lunes, 7 de junio de 2010

La barra del bar


La barra del bar es como un cajón de sastre, donde todo parece tener cabida y donde todo lo guardamos. Como un receptor universal, donde depositamos vivencias, alegrías, cuitas, miserias, opiniones y dogmas.
Algunos dirán que es el morapio el que desata las lenguas y otros lo achacarán a la existencia de público dispuesto a escuchar y a intervenir; pero el caso es que en las tabernas, frente a la barra, cualquier parroquiano se desinhibe y es capaz de emular al cura en el púlpito o al congresista en la tribuna.
La licenciatura de la vida se manifiesta, en ocasiones cum laude, entre chatos y cañas. Sabiduría e ignorancia, experiencia y bisoñez. Voces en demasía subidas de tono, que también contribuyen a elevar el color púrpura en el rostro y a la embajada de paz del parroquiano más próximo.
Nunca llega la cosa a más, pues en realidad no es más que un desahogo. Pero hay dos asuntos: política y fútbol, presentes en cada conversación, capaces de hacer perder los papeles al más templado.
Últimamente abundan también inesperados expertos en economía y futurólogos. Tipos que tras unas cuantas rondas, supongo que para aclarar la voz, se acodan en la barra y como el torero dando el pase de desprecio mirando al tendido, se olvidan del morlaco y muestran el trapo en forma de lengua.
Dan pespuntes sin envidiar al sastre hábil con la aguja y hacen un traje con un retal de la realidad y los hilos del deseo y las convicciones. Poco importa si queda largo de pierna o estrecho de sisa. Pagan una ronda y argumentan que se hacen así, que lo han oído en la tele o lo han escuchado en la radio. Y ante tamaño saber enciclopédico siempre habrá alguien que asienta y afirme haber visto y oído lo mismo.
Otros menosprecian la barra del bar y a los predicadores de taberna. Probablemente porque no distinguen entre el desahogo ciudadano y el compromiso militante. Y porque confunden las tascas con las sedes académicas, parlamentarias o institucionales, donde en lugar de la crítica llana se practica la esgrima verbal. Ignoran que las tabernas son como templos, donde el único parecido del tabernero con el sacerdote es el reparto de vino y la escucha de confidencias, pero eso sí, sin aplicar penitencias. Y donde la barra es nuestro universal muro de los lamentos.

Foto: Bar "La Barra" (Jaén). Tomada de http://www.facebook.com/labarra?v=photos&sb=0#!/photo.php?pid=4430&id=1714065870


3 comentarios:

  1. Me he acordado ahora de que tengo que buscar en el diccionario la diferencia entre pespunte, hilvanado zurcido..............y también de sexo, desinhibición total del restro de parroquianas en conversación con tu propia mujer.

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  2. si es que donde esté una barra...Fíjate que eso me recuerda que la primera que yo pisé en Jaén fue la del Manila. Luego le siguieron muchas más...

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  3. Jesús, ese es el peaje que se ha de pagar en las tabernas, y alguna ronda. Salud.

    Rakel, el Manila, con ese friso de botellas de Soberano. Lo bueno de las barras es que es raro no encontrar alguna en cualquier lugar del mundo. Como tu taburete hongkonita.

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