Cinco millones de euros de dolorosa por una visita parece cualquier cosa menos un gasto espartano. Y sin embargo hay quien no tiene pudor en calificar como tal ese dispendio.
Cuando era pequeño me preguntaban sí creía que el dinero nacía en los árboles. Una vez me encontré un billete en un arbusto, así que la siguiente vez que me preguntaron respondí que no, que ya sabía que nacía en los arbustos. Con los años salí del error y descubrí que el dinero no nace, se hace, y desde luego, ni en árboles, ni en arbustos.
También con los años descubres que hay quien carece de la menor preocupación por conocer la procedencia del dinero. Incluso que tampoco es importante no tenerlo, si encuentras a alguien que lo tenga por ti y que esté dispuesto a asumir tus espartanos gastos.
Del mismo modo, si lo tienes, pero aún así, encuentras a alguien que también tiene y asume tus gastos, seguirás conservando tu dinero y desarrollarás eso denominado capacidad de ahorro.
En el fondo no deja de ser un mero intercambio entre dos partes. Una transacción cuya interpretación varía en función de los protagonistas y de los productos frutos del intercambio. Y por supuesto del cumplimiento de la ley y de la transparencia de la operación.
Sospecho que con el tiempo descubriremos que el espartano gasto es superior a esos cinco millones de euros, que la dolorosa se ha enjugado con una sustancial cuantía de dinero público y que las motivaciones de algunos “mecenas” son opacas y por supuesto ajenas al altruismo.
No, el dinero no crece en árboles ni arbustos. Pero tampoco se hace en el cielo. ¿O sí?
Cuando era pequeño me preguntaban sí creía que el dinero nacía en los árboles. Una vez me encontré un billete en un arbusto, así que la siguiente vez que me preguntaron respondí que no, que ya sabía que nacía en los arbustos. Con los años salí del error y descubrí que el dinero no nace, se hace, y desde luego, ni en árboles, ni en arbustos.
También con los años descubres que hay quien carece de la menor preocupación por conocer la procedencia del dinero. Incluso que tampoco es importante no tenerlo, si encuentras a alguien que lo tenga por ti y que esté dispuesto a asumir tus espartanos gastos.
Del mismo modo, si lo tienes, pero aún así, encuentras a alguien que también tiene y asume tus gastos, seguirás conservando tu dinero y desarrollarás eso denominado capacidad de ahorro.
En el fondo no deja de ser un mero intercambio entre dos partes. Una transacción cuya interpretación varía en función de los protagonistas y de los productos frutos del intercambio. Y por supuesto del cumplimiento de la ley y de la transparencia de la operación.
Sospecho que con el tiempo descubriremos que el espartano gasto es superior a esos cinco millones de euros, que la dolorosa se ha enjugado con una sustancial cuantía de dinero público y que las motivaciones de algunos “mecenas” son opacas y por supuesto ajenas al altruismo.
No, el dinero no crece en árboles ni arbustos. Pero tampoco se hace en el cielo. ¿O sí?
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