Hay
que tenerla de cemento. De tamaño superior a un piano. Y por supuesto, más que
espalda. Con estas credenciales se declararía persona non grata al poseedor de
semejante jeta. Salvo en Españistán.
Por
estos lares comienzan a ser multitud los caraduras. Siempre hubo pícaros,
incluso algunos con estilo y talento parejos a su desvergüenza y desparpajo;
bandoleros que aligeraban la bolsa de los viajeros escasamente precavidos y piratas
que a hierro y fuego arrasaban pueblos y comarcas para volver al mar con su
botín. Y sí, también hubo monarcas, gobernadores, comendadores, clérigos o
militares que llenaban sus arcas e incrementaban sus privilegios con usos
torticeros de la ley y el poder.
Todos
ellos han contribuido a la historia de este país y han conformado parte de sus
tradiciones. Para lo bueno y para lo malo.
Así
que no ha de extrañarnos que en estos albores del siglo XXI asistamos en las
instituciones públicas a una representación chusca de aquellos antepasados.
Desde el Palacio de la Zarzuela al Parlamento de Andalucía o a la Presidencia
de la Comunidad Valenciana.
Con
la obligada presunción, que no se sostiene pero que actúa como salvaguarda para
que además de ser expoliados no seamos demandados, elijan calificativo para
denominar a quien adelgaza las arcas públicas para engordar su bolsa. Y busquen
calificativos para quienes próximos al delincuente, presunto, han sufrido de
repentina ceguera o sordera.
El
grosor de la faz es tal que actúa como protector frente a la asunción de
responsabilidad y naturalmente, inmuniza contra el cese o la dimisión. Y qué
decir de verse ante el juez.
De
modo que se excusa a la hija de un rey cogida en un renuncio, al presidente de
una comunidad que con cargo al presupuesto abona clases particulares de “coaching”
por el bien de sus ciudadanos y a la mesa de un parlamento, con representantes
del PSOE, PP e IU, incluido su presidente, que a escondidas (sic) aprueban
subidas de dietas y complementos salariales para sus ya de por sí generosos
sueldos.
Ante
semejante rostro el feldespato parece mantequilla.
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