lunes, 29 de agosto de 2011

Ladridos

Dicen que el silencio es obligado, o debería serlo, para quien no tiene qué decir. Y sin embargo, rara vez se refugian en él aquellos que estarían mejor callados y sí lo hacen quienes merecen ser escuchados y aquellos otros de los que se espera que no callen.

Es refugio voluntario, al que se acude en ocasiones por la necesidad de la reflexión. En un proceso de búsqueda que no siempre se culmina con éxito. Una travesía que lleva a la orfandad a aquellos habituados a escuchar al que voluntariamente ha callado y que sumido en esa búsqueda permanece ajeno a ese desamparo.

Hasta que se rompe el silencio. Y de nuevo brotan las palabras, sin que en apariencia se conozcan las causas del refugio en el silencio y de su posterior ruptura.

Conocedores sólo de que oír de nuevo al otrora silencioso nos llena de sosiego y de que su voz apaga los ladridos que cada vez con más frecuencia sustituyen a las palabras.

2 comentarios:

  1. Pero el sonido del silencio llega a ser abrumador, sobre todo cuando empiezan a reverberar dentro el eco de esos ladridos que ensordece y aquietan las palabras.
    Yo también te echaba de menos. Un bico.

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  2. El silencio a veces puede ser abrumador, pero nunca tendrá la carga de profundidad de las palabras. Un bico

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