jueves, 26 de noviembre de 2009

La dignidad de Gelman

Andaba yo leyendo a Gelman, ignorando que a su vez el poeta argentino andaba por nuestro país para presentar un nuevo libro (“De atrásalante en su porfía”, Visor) y para participar como jurado del Premio Cervantes.
Me enteré en las páginas del periódico (El País, 24 de noviembre de 2009), cuya información se acompañaba de una hermosa foto del poeta, realizada por Cristóbal Manuel. En esa foto, Gelman descansa la barbilla en sus manos y mira de frente al fotógrafo con unos ojos que a mí me parecen una clara e inequívoca expresión de dignidad.
Descubrí a Gelman hace muchos años por casualidad. Por aquella época rebuscaba en los estantes de la biblioteca de la facultad y de la de Noviciado y leía sin patrón libros de autores que conocía de oídas o incluso de autores como Gelman desconocidos para mí.
Más tarde conocí su historia. La misma historia que aún hoy me sigue produciendo escalofríos y revuelve algo en mi interior.
Javier Rodríguez Marcos cuenta esa historia en su artículo de El País; lo hace en apenas 8 líneas. Muy breve y sucintamente. Provocándome los mismos escalofríos y revolviéndome el interior.
En la tarde del pasado lunes, ¡qué ironía de la vida!, comentaba esa historia con mi santa y continuaba con los escalofríos. Es una de esas monstruosas historias de la dictadura argentina y de la profesionalidad y del compromiso con la patria de sus militares.
El hijo y la nuera de Juan Gelman fueron detenidos, torturados y asesinados por los militares represores argentinos. Sólo que la nuera estaba embarazada, y sus asesinos tuvieron la bondad y la caballerosidad de esperar a que alumbrara una niña, antes de asesinarla, como previamente habían hecho con su marido; el padre de esa niña que fue entregada a un policía uruguayo. La niña, la nieta de Gelman, creció en una familia que creía la suya. Hasta el año 2000, cuando su abuelo la encontró, transcurridos 23 años de su nacimiento y del asesinato de sus padres.
Gelman reconoce que en el año 1977 ya conoció “la suerte que habían corrido mi hijo y mi nuera”. Imagino, a pesar de ese conocimiento, la angustia, el dolor y el sufrimiento vividos durante más de dos décadas.
En estos tiempos estamos huérfanos de poetas o al menos eso podríamos pensar, pero voces como la de Juan Gelman nos traen la dignidad, igual que su mirada, y sus palabras, la certeza de la memoria.

La dispersión del jazmín/ llena el cuarto/ cercado por la mañana./ Han desaparecido los barcos/ que navegó mi juventud en/ un vacío incesante. Ahí se hunden,/ rozan el luto sucio/ de una lengua cortada./ La memoria es una cajita/ que revuelvo sin solución. No encuentro/ umbrales. ¿Es/ una forma de la emoción?/ A medias sola, odiada,/ prospera su ira de fuego.

“Desaparecidos”, Juan Gelman. “País que fue será (México 2001-2004)”. Visor de Poesía, 2004.

Foto: Juan Gelman, de Cristóbal Manuel (El País, 24 de noviembre de 2009).


2 comentarios:

  1. Grande y profundamente humano Gelman. Mientras haya poetas como él, los asesinos no se saldrán con la suya.

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  2. Juan, así es, no habrá impunidad con los asesinos mientras tipos como Gelman puedan vencerles con las palabras.

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