Piratas de pantalón corto. Regresan tras las vacaciones para reencontrarse con sus compañeros de correrías; camaradas de escasos palmos con los que atravesar mares y océanos y navegar en barcos con la bandera negra de la calavera y los huesos cruzados.
Ajenos a virreyes y virreinas que ordenan, al margen de lo que dicta la corona, levantar patíbulos en sus dominios para escarmiento de dómines, sólo piensan en retornar a Tortuga, donde juego y aprendizaje se mezclan con la capacidad de soñar y la pericia de sus mentores.
Poco importan también los miedos de los progenitores, aquellos que un día fueron piratas y hoy en su mayoría se asemejan a los gobernadores de los imperios. Temerosos ante lo que deparará el mañana, prisioneros del presente y protectores por exceso de los pequeños bucaneros.
Su nave zarpa de Infantil a Primaria. Y lejos de las dudas de los padres, pasean arrogantes por cubierta, dispuestos para el abordaje. Convencidos de que ya son mayores y de que el mundo está a sus pies, porque saben leer, juntar un puñado de letras y resolver elementales sumas y restas.
Sus armas son lápices de colores, ceras y rotuladores. Y lo más parecido a un sable es una tijera de puntas redondas. La mochila es su cofre del tesoro. Y los libros, mapas que dibujar.
Los miras, y no hay espejo que refleje con igual certeza el paso del tiempo. Y es entonces cuando aparcas los miedos, para recordar aquellos días en que fuiste un pirata y navegabas por lejanos mares en barcos con la bandera negra de la calavera y los huesos cruzados. Cuando desconocíamos la existencia de Ítaca y el sueño era el País de Nunca Jamás.
Ajenos a virreyes y virreinas que ordenan, al margen de lo que dicta la corona, levantar patíbulos en sus dominios para escarmiento de dómines, sólo piensan en retornar a Tortuga, donde juego y aprendizaje se mezclan con la capacidad de soñar y la pericia de sus mentores.
Poco importan también los miedos de los progenitores, aquellos que un día fueron piratas y hoy en su mayoría se asemejan a los gobernadores de los imperios. Temerosos ante lo que deparará el mañana, prisioneros del presente y protectores por exceso de los pequeños bucaneros.
Su nave zarpa de Infantil a Primaria. Y lejos de las dudas de los padres, pasean arrogantes por cubierta, dispuestos para el abordaje. Convencidos de que ya son mayores y de que el mundo está a sus pies, porque saben leer, juntar un puñado de letras y resolver elementales sumas y restas.
Sus armas son lápices de colores, ceras y rotuladores. Y lo más parecido a un sable es una tijera de puntas redondas. La mochila es su cofre del tesoro. Y los libros, mapas que dibujar.
Los miras, y no hay espejo que refleje con igual certeza el paso del tiempo. Y es entonces cuando aparcas los miedos, para recordar aquellos días en que fuiste un pirata y navegabas por lejanos mares en barcos con la bandera negra de la calavera y los huesos cruzados. Cuando desconocíamos la existencia de Ítaca y el sueño era el País de Nunca Jamás.
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