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domingo, 31 de enero de 2010

Tolerancia y reflexión

El tiempo, el paso del tiempo, los años, me han vuelto más tolerante y más reflexivo. Y aún así a veces me sale un ramalazo de zorrocotroco que pone en riesgo ambas conquistas: tolerancia y reflexión. Sin embargo ese devenir temporal no ha logrado atemperar mi vehemencia, que sólo consigue que parezca enfadado y que sean malinterpretadas mis palabras.
Por ello es frecuente que cuando critico la forma en que algunos compañeros ejercen la profesión, automáticamente alguien se altere y me pregunté sí yo lo haría mejor. La respuesta suele ser negativa: no lo haría mejor; lo que no implica que ese compañero lo haga bien. Porque mis defectos, mis virtudes, mis carencias y mis capacidades no hacen al otro mejor.
De igual manera, si censuro el desembarco de marines en Haití, inmediatamente se me etiqueta de antiamericano (lo correcto sería tacharme de antiestadounidense), pese a que no lo soy. No me gustan determinadas actuaciones de los gobiernos estadounidenses, de igual manera que no me gusta la doctrina Berlusconi o algunas actuaciones de los distintos gobiernos de España o de otros países, pero Estados Unidos me parece un gran país y por ejemplo, en lo concerniente a mi profesión ha creado escuela.
Así que soy consciente de que sí afirmo que cada vez me gustan menos los políticos, es posible que algunos se vean tentados de tacharme de lo que no soy. O igual aciertan. Pero es verdad, cada vez me gustan menos. Quizás porque rechace esa condición de mal necesario, para abrazar la de mal evitable; que es aquel que no tiene lugar.
Entiendo que en el desarrollo de cada persona se puede producir una evolución o una involución. Por lo mismo, entiendo que un partido conservador civilizado evolucione en materias como los derechos sociales o el medio ambiente y se acerque a postulados progresistas e incluso llegue a enarbolar banderas y estandartes que no hace mucho eran o pensábamos que eran patrimonio de los progresistas. Ahora, me cuesta más entender que un partido progresista involucione hacia propuestas conservadoras, contrarias a su propia naturaleza o a su origen, y que ese giro se base única y exclusivamente en la cuenta de resultados, es decir, en réditos electorales.
Puede que esa sea la causa de la desafección que se está produciendo entre los políticos y el resto de los ciudadanos. Eso y la radicalización, aunque sea de cara a la galería y barnizada de demagogia, sin medir las consecuencias reales de la misma. Una brecha peligrosa, que de no atajarse conducirá irremediablemente a la intolerancia y a la irreflexión.

viernes, 11 de diciembre de 2009

De nuevo, Berlusconi

Cuando uno es joven tiende en demasía a tirar de atributos y ponerlos encima de la mesa. Siempre de palabra. Pero a determinada edad y en boca del primer ministro de un país suena a fanfarronada y a mal gusto.
A Berlusconi parece que el escenario italiano le parece insuficiente y ha decidido trasladar sus bufonadas a otros países; en esta ocasión a Alemania, ya que ha sido en Bonn, en la reunión del Partido Popular Europeo (PPE), donde el primer ministro italiano ha alardeado de sus “pelotas” y de su condición de “super premier”.
Como si se tratara de un participante del ya desaparecido Club de la Comedia, Berlusconi se permitió contar un chiste protagonizado por él mismo, Obama, el Papa y un joven; rememorando aquellos viejos chistes españoles de un francés, un inglés… Puro humor.
De paso, entre gracieta y bufonada, aprovechó de nuevo para criticar al presidente de la República Italiana, a la Corte Constitucional…, es decir, a toda persona o institución que esté en desacuerdo con su gestión política. Simplificando, en la línea berlusconiana, el que no está conmigo es de izquierdas. Un rojo, para que nos entendamos. E intuyo, siguiendo esa misma línea, que de escasos atributos.
La estrategia por repetida ya no debería sorprender a nadie; primero, una muestra de su cara chistosa, y a continuación, una nueva demostración de fascismo e intolerancia. Berlusconi no sólo avergüenza a los italianos, se ha convertido en una vergüenza para Europa. Pero por lo visto, ni sus propios correligionarios del PPE, incluido Rajoy, son capaces de enmendarle la plana a “il nuovo ducce” y optan por reírle las gracias y mirar hacia otro lado, ignoro el motivo, cuando retrata sin recato su talante democrático.
Sí el neofascista Fini es el único antídoto a los excesos de Berlusconi, algo no funciona en Italia, y por extensión, en Europa.

Foto: Berlusconi, en el momento de contar su chiste en Bonn. AFP (Publicada en El Mundo.es, viernes, 11 de diciembre de 2009).