sábado, 10 de abril de 2010

Presunción de inocencia

Los habituales de las tertulias radiofónicas y televisivas parecen haber olvidado que su cometido debía ser analizar los temas de actualidad desde los conocimientos y experiencias brindadas por el ejercicio de su profesión (y no hablo sólo de periodistas). Lejos de eso y con escasas excepciones como mi respetado José María Ridao optan por hacer de portavoces y altavoces de los respectivos partidos políticos y por convertir las tertulias en la cola de la frutería.
Esa profundidad y rigor en los análisis me alejan cada vez más de la visión o audición de estas tertulias. Aunque también he de reconocer que la falta de laboro ayuda, porque muchas de las radiofónicas las oía cuando me desplazaba en el coche a trabajar.
Ayer oí por casualidad una de esas tertulias radiofónicas, en la que una de sus colaboradoras habituales, de esas que deben pensar que opinar consiste en hablar mucho, afirmó sin complejos que la presunción de inocencia la dan los tribunales.
Yo, estúpido de mí, pensaba que la presunción de inocencia formaba parte de eso llamado Estado de Derecho y que los tribunales se encargaban de lo contrario, es decir, de demostrar o de intentar demostrar la culpabilidad, carente de presunción alguna.
Después de eso es fácil imaginar el desasosiego en que me hallo desde ayer. Me siento un ilegal, un “sin papeles”. Y mi único deseo es que llegue el lunes para acudir al juzgado más próximo y solicitar mi carnet, mi certificado o lo que sea que acredite mi condición de presunto inocente.
Supongo que será una acreditación personal, lo que me hace plantearme la necesidad de que mi santa también solicite la suya y preguntar sobre si mis peques han de atestiguar también su inocencia; aunque imagino que por edad serán considerados poseedores natos de ésta, nunca se sabe.
Necesito recobrar la calma y dejar de ir como hoy a comprar el periódico o al supermercado mirando a mi alrededor como si me siguieran, desviando la mirada de la pareja de policías con la que me he cruzado y temiendo que mi condición de indocumentado de presunción de inocencia se refleje en el rostro.
Pueden imaginar mi tribulación y eso que algo debía haberme olido en estos tiempos de proliferación de chorizos; pero ya ven, a mí hasta la fecha del único 'presunto' del que me interesaba la acreditación era el pata negra.

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