viernes, 19 de noviembre de 2010

Fantasmagorías

Ayer la niebla jalonaba la carretera casi los más de 40 kilómetros que separan mi casa de la universidad. En algunos tramos incluso parecía engullirla. De modo que la vista no alcanzaba para ver más allá de unos metros, hasta topar con una cortina blanca y densa, rasgada ocasionalmente por las luces de los faros de los vehículos que iban en dirección contraria a la mía.
No es agradable conducir con niebla. Y sin embargo, hacerlo encierra un placer visual y perceptivo único. La propia carretera, las escasas construcciones ubicadas en sus inmediaciones y sobre todo, los campos de olivos. Fantasmagóricos. Con la niebla arrastrándose por la tierra, enroscándose en los troncos y ascendiendo hasta la copa de los árboles para blanquear el cielo. Igual que el humo del cigarro de un fumador juguetón y habilidoso dibujando espirales en el aire.
La niebla reduce el campo de visión y por momentos, parece borrar el paisaje, transformándolo en un lienzo casi irreal, en una atmósfera de ilusión, que a su pesar no puede evitar que ese manto blanco nos produzca una parcial ceguera. La misma que produce el humo de un incendio.
Hay quien parece vivir entre una niebla o un humo constante. Quien prende fuegos sin calcular la mecha y la carga explosiva y luego se sorprende del resultado. Hay quien huye de la fantasmagoría para esconderse en la privacidad. Pero los límites de ésta cada vez están más desdibujados y cuando se franquean, algo reprobable pero habitual, mostramos nuestra desnudez y exhibimos, involuntariamente, nuestras miserias.
Las cámaras, despreocupadas pero encendidas; los micrófonos, inmóviles pero abiertos, son las manos invisibles que nos desnudan. En un intervalo imperceptible, que a posteriori muta en un tiempo inacabable, liberamos la lengua y exhibimos lo mejor o lo peor que escondemos en el cerebro. Quedamos retratados. Como si se disipase la niebla.

2 comentarios:

  1. yo soy uno de ellos, vivo mi propia privacidad envuelto en la bruma tapada con niebla.

    lo siento.

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  2. Jesús, conviene no confundirnos con la niebla y recordar que entre ella también habitan los gorilas. Salud.

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