La Jaén que fue deja los posos de la memoria, lugares de referencia y los supervivientes que se mezclan con rostros y recuerdos de los ausentes.
Salgo este Jueves Santo por causas sobrevenidas y para estirar las piernas ante mi inminente reclusión en my house.
Veré salir a la Veracruz, una de las cofradías de uno de mis abuelos que tuvo la fenicia ocurrencia de hacer cofrades a los guardias civiles de toda España, porque uno de mis filios, paradojas de la vida, ha decidido desfilar esta Semana Santa en las filas de la Legión romana; y no precisamente para conquistar las Galias.
Quien me conoce sabe que mi fe reside en los seres humanos y que levanto la vista al cielo, sin despegar los pies del suelo, para soñar e imaginar las cometas volar.
Respeto las creencias ajenas, pero soy consciente de los caminos entrecruzados de lo religioso y lo pagano en celebraciones como la Semana Santa, que, además, en los últimos tiempos se ha inclinado a lo frívolo. No por ello deja de ser espacio para el encuentro y el reencuentro. Para mí en las procesiones de la Semana Santa de Jaén siempre prevaleció la plasticidad y la estética. Era un tiempo de disfrutar de ello y de amigos y conocidos.
Hoy no ha sido distinto. Ambiente en las calles del casco antiguo y reencuentro con los de aquí y los de allí, los de aquella Jaén que fue. Hallo a Marcos Gutiérrez Melgarejo y junto al afecto de años compartimos recuerdos y anécdotas de los que ya no están. Se suman al encuentro Rafa Palomino y Pilar, e, inevitablemente, surgen vivencias de su hermano Carmelo y de mi padre, de Luis 'Millones' y de algunos de los ausentes que siempre eran protagonistas en estas fechas.
Asevera Rafa, y acierta, que ya no hay personajes como ellos en Jaén. De esos personajes que eran, también y de alguna manera, señas de identidad de la ciudad y parte de su paisaje, de "los que veías en la calle".
Las calles siguen ahí. Y el bullicio de los festejos. Conviviendo con una memoria que se pierde y se difumina según nos vamos despidiendo. Nos agarramos a ese poso, contemplando un clavel, como aquellos del Abuelo que cada Viernes Santo dejaban en casa de mi abuela MamaConcha, cuyo color rojo simboliza la sangre derramada de los inocentes. Esa misma sangre que, desgraciadamente, fluye como un manantial.
Foto: Clavel en un vaso de cristal a modo de adorno en la Peña Flamenca de Jaén.