Suárez
ha muerto. Su muerte es el final de la denominada Transición Española; un
proceso no tan modélico para algunos, pero eficaz en aquella época. La
desaparición de Carrillo y Suárez, los dos principales actores de aquel
proceso, supone el fin de una generación y probablemente, de un modelo. Agotada
la Corona y carentes de proyecto y cada vez más alejados de los ciudadanos los
dos grandes partidos, PP y PSOE, es la hora de un nuevo impulso. Si aceptamos
que hoy la política es mentira, igual que la simulada crisis económica, y
además en España, es sinónimo de corrupción, necesitamos de otro engaño para al
menos los próximos 20 años.
Es
el momento de cambiar el modelo y las reglas del juego. Necesitamos
participación ciudadana real, listas abiertas, mandatos limitados… más
democracia. Es decir, lo contrario de lo que imponen y defienden los dos
grandes pero hoy pequeños partidos, preocupados de mantener el poder y el
control a cualquier precio.
En
Andalucía no se ha entendido la importancia del momento y de ese cambio
generacional. Y han confundido lo anecdótico con lo esencial. Primero fue el
PSOE con Susana Díaz, poniendo el énfasis en la edad y en el género y olvidando
el fondo y las formas, es decir, proyecto y democracia. Y ahora le ha tocado al
PP, históricamente sin proyecto para Andalucía y carente de mecanismos
democráticos en sus decisiones orgánicas, que ha optado por la edad y un
supuesto pedigrí popular de su nuevo candidato, Juan Manuel Moreno Bonilla; un
catalán desconocido en Andalucía que ha irrumpido como elefante en cacharrería,
presentando como credenciales un currículum falseado que le habría inhabilitado
para acceder a cualquier puesto de trabajo y evidenciando la profunda división
del PP andaluz y los tejemanejes de Génova, con Arenas entre bastidores.
Hasta
los más entusiastas ya dan por perdedor al PP sin bajarse del autobús y como el columnista
Antonio Burgos, felicitan a Díaz por su futuro triunfo electoral. La realidad
es que ese futuro de Andalucía está en manos de dos candidatos que no han trabajado
en su vida, que viven y han vivido de la política y que su única formación, más
allá de los currículums y títulos a medida, es la de la intriga y servidumbre
de Palacio. Políticos, ambos, de escaso o nulo fuste, de manual a pie y
juntillas y devotos del argumentario del partido. Pobre Andalucía.
Y
en Jaén, de esos lodos estos barros. Tras un fin de semana marcado por la dignidad
en forma de marchas que confluían el 22-M en Madrid, el alcalde de la capital
deshoja la margarita como muestra de que en esto de la dignidad los políticos
andan cortitos. Tras sus reiterados intentos de coger la maleta y correr hacia
Sevilla o Madrid con mando en plaza, la amarga victoria que le ha infringido su
propio partido con un cargo menor en la nueva ejecutiva regional casi le obliga
a permanecer en la Alcaldía jiennense y lo que parece peor, hasta pueden
imponerle que repita como candidato. Apostó por Sanz, presionó a Bonilla para
ser número 2 y se ha quedado en la segunda fila.
En
el PSOE continúa la puesta en escena del futuro candidato a la Alcaldía, pero
la sombra de los EREs es como la del ciprés, larga. Parecen los ERES el
Guadalquivir, que se muestra esplendoroso en Sevilla pero nace en Jaén. Y con
la juez Alaya, engrosando las cifras de las fianzas para que no desmerezcan un
titular, cualquiera se fía. Lo del muñidor Lanzas no tiene fin y Zarrías
siempre aparece en la orilla.
Claro,
que dirán algunos, peor están en Málaga.
Artículo emitido en SER Úbeda el 25 de marzo de 2014.
Artículo emitido en SER Úbeda el 25 de marzo de 2014.
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