jueves, 27 de abril de 2017

Los dueños de la calle

No es la primera vez que voy a hablar de este asunto y temo que mirando el futuro con cierta perspectiva no será la última.
Lo cierto es que en Jaén por unas causas o por otras asistimos permanentemente a la invasión de la vía pública. Los invasores varían, pero el hecho no. Ese espacio de la ciudad que nos pertenece a todos nos es arrebatado ante la complicidad o la inacción de quienes deben contribuir a preservarlo.
Ya sean las terrazas de los bares, las tribunas de la carrera oficial de la Semana Santa o el botellón el resultado es el mismo: la ocupación de lo público en beneficio de unos pocos y en detrimento de la mayoría. Recordaba a Manuel Fraga, del que decían que tenía en su cabeza el Estado, y su “la calle es mía”.
Se critica o se respalda en función de convicciones, ideologías o intereses. Es decir, que me parece bien si se invade el espacio público por algo en lo que yo creo o estoy de acuerdo y me parece mal cuando la invasión es por algo contrario a mi forma de ver las cosas.
Poco importan el despropósito y el resultado final, que en todos los casos repito es el mismo. Eso sí, el día que ocurra algo grave nos echaremos las manos a la cabeza y clamaremos contra diestros y siniestros. 
La invasión de la carrera por las tribunas de la Semana Santa es una cuestión de mercaderes, no de creyentes. Las procesiones son como los desfiles militares, una demostración anacrónica. Y la religión ha de estar en los templos. 
Recuerdo a aquel cura que colgó en su parroquia un cartel pidiendo que los feligreses apagaran los móviles, “para hablar con Dios no se necesita”. 
Lo suscribo, con Dios se habla a solas. Y a poder ser en voz baja, incluso en silencio. A fin de cuentas, como dijera Machado, “quien habla solo espera hablar a Dios un día”. Y para eso no se necesita invadir la vía pública. Ni comer pipas. 
Ya sé que con más de 55.000 parados, en Jaén toda ayuda es poca. Hay quien pone velas a Dios y al diablo. Hay quien espera turno para el besapié de “El Abuelo” y hay quien pide número en el paro.
De una forma u otra todos guardamos la vez en la cola de los milagros. 
Pero la libertad de credo debe ser real. Incluso para no creer. Y la vía pública un espacio de convivencia, marcado por la tolerancia y el respeto.

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 27 de abril de 2017.


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