El
Jaque Mate ya ni existe. Hasta han cambiado la barra de lado. Ahora está
situada a la izquierda de la puerta. Es más corta, de modo que en lugar de
dibujar un rectángulo da forma a un cuadrado.
Ofrecen
buen rock y Estrella de Galicia. Pero no me quedé con el nombre del garito
rotulado a la entrada. En el Jaque no había una línea musical definida y la
cerveza era Mahou. Y no recuerdo que se llenara como éste.
La
mayoría debe tener entre los veintitantos y los treinta y pocos, aunque de vez
en cuando se abre la puerta y aparece un pureta
como nosotros, pero ataviado como ellos, lo que le confiere una imagen algo
ridícula. Hay un chico con unas gafas de sol, de esas de pasta y de color.
Ganas de llamar la atención, teniendo en cuenta que es marzo, son más de las
doce de la noche y durante toda la tarde ha estado lloviendo.
Algunas
chicas nos miran, revolotean junto a nosotros e incluso alguna se atreve a
flirtear. Nada serio. Yo estoy situado junto a la barra, un poco harto de
recibir algún que otro codazo y apreturas por parte de los que buscan hacerse
un hueco para pedir su consumición, mientras ellos se alternan para salir a
fumar. Apuro una cerveza tras otra y ellos hacen lo propio con sus escoceses.
El garito está lleno, y en algún momento pasa por mi cabeza la ocurrencia de
hacerles callar y hablarles, sobreponiendo la voz al volumen del rock sesentero
made in USA, para decirles que
nosotros fuimos ellos. Pero para qué, no iban a creerlo. Ahora somos un artista,
un gato de callejón y un desempleado que vendería el presente y parte de un
futuro que no vislumbra por unos pocos euros, reproduciendo un tiempo
pretérito.
Han
pasado más de 20 años. Ya no existen La Oriental, El Maragato o Los Cañones. El
Cabreira y El Pico se han hecho un lifting. Kike Turmix ha muerto. Poch ha
muerto. Del batería de La Frontera no recuerdo ni el nombre. Y el caballo que
galopaba por aquí abreva al acecho; ha coceado las venas de una generación y ya
no quedan ni yonquis. Son las mismas calles, pero no lo parecen. Y aun así
deambulo por ellas intentando reconocerme.
Era
tiempo de vodka, con granos de sal y café; de noches gastadas y amaneceres
vaporosos. Donde lo prohibido se ofrecía a la mirada y se alcanzaba alargando
la mano. Cuando el día después era la oportunidad de volver a festejar. Éramos
lo que hoy fuimos. Solo que entonces El Dos nos parecía el centro del universo y ahora
carece de importancia. Quizás todo se reduzca al hecho de sobrevivir, pero quién iba a creerlo.
Vídeo: Santiago Auserón (Juan Perro) interpretando Malasaña en la Sala El Sol.
sobrevivir... y relatarlo así...
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