la creencia de que lo venidero hará bueno a lo actual.
Una muestra popular que consciente o inconscientemente reduce a la condición de monigotes, caricaturas de sí mismos, a los protagonistas de la actualidad. Algunos de los cuales desgraciadamente no pueden suprimirse de la escena pública simplemente con borrarlos de un panel.
Es humor gráfico. Heredero de la tradición humorística española de publicaciones como La Codorniz y su sucesora, Hermano Lobo, y de gente con talento y maestría con el lápiz o el pincel como Tono, Gila, Chumy Chúmez, Azcona, Mingote y tantos otros.
Cada 18 de octubre, las verjas del antiguo convento de San Francisco y actual sede de la Diputación provincial se convierten en improvisado soporte de esta muestra de expresión popular cargada de ironía.
Las chilindrinas bien podrían ser catalogadas como una mezcla de chile y alejandrinos, o lo que es lo mismo, el resultado de conjugar trazos y palabras en armonía, aderezados con algo de picante, suaves para su ingesta y lo suficientemente sabrosos para resultar gratificantes no al estómago sino al cerebro.
Un conciso anuario que arranca la sonrisa del viandante y evidencia la necesidad de tomarse con humor lo acontecido, lo presente y lo que esté por llegar. Aún en los peores momentos y cuando el horizonte se oscurece, ante la creencia de que lo venidero hará bueno a lo actual.
Una muestra popular que consciente o inconscientemente reduce a la condición de monigotes, caricaturas de sí mismos, a los protagonistas de la actualidad. Algunos de los cuales desgraciadamente no pueden suprimirse de la escena pública simplemente con borrarlos de un panel.
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