domingo, 24 de abril de 2016

La flor y la palabra

El 23 de abril sigue siendo una de las fiestas más hermosa. Y en Barcelona continúa la tradición de unir rosas y libros. La flor y la palabra. La equiparación, al menos por un día, de la creación de la naturaleza con la de los humanos. 
El homenaje a Miguel de Cervantes y William Shakespeare, pero también a los que escribieron antes y a los que escribieron después. A todos aquellos que dieron un lugar a las letras y nos hicieron partícipes de ese lugar. A todos aquellos que hoy comparten ese espacio de letras con nosotros. 
En cierta medida cada vez que abrimos un libro es 23 de abril. Y también en cierta medida podemos afirmar que las palabras florecen en sus páginas como las rosas en el rosal. De modo que las bibliotecas bien pueden ser jardines de libros donde la flor más visible es el saber. 
Sacar los libros a la calle es abrir ese jardín a paseantes y amantes de los libros. Una ofrenda que va más allá del mero acto mercantil, aunque no pueda obviarse su existencia. 
Y la unión de la rosa y el libro invitan al paralelismo entre la labor del escritor y el jardinero. Se aprecian la aplicación con mimo del conocimiento y la ausencia de prisa en el cuidado de la flor y la palabra y se intuyen las horas de soledad frente a la planta y las hojas a la espera de los brotes. 
Todavía hay quien se cuestiona para qué sirven las rosas y los libros. No hay una respuesta única, pero quiero pensar que quien se acerca a la rosa será capaz de renunciar a la espada y que quien se acerca a la palabra sabrá discernir quién entre San Jorge y el dragón es la bestia.

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