La
calle habla. Y en ocasiones ruge. Y nunca lo hace a gusto de todos. Los
partidarios del alboroto avivan el fuego con combustible. In situ o desde la distancia, incluso algunas veces con el
micrófono o la pluma. Poco importa que el fuego tenga efecto purificador,
porque su deseo es achicharrar personas, ideas y derechos al modo de aquellos
otros no tan distintos que arrojaban con entusiasmo los libros a las llamas.
Los
cobardes siempre necesitan algo o a alguien para esconderse, pero no ocultan su
desprecio por aquellos que con su presencia y con la palabra defienden causas
todavía merecedoras de ello.
Manosean
el diccionario y ensucian la lengua para agitar como un triunfo los
calificativos que de viva voz o impresos lanzan contra aquellos partidarios de
la libertad, pero contrarios a la violencia. Idealistas, trasnochados,
románticos, revolucionarios…
Llegados
al paroxismo jalean las cargas policiales, los cañones de agua e incluso las
balas perdidas que disparadas al cielo asesinan a enanos. Sienten una
excitación adolescente al contemplar las imágenes de rostros ensangrentados y
de brutales agresiones amparadas en la aritmética del 4 frente a 1. Y no dudan en afirmar que es una cuestión de
orden, mientras calculan con un brillo en los ojos y saliva en la comisura de
los labios los dividendos tangibles e intangibles que reportará el
mantenimiento de ese orden. Convencidos de que alcanzada la solución, el paso
de los días impondrá adocenamiento y olvido, aunque lo haga a partes desiguales.
Ucrania, Venezuela... al arbitrio del consumidor.
Ucrania, Venezuela... al arbitrio del consumidor.
Imagen: Plaza de Tiananmen (China). RTVE. 1989
No hay comentarios:
Publicar un comentario