Terminaron en Baeza los días de teatro. UNIAescenaBaeza bajó el telón. Atrás quedan dos semanas en las que he tenido el privilegio de disfrutar con cuatro espectáculos teatrales. Cuatro obras diferentes que refuerzan la concepción de este proyecto como una muestra de artes escénicas.
El teatro comprometido de La barraca del Zurdo, de la compañía Laví e Bel, y el espectáculo de percusión Sensormen, del grupo Yllana, para algunos un valor seguro en lo alto de un escenario. Y dos apuestas por el teatro clásico, desde dos prismas opuestos; De Fuenteovejuna a Ciudad Juárez, de la compañía The Cross Border Project, y Auto de la Sibila Casandra, de la compañía Nao d’amores.
En caso de duda conviene no perder de vista los clásicos. Y en esto, el teatro no es distinto a otras expresiones artísticas e incluso vitales. De Fuenteovejuna a Ciudad Juárez, recientemente galardonada en el Almagro Off, del Festival de Teatro de Almagro, es una adaptación de la obra de Lope a la realidad de esta ciudad fronteriza mejicana; desgraciadamente conocida por el asesinato masivo de mujeres, lo que se ha denominado feminicidio. Una actualización de un clásico, que sorprende por la cuidada adaptación de texto y contexto a una realidad geográfica diferente, pero que evidencia la universalidad y la vigencia del asunto abordado por el autor español, pese a los siglos transcurridos, y que no es otro que el abuso de poder y la ausencia de justicia.
El Auto de la Sibila Casandra es justo lo contrario, la recuperación de una pieza clásica manteniendo en escena los elementos originales de la misma: lenguaje, música, vestuario…
Tenía referencia de la compañía Nao d’amores por su representación de la obra El cristo de los gascones. Y de su directora de escena, Ana Zamora, por ser reconocida como uno de los valores jóvenes con más talento y proyección en las tablas españolas y por haber participado en anteriores ediciones de la Escuela de Teatro de la UNIA. Incluso reconozco que el nombre de la compañía me gusta y que me resulta evocador; y por supuesto, una declaración de intenciones de lo que profesan sus componentes hacia el teatro.
Hay quien sólo contempla el mundo del espectáculo, en sus distintas expresiones, como un trampolín al éxito y a la fama; y por tanto, como sinónimo de enriquecimiento. No son pocos, pero sin duda son la excepción. Porque hay otros, como Nao d’amores, que transmiten pasión y respeto. Gente que cree en lo que hace, que ama lo que hace y que lo ofrece generosamente al resto.
Quizás no todo el mundo pueda apreciar una representación de teatro medieval, con música medieval y en castellano antiguo; lo que exige una atención extra del público, pero sobre todo de los actores, que no sólo deben aprenderse el libreto en una lengua que es la suya, pero cientos de años atrás, sino que también deben interpretarlo. Quien logra apreciarlo, además de sentirse transportado unos siglos, es consciente de que asiste a una representación teatral mayúscula.
Dicen que todos tenemos algún talento, pero aunque no sea así, es un privilegio disfrutar del talento de los otros. Un privilegio que de una forma u otra siempre está a nuestro alcance y al de nuestros bolsillos y por el que recibimos más de lo que ofrecemos: un calculado silencio, la mirada expectante como la de un niño, una ovación cerrada y una respetuosa incorporación, para, ya erguidos, seguir aplaudiendo hasta que baja el telón y continuamos con nuestras vidas.
El teatro comprometido de La barraca del Zurdo, de la compañía Laví e Bel, y el espectáculo de percusión Sensormen, del grupo Yllana, para algunos un valor seguro en lo alto de un escenario. Y dos apuestas por el teatro clásico, desde dos prismas opuestos; De Fuenteovejuna a Ciudad Juárez, de la compañía The Cross Border Project, y Auto de la Sibila Casandra, de la compañía Nao d’amores.
En caso de duda conviene no perder de vista los clásicos. Y en esto, el teatro no es distinto a otras expresiones artísticas e incluso vitales. De Fuenteovejuna a Ciudad Juárez, recientemente galardonada en el Almagro Off, del Festival de Teatro de Almagro, es una adaptación de la obra de Lope a la realidad de esta ciudad fronteriza mejicana; desgraciadamente conocida por el asesinato masivo de mujeres, lo que se ha denominado feminicidio. Una actualización de un clásico, que sorprende por la cuidada adaptación de texto y contexto a una realidad geográfica diferente, pero que evidencia la universalidad y la vigencia del asunto abordado por el autor español, pese a los siglos transcurridos, y que no es otro que el abuso de poder y la ausencia de justicia.
El Auto de la Sibila Casandra es justo lo contrario, la recuperación de una pieza clásica manteniendo en escena los elementos originales de la misma: lenguaje, música, vestuario…
Tenía referencia de la compañía Nao d’amores por su representación de la obra El cristo de los gascones. Y de su directora de escena, Ana Zamora, por ser reconocida como uno de los valores jóvenes con más talento y proyección en las tablas españolas y por haber participado en anteriores ediciones de la Escuela de Teatro de la UNIA. Incluso reconozco que el nombre de la compañía me gusta y que me resulta evocador; y por supuesto, una declaración de intenciones de lo que profesan sus componentes hacia el teatro.
Hay quien sólo contempla el mundo del espectáculo, en sus distintas expresiones, como un trampolín al éxito y a la fama; y por tanto, como sinónimo de enriquecimiento. No son pocos, pero sin duda son la excepción. Porque hay otros, como Nao d’amores, que transmiten pasión y respeto. Gente que cree en lo que hace, que ama lo que hace y que lo ofrece generosamente al resto.
Quizás no todo el mundo pueda apreciar una representación de teatro medieval, con música medieval y en castellano antiguo; lo que exige una atención extra del público, pero sobre todo de los actores, que no sólo deben aprenderse el libreto en una lengua que es la suya, pero cientos de años atrás, sino que también deben interpretarlo. Quien logra apreciarlo, además de sentirse transportado unos siglos, es consciente de que asiste a una representación teatral mayúscula.
Dicen que todos tenemos algún talento, pero aunque no sea así, es un privilegio disfrutar del talento de los otros. Un privilegio que de una forma u otra siempre está a nuestro alcance y al de nuestros bolsillos y por el que recibimos más de lo que ofrecemos: un calculado silencio, la mirada expectante como la de un niño, una ovación cerrada y una respetuosa incorporación, para, ya erguidos, seguir aplaudiendo hasta que baja el telón y continuamos con nuestras vidas.
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