miércoles, 14 de febrero de 2018

La ética y la responsabilidad del periodista

Uno tiene la sensación de que Jaén solo es noticia de cara al exterior cuando se informa de un hecho negativo o una tragedia. Como si aquello de una “buena noticia, no es noticia” fuera cierto. 
La provincia fue noticia la semana pasada por dos hechos: la condena a un joven que sustituyó la cara de Cristo por la suya en un fotomontaje en Instagram y la presunta violación a un menor por otros menores en un colegio público. 
La primera de las noticias nos sitúa en el ámbito de la libertad de expresión y los límites a esa libertad, cada vez más exigua con medidas como la denominada ‘Ley Mordaza’. También nos sitúa en un escenario de hipocresía y conservadurismo y nos recuerda que todavía en el siglo XXI hay una larga lista de personas, instituciones y creencias intocables. 
La segunda es más preocupante desde el ámbito periodístico. No solo por el hecho en sí, sino por el papel de algunos medios de comunicación en la difusión de una noticia protagonizada por menores.
Radio Úbeda, que destapó la noticia, tuvo a bien no difundir el nombre del pueblo donde se había producido y se limitó a reseñar una localización geográfica comarcal, la Sierra de Cazorla. Primaba la privacidad de los menores y sus familiares y un sentido ético del ejercicio del periodismo. 
Al día siguiente otros medios como los periódicos Diario JAÉN, IDEAL Jaén y Viva Jaén siguieron los pasos de la emisora de Multimedia Jiennense y tampoco desvelaron el nombre del pueblo.
Desgraciadamente otros medios optaron por revelarlo, con el agravante de que uno de ellos es un medio de comunicación público, el de todos los andaluces. No voy a demonizar a Canal Sur, pero es obvio que ha errado y que como servicio público debería tener en cuenta aspectos como la ética y la responsabilidad social de los periodistas y los propios medios. 
La noticia es el hecho, pero el periodista está obligado también a indagar en el origen y a evaluar las consecuencias. Este caso es un claro ejemplo, porque el presunto delito tiene como víctima y agresores a menores y se ha cometido en un pueblo pequeño, lo que incrementa la vulnerabilidad y la presión sobre los protagonistas y su entorno más cercano. De modo que un mal ejercicio del periodismo puede contribuir a agravar las consecuencias. 
A los periodistas se nos exige rigor y veracidad. También autocontrol. Algunos han renunciado a ello para apostar por el espectáculo y el morbo. Sinceramente creo que en esta ocasión por parte de Canal Sur no es el caso, pero sí ha habido una mala praxis periodística. 
Como periodista quiero pedir disculpas a la presunta víctima, a su familia, a sus vecinos y al resto de la sociedad. Podemos cometer errores, pero no podemos perder de vista el papel y el poder de la información y por tanto, nuestra responsabilidad al informar. 
Pido, también como periodista, que pongamos el énfasis en lo ocurrido para demandar controles que impidan la repetición de sucesos de esta índole. Dejemos sobrevivir a los protagonistas de esta truculenta noticia. Y prestemos más atención a la labor y a las denuncias de organizaciones como Save The Children.

Mi artículo para SER Úbeda, del 13 de febrero de diciembre de 2018.

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