lunes, 9 de septiembre de 2024

La sombra de Don Antonio

 

Don Antonio y su sombra. Es, evidentemente, una representación del poeta universal; al modo de otras muchas de ilustres, como la de Pessoa en Lisboa, que se extienden por geografías diversas para reclamo y regocijo de visitantes.
Y sin embargo, este Machado inerte pudiera ser hasta real, ensimismado en la lectura e inclinado a la reflexión. Testigo impasible del ayer y del hoy de esa Baeza que bién conoció, y me atrevo a decir que conoce. Porque Don Antonio, aunque físicamente marchó, nunca ha abandonado esta ciudad.
¿Y la sombra? La extensión inmaterial del poeta. Larga, acostada y sin renunciar a asomar la cabeza. Como si quisiera escapar del yugo de las suelas del poeta y volar. Reunirse con otras sombras, en ese espacio que para ser, aún siendo oscuridad, necesita la luz. Y adquirir vida propia, haciendo suyos los versos del otro, asumiendo el yo que nunca podrá ser, ni siquiera rozar con sus dedos de sombra.
Ignorando que sin luz no es y desconociendo que sin luz tampoco nosotros somos. Ahí nos igualamos y no somos siquiera sombras.
Salvo el poeta, que permanece.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Paisaje nocturno

La reja cerrada, la farola dormida y los sueños presos en una caja de cristal. Un gato cruza a la búsqueda de refugio, atravesando los barrotes en una huida preventiva mientras las hienas ríen en la trastienda. Y la noche cubre las carencias y las imperfecciones de aquellos que alguna vez creyeron. 
La luna sigue pastoreando el rebaño de los crédulos. Pero no hay guía para quienes carecen de fe. La noche sólo se rompe con la irrupción del solitario, que en su soledad confunde el canto con la plegaria y se pierde en sus propios pasos. 
Llovió. Y el olor de la tierra mojada recuerda el tiempo del ayer sepultado por un pasado fragmentado entre lo que fue y lo que pudo ser.
El agua moja las piedras, amenazando con borrar la memoria. Como si fuera tan fácil mudar la huella de los siglos. Como si desdibujar el legado del tiempo fuera como un cambio de piel.
Dicen que las piedras guardan la carcajada de aquel que nunca regresó; la mirada perdida de quien interroga al cielo y el semblante del que se alimenta del miedo. Y dicen que mientras se discute sobre sí el que ríe es Dios o el diablo, las campanas recuperan el tañido para tocar a difuntos.
Entonces, el cristal se rompe y se liberan los sueños.