viernes, 13 de marzo de 2009

Serpientes

Pensaba en los huesos de la tierra, en esqueletos que no bailarán sobre sus fosas, en restos de los desaparecidos que no se moverán, ni removerán. Al menos por ahora. Y en esta pensada recordé a Silvio Rodríguez y me ha parecido apropiado soñar con serpientes. Con una de dos cabezas.
Una serpiente bicéfala reptando por el Senado. Serpentearon 233 veces (PP y PSOE, a los que se unió en esta cámara CiU) para que los restos de los desaparecidos permanezcan más tiempo en las fosas comunes, en las profundidades de la tierra.
Ni siquiera les removió la apelación a “la compasión” del senador Sampol, defensor de la proposición rechazada. A unos, porque en sus filas reposa el espectro de los verdugos y sus descendientes; y a otros, porque no quieren creer y desarrollar la ley que impulsaron y aprobaron: la Ley de Memoria Histórica.
La guinda, agria, la puso la senadora socialista Susana Sumelzo, situando las competencias en “sanidad mortuoria” o en “cementerios y servicios funerarios” en ayuntamientos y comunidades autónomas. Qué triste olvidar las competencias sobre la dignidad, la justicia y la vergüenza.
Esa misma serpiente reptó en el Congreso de los Diputados. De nuevo PSOE y PP serpentearon para no resarcir económicamente a los miles de ciudadanos expoliados por los vencedores tras el Glorioso Alzamiento.
Cito literalmente al periodista Antonio Avendaño en su columna “Legislar, exhumar y dignificar a medias”, de Público: “El presidente quiso dar digna sepultura a quienes no la habían tenido, pero si las víctimas a quienes iba dirigida la ley fueron en su día enterradas malamente y a medias, ahora resulta que las pobres están siendo también desenterradas a medias, exhumadas a medias, dignificadas a medias. Lo único que hicieron completamente y a conciencia fue morirse”.
Yo diría que más bien murieron por la falta de conciencia. De los que dispararon. Y ahora de los que reptan en ambas cámaras. En las que paradójicamente reside la representación del pueblo; al que no deben pertenecer los que portan el ADN de los desaparecidos, de los que habitan en las profundidades de la tierra. En cunetas, en fosas o en pozos.

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