viernes, 21 de febrero de 2014

Partidarios del alboroto

La calle habla. Y en ocasiones ruge. Y nunca lo hace a gusto de todos. Los partidarios del alboroto avivan el fuego con combustible. In situ o desde la distancia, incluso algunas veces con el micrófono o la pluma. Poco importa que el fuego tenga efecto purificador, porque su deseo es achicharrar personas, ideas y derechos al modo de aquellos otros no tan distintos que arrojaban con entusiasmo los libros a las llamas.
Los cobardes siempre necesitan algo o a alguien para esconderse, pero no ocultan su desprecio por aquellos que con su presencia y con la palabra defienden causas todavía merecedoras de ello.
Manosean el diccionario y ensucian la lengua para agitar como un triunfo los calificativos que de viva voz o impresos lanzan contra aquellos partidarios de la libertad, pero contrarios a la violencia. Idealistas, trasnochados, románticos, revolucionarios…
Llegados al paroxismo jalean las cargas policiales, los cañones de agua e incluso las balas perdidas que disparadas al cielo asesinan a enanos. Sienten una excitación adolescente al contemplar las imágenes de rostros ensangrentados y de brutales agresiones amparadas en la aritmética del 4 frente a 1.  Y no dudan en afirmar que es una cuestión de orden, mientras calculan con un brillo en los ojos y saliva en la comisura de los labios los dividendos tangibles e intangibles que reportará el mantenimiento de ese orden. Convencidos de que alcanzada la solución, el paso de los días impondrá adocenamiento y olvido, aunque lo haga a partes desiguales.
Ucrania, Venezuela... al arbitrio del consumidor.
Imagen: Plaza de Tiananmen (China). RTVE. 1989

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