jueves, 19 de febrero de 2009

De cine

Los parados contamos los días de la semana. De lunes a viernes. No se porqué, pero los contamos. Como si fuera importante. Creo que es para que llegue el fin de semana cuanto antes. Como un retorno a la “normalidad”. Como si el resto de la semana fuera un poltergeist.
Y deambulamos. Sin prisa y sin rumbo. Penando por la falta de empleo. Segismundo, más que pecado cometí. Vagamos. Callejeamos. Como el gato. Y como el vagabundo.
El cineasta Fernando León agrupó a los sin empleo bajo el paraguas de ‘los lunes al sol’. Ayer fue miércoles, para mí un miércoles al sol. Deambulé y callejeé. No me quejo. No fue un mal día, tampoco bueno, pero no fue malo. Los días anteriores fueron peores. Han sido jornadas duras. Recibí un golpe inesperado y me costó recuperar el aliento.
Allí estaba yo en el centro del cuadrilátero, sin el baile de pies básico para cualquier aprendiz de púgil, quieto como una estatua, con la guardia baja. Relajado. Y recibí un golpe bajo, que me hizo doblar la rodilla. Los golpes bajos no duelen por ser bajos, duelen por quien te los da. Bueno, también duelen, porque todos los golpes duelen, pero éste me dolió más por quien me lo propinó. Así que he estado acusando el maldito golpe varios días, abriendo la boca como un pez para coger algo de aire, braceando para recuperar el resuello. Y a la vez apretando los dientes, para que el demonio que llevamos dentro no saliera del abismo donde intentamos aislarlo. Y acordándome de los cubanos y su sempiterno son “ya tú sabes, lo que no mata, engorda”.
Pero yo ni muero, ni engordo. Vana esperanza. La de engordar, se entiende. La otra, la ilusión de salir adelante, el anhelo de reingresar en el mercado laboral lo vamos minando cada día. Hasta el tipo más optimista debe estar apesadumbrado. Primero era el 2009 el año en que íbamos a vivir (sobrevivir) peligrosamente y ahora, nos anuncian que el 2010 tampoco va a ser el año de las luces. ¡que no son gigantes mi señor Don Quijote, que son molinos! O al menos la rueda del molino. Esa con la que nos hacen comulgar, a creyentes y a paganos, cada día. El 2011, como la cosa siga así, que nos den arsénico, por compasión.

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