En la Plaza de las Salesas, en Madrid, había dos pequeños establecimientos de degustación de café. Uno desapareció hace algunos años e imagino que el otro seguiría sus pasos. Al lado había un garito, del cual ignoro si perdura, con el nombre de Ambigú. No lo frecuenté de forma habitual, pero en más de una ocasión consumí allí una rubia con espuma, lo que entre otras cosas me permitió conocer dos reformas del local.
Ahora, otro Ambigú que hacía tiempo no frecuentaba ha desaparecido, porque los regidores de la cosa pública, en este caso regidora, han decidido matar al padre. Un tipo que nos enseñó que la música anglosajona no era cosa sólo de anglosajones y que se podían calzar los pies con zapatos de gamuza azul sin necesidad de cruzar el charco. Su docencia además de en las ondas, desde aquella franja de RNE, se extendió a las páginas de revistas especializadas y periódicos y a ambos canales de la televisión pública; pero siempre fue Radio 3 el referente de su magisterio.
Mantenerse en la cresta de la ola y surcarla sin tabla de surf con el mar de fondo de los Beach Boys no era cosa habitual por estos lares. Y mucho menos, mantener ese equilibrio con la única ayuda de la música. Diego A. Manrique lo ha hecho durante décadas, escribiendo, hablando y pinchando rock, pop….; pero ahora una de estas nuevas “estrellas emergentes”, a la que curiosamente él situó en el firmamento, ha decidido demoler “El Ambigú” de Radio 3 y el primer muro derribado ha sido el propio Manrique.
La sorpresa y la indignación han golpeado por igual a los seguidores del programa y a los amigos de Manrique. Así que junto a numerosas protestas e iniciativas en la Red ha surgido el manifiesto “Rescatemos El Ambigú en Radio 3”, cuyos impulsores han tenido la descabellada idea de solicitar el retorno del programa y de Manrique a la parrilla de la ¡radio pública!
Ya voy teniendo edad y no me gusta que por la causa que sea cierren establecimientos donde degustaba café o garitos donde se podía tomar una copa, oír buena música y conversar. Sí, ya se eso de renovarse o morir. Y también aquello otro de que entre susto o muerte, todos elegimos susto. Pero cuando cierran uno de esos locales que en alguna época hemos frecuentado, para que ya sólo perviva en nuestros recuerdos; de alguna forma, morimos un poco.
También morimos, cuando desde la esfera de lo público, se cierran espacios culturales, caracterizados por el talento y el conocimiento de su autor y por la labor bien hecha.
Nota.- Aquellos que quieran suscribir ese “descabellado” manifiesto pueden hacerlo en
http://www.labocadellobo.com/laboca/manifiesto_ambigu.php.
Ahora, otro Ambigú que hacía tiempo no frecuentaba ha desaparecido, porque los regidores de la cosa pública, en este caso regidora, han decidido matar al padre. Un tipo que nos enseñó que la música anglosajona no era cosa sólo de anglosajones y que se podían calzar los pies con zapatos de gamuza azul sin necesidad de cruzar el charco. Su docencia además de en las ondas, desde aquella franja de RNE, se extendió a las páginas de revistas especializadas y periódicos y a ambos canales de la televisión pública; pero siempre fue Radio 3 el referente de su magisterio.
Mantenerse en la cresta de la ola y surcarla sin tabla de surf con el mar de fondo de los Beach Boys no era cosa habitual por estos lares. Y mucho menos, mantener ese equilibrio con la única ayuda de la música. Diego A. Manrique lo ha hecho durante décadas, escribiendo, hablando y pinchando rock, pop….; pero ahora una de estas nuevas “estrellas emergentes”, a la que curiosamente él situó en el firmamento, ha decidido demoler “El Ambigú” de Radio 3 y el primer muro derribado ha sido el propio Manrique.
La sorpresa y la indignación han golpeado por igual a los seguidores del programa y a los amigos de Manrique. Así que junto a numerosas protestas e iniciativas en la Red ha surgido el manifiesto “Rescatemos El Ambigú en Radio 3”, cuyos impulsores han tenido la descabellada idea de solicitar el retorno del programa y de Manrique a la parrilla de la ¡radio pública!
Ya voy teniendo edad y no me gusta que por la causa que sea cierren establecimientos donde degustaba café o garitos donde se podía tomar una copa, oír buena música y conversar. Sí, ya se eso de renovarse o morir. Y también aquello otro de que entre susto o muerte, todos elegimos susto. Pero cuando cierran uno de esos locales que en alguna época hemos frecuentado, para que ya sólo perviva en nuestros recuerdos; de alguna forma, morimos un poco.
También morimos, cuando desde la esfera de lo público, se cierran espacios culturales, caracterizados por el talento y el conocimiento de su autor y por la labor bien hecha.
Nota.- Aquellos que quieran suscribir ese “descabellado” manifiesto pueden hacerlo en
http://www.labocadellobo.com/laboca/manifiesto_ambigu.php.
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