lunes, 14 de enero de 2019

Que la Santa nos bendiga...


Suenan las guitarras. Es el preludio instrumental. A continuación llega el turno de “Sin perdón”. Ese metal mezclado con el rasgar de las cuerdas nos lleva hasta la misma frontera del Río Grande e incluso es capaz de hacernos abrazar la fe para creer en la santidad de “la vieja puta del salón”.
Siempre fuimos tierra de frontera. Aquí en Jaén también tenemos nuestro río grande y nuestros espaldas mojadas, aquellos que viajaban en tren al Norte con el sueño de una nueva vida. Así que esos relatos fronterizos en forma de canción nos son familiares. Pero siempre hay que retornar al Sur, para volver en el camino sobre nuestros propios pasos; donde el polvo de las botas se puede sacudir, pero el poso no se borra.
Me gusta “Diente por ojo”, un tema que se anuncia para el siguiente disco, con el cual la banda entra en calor y Emilio Ramos (Emilio Ambolias) comienza a adueñarse del escenario. Se lo come. Siempre ha sido así, con Los Ambolias, Los Arrabaleros, en un tema con David y los Lola Nos Quiere o con su hermano Javier Arnal. Da igual, lo veo allí arriba y pienso que nació para eso. Los músicos que le acompañan tampoco son novicias: Rafa Hidalgo, Vicen Martínez, Juande Fernández y Juan Ramírez, así que no es extraño que suenen en directo como si llevaran medio centenar de conciertos. Lo único raro es que entre todos formen una Santa Banda. 
¡Ojo y oído a la SantaRosa Band!
Es cierto, cosas mías, que me siguen faltando en las letras un cacto y una serpiente con labios de mujer. De esas mujeres que te clavan en el corazón garras como las del águila caudal, lo despedazan y esparcen los trozos en ese desierto donde bajo las piedras duerme el alacrán y aún se oye el eco de la voz de ‘El hombre de negro’ desde el más allá. De esas que remueven los huesos en las tumbas y te hacen recordar que no necesitas un revólver en la guantera, pero nunca viene mal una lengua presta al disparo certero. De esas que te tatúan el alma con la tinta de las cicatrices y siempre se te aparecen en el fondo de un vaso en la noche en que resucitan los demonios. 
No puedo quejarme, obtengo un buen puñado de canciones “La rosa negra”, “Mezcal”, “La esquina dorsal”, “Cash” (homenaje al desaparecido Johnny Cash) y “Lazos de papel”; a las que se suman “Cruzar la frontera”, de Rafa Hidalgo, y “Hotel Esperanza”, de Vicen Martínez, y otro adelanto del próximo disco, “Santa Muerte”, una alegría en palabras de Emilio.
Tarareo “Lazos de papel” mientras doy cuenta de una rubia con espuma. “Esas costras malparidas….”. Y hurgo en la memoria de esas heridas y de aquellas historias dormidas que en ocasiones necesitan apenas un soplo para despertar. Las costras se secan con el tiempo, pero el picor no desparece y quema la piel hasta los mismos huesos.
No es la mejor de las salas y el frío no contribuye a que fuera sea una buena noche. A este lado del río se ve todo o casi todo con los cristales oscuros y siempre hay alguien dispuesto a clavar la tapa del ataúd. Aún así respiramos y dejamos que se muevan los pies. La trompeta no toca a degüello y no aspiramos al perdón. 
Que la Santa nos bendiga…, SantaRosa Band.
 

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