miércoles, 28 de enero de 2009

Una patata caliente

Aquí sigo cociéndome como la gallina en el caldo. Ando a la búsqueda de esos nuevos yacimientos de empleo, que son más difíciles de encontrar que una veta de oro en California o en Alaska, en Klondine o en el Yukon. En tiempos de crisis dicen que la gente vuelve al patrón oro; de hecho está volviendo como a una nueva fiebre del oro. Aunque ayer, el gran día, el principio de una nueva era, The Big Hope relucía más que el oro. De hecho, ayer brillaba más el carbón y hoy sigue brillando en las primeras planas del mundo.
Yo huyo. Me abruman estos fastos. De hecho creo que son reminiscencias de los excesos de los monarcas absolutistas de la vieja Europa, que debieron viajar también en el Mayflower. Y realmente me parece un exceso esta exhibición, este despilfarro con el decorado de una crisis mundial y en el país responsable de esta crisis. Da igual. Había que coronar al emperador. Pero a mí sólo me seducen dos emperadores, a la plancha con ajo y perejil y el pequeño gran Napoleón, desde la historia y desde el celuloide. Aún recuerdo la primera vez que ví el napoleón de Abel Gance, en el Bellas Artes, junto al hotel Suecia, ¡que ironía! Francia y Suecia, Bonaparte y Bernardotte, juntos en la trasera del Banco de España. Recuerdo el blanco y negro en su largo metraje y La Marsellesa. No soy de himnos y banderas, pero La Marsellesa ¡oh la lá! que himno, que sueño de libertad.
Pues bien, como decía, huí. Cogí a mis hijos y nos fuimos a ver una exposición de pintura. Mientras el mundo asistía a la toma de posesión del presidente Obama, yo elegí a Zabaleta. Entre Zabama y Obaleta, optamos por el pintor de Quesada.
Zabaleta es un artista jiennense por desgracia aún semidesconocido, exento del reconocimiento pictórico universal que sin duda merece. Contemporáneo entre otros del mismo Picasso, se celebra ahora su centenario con un año de retraso. Cosas del Sur. Era un artista con el pincel y según cuentan, algo peculiar con la brocha. El hombre vivía sólo en su pueblo, con la única compañía de una mujer de edad encargada de las tareas domésticas. Por la noche y tras la cena, el artista pedía a esta mujer que antes de retirarse le sirviese una patata asada, en la que él, ya a solas, guardaba la brocha. Calmando así su apetencia sexual y sin duda, dejando la brocha escaldada.
Ha de ser el destino el que me llevó en la víspera a unir a Obama y Zabaleta, probablemente por que ambos coinciden, a su manera, en la posesión de una patata caliente: el primero, por herencia, y el segundo, por gusto, por mucho gusto.



Nota: la exposición Zabaleta 101 visitará 3 ciudades españolas durante 2009, Almería, Barcelona y Madrid. Abran los ojos y no dejen de verla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario