
En el callejón se han colado 2 ratones. Si hablo con exactitud diré que son tan sólo las sombras de 2 ratones. Pero los dichosos roedores están acabando con mi, no se si mucha o poca, paciencia. Al principio eran tan sólo dos sombras. Inquietantes. Como un preaviso o un anuncio de que iban a llegar para quedarse. Y así fue.
Ahora que ha pasado el 20 de febrero puedo hablar de ello con cierta tranquilidad. Pero hasta ese viernes de carnaval. De locos. Para volverse o volvernos majaras.
Soy debutante en asuntos colegiales. Y además lo hago por partida doble, de modo que la cosa se complica un poquito más de lo habitual. Voy a dejar atrás lo concerniente a esos horarios de adaptación y a esa larga lista de material escolar con marcas determinadas de lápices, colas y demás; no sólo porque ya queda lejana en el tiempo, si no porque es una prueba superada.
Tampoco me voy a extender en lo relativo al aula matinal y al comedor escolar. Básicamente porque a nosotros sólo nos ha supuesto una dosis de organización per la matina y una sobredosis de tranquilidad.
Pero. Siempre hay un pero… las actividades complementarias o extraordinarias o como quieran denominarlas. En Navidad, disfraces de pastorcillos. No problem. Fuimos previsores (a la fuerza ahorcan, era la talla más pequeña). Cuando estaban en la guardería les compramos unos que nos han servido 3 años. Y como no hay 3 sin 4 ó 4 sin 3; el año que viene seguro que les valen también.
¿Y en Carnaval? This is the problem. 10 días antes del viernes señalado nos solicitan que ese día vayan disfrazados de ratoncillos (puestos a elegir, hubiera preferido un disfraz de gato; pero no me dieron a elegir). A priori parece sencillo. Sólo hay que ir a una tienda y comprar los disfraces. ¿Sencillo? ¿Por qué no avisaron a principio de curso de que este año tocaba disfraz de ratón? ¿Por qué a alguna tienda no se le ocurrió preguntar al colegio o a quien corresponda de qué tocaba disfrazarse este año? ¿Por qué había disfraces de todo bicho viviente, incluidos gatos, menos de ratoncitos?
¿Se imaginan el cuadro? Padres y madres recorriendo la ciudad en busca de un disfraz, en mi caso dos, de ratón. Dependientes y dependientas de tiendas y almacenes, al unísono, no, no tenemos disfraz de ratón, vamos a poner un cartel en la puerta. Y supongo que pensando, este año nos vamos a comer los disfraces pequeños y la de pasta que estamos perdiendo. Sí. Porque éstos si pierden. No es que dejen de ganar. Pierden.
Al final, hubo suerte. Mi santa encontró ¡como no! en una tienda de chinos, un par de disfraces de Mickey Mouse y salimos del paso. Otra prueba superada.
Y yo, no es por hacer sangre. No es por acongojarme. Ignoro cuándo y en qué curso hacen la primera excursión; pero presumo que nos avisarán sólo con unos días de antelación. Y ya ven, empieza a preocuparme. Por cierto, y qué disfraz tocará el año que viene.
Como decía soy debutante y por eso no termino de coger el paso o no acabo de enterarme bien de qué va esto. ¿Por qué? Porque ahora resulta que el problema de la educación en Andalucía es adelantar una semana, ni eso, 5 días, el inicio del curso escolar. Dicen que por una cuestión de mejorar la calidad de la enseñanza. Yo pienso que tiene más que ver con eso que llaman conciliación laboral y familiar. Al final es una medida que contenta a unos muchos, los padres, y enfada a unos pocos, los docentes. Y yo como padre, encantando; ahora, el que sea padre y profe a la vez. ¡Uf! Qué follón. Pero ya digo, como soy novato, se ve que no me entero muy bien.
Malditos roedores, me las vais a pagar todas juntas.
Ahora que ha pasado el 20 de febrero puedo hablar de ello con cierta tranquilidad. Pero hasta ese viernes de carnaval. De locos. Para volverse o volvernos majaras.
Soy debutante en asuntos colegiales. Y además lo hago por partida doble, de modo que la cosa se complica un poquito más de lo habitual. Voy a dejar atrás lo concerniente a esos horarios de adaptación y a esa larga lista de material escolar con marcas determinadas de lápices, colas y demás; no sólo porque ya queda lejana en el tiempo, si no porque es una prueba superada.
Tampoco me voy a extender en lo relativo al aula matinal y al comedor escolar. Básicamente porque a nosotros sólo nos ha supuesto una dosis de organización per la matina y una sobredosis de tranquilidad.
Pero. Siempre hay un pero… las actividades complementarias o extraordinarias o como quieran denominarlas. En Navidad, disfraces de pastorcillos. No problem. Fuimos previsores (a la fuerza ahorcan, era la talla más pequeña). Cuando estaban en la guardería les compramos unos que nos han servido 3 años. Y como no hay 3 sin 4 ó 4 sin 3; el año que viene seguro que les valen también.
¿Y en Carnaval? This is the problem. 10 días antes del viernes señalado nos solicitan que ese día vayan disfrazados de ratoncillos (puestos a elegir, hubiera preferido un disfraz de gato; pero no me dieron a elegir). A priori parece sencillo. Sólo hay que ir a una tienda y comprar los disfraces. ¿Sencillo? ¿Por qué no avisaron a principio de curso de que este año tocaba disfraz de ratón? ¿Por qué a alguna tienda no se le ocurrió preguntar al colegio o a quien corresponda de qué tocaba disfrazarse este año? ¿Por qué había disfraces de todo bicho viviente, incluidos gatos, menos de ratoncitos?
¿Se imaginan el cuadro? Padres y madres recorriendo la ciudad en busca de un disfraz, en mi caso dos, de ratón. Dependientes y dependientas de tiendas y almacenes, al unísono, no, no tenemos disfraz de ratón, vamos a poner un cartel en la puerta. Y supongo que pensando, este año nos vamos a comer los disfraces pequeños y la de pasta que estamos perdiendo. Sí. Porque éstos si pierden. No es que dejen de ganar. Pierden.
Al final, hubo suerte. Mi santa encontró ¡como no! en una tienda de chinos, un par de disfraces de Mickey Mouse y salimos del paso. Otra prueba superada.
Y yo, no es por hacer sangre. No es por acongojarme. Ignoro cuándo y en qué curso hacen la primera excursión; pero presumo que nos avisarán sólo con unos días de antelación. Y ya ven, empieza a preocuparme. Por cierto, y qué disfraz tocará el año que viene.
Como decía soy debutante y por eso no termino de coger el paso o no acabo de enterarme bien de qué va esto. ¿Por qué? Porque ahora resulta que el problema de la educación en Andalucía es adelantar una semana, ni eso, 5 días, el inicio del curso escolar. Dicen que por una cuestión de mejorar la calidad de la enseñanza. Yo pienso que tiene más que ver con eso que llaman conciliación laboral y familiar. Al final es una medida que contenta a unos muchos, los padres, y enfada a unos pocos, los docentes. Y yo como padre, encantando; ahora, el que sea padre y profe a la vez. ¡Uf! Qué follón. Pero ya digo, como soy novato, se ve que no me entero muy bien.
Malditos roedores, me las vais a pagar todas juntas.


Hoy 10 de febrero de 2009 era un día histórico para Jaén, por vez primera en la historia la Junta de Andalucía celebraba su Consejo de Gobierno en la ciudad. Y este día pasará además a la historia por el éxito de la concentración de periodistas, convocada por la Asociación de la Prensa (APJ) con el lema "No más despidos de periodistas", para llamar la atención sobre la situación laboral de los periodistas. Los profesionales de la información que desarrollan su labor en Jaén están alarmados, igual que en el resto de Andalucía y de España, tanto por la pervivencia de la precariedad laboral como por el despido de periodistas o la cicatería en sus contratos o relaciones laborales, tales como la obligación de hacerse autónomo para desarrollar el trabajo, la reducción de colaboraciones, los horarios stajanovistas, la falta de pago... escudándose en la crisis. Informar con rigor y veracidad, y garantizar el derecho a la información han hecho que los periodistas dejen a un lado su propia situación laboral y mientras informaban de la precariedad, del cierre de empresas, de los eres y los despidos de otros miles de trabajadores, mantenían a la sociedad en la ceguera más absoluta respecto a su propia realidad laboral. La prensa es, sin duda alguna, uno de los pilares del estado de derecho y de la democracia, al menos de la española, pero la precariedad laboral del periodista significa a medio y largo plazo una merma en la calidad de la información y el avance de la desinformación. Una sociedad menos informada o mal informada es una sociedad menos libre. Y ese es un asunto que nos concierne a todos, a los periodistas y al resto de la sociedad.