domingo, 7 de enero de 2018

Propósitos y despropósitos

Acaba de empezar un nuevo año y es habitual la elaboración de un listado imaginario de cosas a realizar en ese tiempo venidero. Un listado con unas tareas que generalmente no se emprenden y cuando se hace, con excepciones, no suelen terminarse. Es una declaración de buenas intenciones o al menos, de intenciones. 
En política ocurre algo parecido, coincidiendo con el final de las vacaciones de verano y con el principio de año. Como si el resto de meses no contase o como si esa euforia postvacacional se diluyera al contacto con la realidad. 
En Jaén no somos ajenos a esa práctica, aunque uno tiene la sensación de que este 2018 se nos va a hacer muy largo, porque el horizonte para nuestros políticos es 2019, año electoral, y la cifra redonda parece 2020. 
Para muestra un botón, o en nuestro caso la mercería entera, la primera del año, no hay presupuesto municipal; se prorroga el anterior. Pero no se asusten, mal de muchos ya saben, el gobierno de Rajoy va por el mismo camino. Si el presidente puede, nosotros también, pensará el iluminado de turno en nuestro Ayuntamiento. En esto de no llevar cuentas o hacerlo en A y B algunos ya son maestros y los “paganinis” siempre somos los ciudadanos. 
¿Queremos una lista de buenos propósitos para 2018? Por supuesto, pero nos conformaríamos con que no se incremente la lista de despropósitos, incluso que se suprima alguno de ella. Me pregunto si tan díficil era semipeatonalizar el centro de forma planificada y no a la carrera para poder acceder a los fondos DUSI en segunda convocatoria; recordarán que en la primera y según el alcalde nos la jugábamos “al todo o nada”, salió nada y se repartieron 15 millones de euros entre las restantes capitales andaluzas. Me pregunto porqué es tan fácil gastarse más de 100 millones de euros en un tranvía y tan difícil ponerlo en marcha. Me pregunto porqué y con razón es tan fácil la crítica a los vándalos cuando se destroza el mobiliario urbano o cuando se hacen pintadas en muros y paredes y porqué algunos omiten esa crítica cargada con la misma razón cuando es el propio Ayuntamiento el que atenta contra el patrimonio y practica el vandalismo en el casco antiguo. 
Sustituir los adoquines por hormigón como se está haciendo en la calle Fernando IV es, salvando las distancias, como encalar la Catedral. Una barbaridad. Y créanme, hay quien sigue pensando que la única justificación para mover los adoquines es la posibilidad de hallar debajo el mar. 
Soñar es posible hasta debajo de las piedras. Feliz año. Y buenos propósitos.
 
Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 4 de enero de 2018.

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