sábado, 13 de abril de 2013

El despertar de las aguas

La sierra no es el hábitat natural de un gato de callejón. Deambular casi 3 horas por senderos, algunos reales, otros intuidos y los menos, inexistentes, y por tanto, argumento para la imaginación, es un esfuerzo considerable; no diría que titánico, pero exigente para quien halla uno de los mayores placeres en sentarse en un velador junto a un ventanal, con una taza de café humeante y oloroso y un periódico. Máxime si esos senderos se empeñan en subir, bajar, dibujar diagonales imposibles y serpentear, de una manera espasmódica que asustaría a las propias serpientes, y acompañar esos trazos de piedras y ramas colocados en lugares y a alturas propicios para el golpe, cuya ubicación solo puede ser idea de una mente a medio camino entre la broma y la perversidad.
Y aun así, el espectáculo ofrecido por la naturaleza en el corazón de Mágina es de tal belleza, que hasta un gato de callejón es capaz de arrumbar la nostalgia por la ausencia de su asfalto y sus paredes y seguir con los ojos abiertos cada pincelada que dota de luz y color al lugar.
Hay en cada primavera un despertar. Un desperezarse que sacude el entorno; agua, roca, tierra, árbol, tronco, tallo…. vida. El mismo despertar que agita las aguas del río. Esa misma agua que desalojada de las nubes durante un invierno que no parecía tener fin provoca ahora el florecimiento de la primavera. Aquella primavera cantada por los poetas, que hoy muta las palabras en imágenes.
Cabalga el agua sobre el lecho del río. Casi con furia. Como si abriera las venas de la tierra, para salir y volver a entrar en ella. Se abre paso el río Cuadros por Mágina, desechando cualquier artificio, sin necesidad de molduras que lo encorseten y propicien la distracción de aquellos capaces de contemplarlo y aprehender ese despertar al que acompaña un murmullo, que bien pudiera ser el llanto de las rocas.


Foto: Río Cuadros, en el corazón de Mágina (Jaén).

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