sábado, 11 de diciembre de 2010

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Descubro, puede que con algo de asombro, estupor o perplejidad, que algunos necesitan de público (y no me refiero al diario del mismo nombre) para sus manifestaciones privadas y públicas.
Hasta ahora pensaba que esa demanda de audiencia pertenecía a otros ámbitos como los medios de comunicación o los espectáculos de cualquier índole, especialmente los deportivos y los culturales. Pero ignoraba que los ciudadanos anónimos anhelan su propio share.
Comprendo que el espejismo del éxito se ha instalado en esta sociedad, impulsado por televisiones sin complejos, que emulando al Dr. Frankenstein crean sus propios monstruos y los exhiben hora tras hora y cuantos más días mejor a través de la pantalla del televisor.
Entiendo que las cabezas erguidas se deslumbran con el sol y no alcanzan a ver los pies de barro de esos ídolos prefabricados, cuya caída es estruendosa, pero que rápidamente son sustituidos por otros becerros de oro con la misma fragilidad en los remos.
Necio de mí. Cuando surgió El Callejón del Gato sólo fue una tabla a la que asirse en mitad del oleaje. Un papel en blanco en la pantalla del ordenador que me permitía abrir el baúl de las palabras y dejar que se airearan. No pensé, ni por un instante, que al nacer el blog, su alumbramiento, su gateo, sus primeros pasos… estarían expuestos en la Red al alcance de cualquiera que entrara en el callejón. No pensé en la posibilidad de que alguien leyera lo ahí escrito, porque me apremiaba la necesidad de escribir.
Ese apremio, mi egoísmo, sólo me permitió ser consciente de que mis maullidos serían inevitablemente una fusión de lo personal y lo profesional, y me llevó a ignorar la figura de lector y su posible existencia.
Ahora descubro que algunos cuentan y recuentan. Lo propio y lo ajeno. Lo escrito y lo comentado. E incluso se cuestionan la rentabilidad de la página que nos da cobijo. Demasiado para quien se limita a mantener abierto el callejón, a deambular y maullar a su libre albedrío.
No soy gato persa que gusta ser exhibido y necesita ser admirado. Y tampoco macaco predispuesto a las monerías en función del público concitado y la posible recompensa. Soy gato de callejón, y si hay amenaza de cierre por desidia o ausencia de concurrencia, maullaré desde tapia o tejado.

3 comentarios:

  1. donde compro la prensa convive la prensa convencional por un lado, juntos y sin pelearse, en otro lugar se juntan para la provocación de la clientela Público y la Gaceta.

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  2. Paso de sahres y para serte sincera, nunca he sabido convivir en comunidad.
    Que todo te vaya bien. Feliz navidad

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  3. Jesús, yo apuesto por la convivencia, sobre todo conmigo mismo, que me sigue pareciendo la más complicada.
    Eauphelia, que todo te vaya bien. Un bico.

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