jueves, 12 de marzo de 2015

La vieja máquina de escribir


He visto una foto esta mañana de una vieja máquina de escribir y no he podido evitar la tentación. No veía el momento de llegar a casa. Buscar la llave, pequeña y antigua, que abre la caja y liberar por unos minutos de su encierro a la Smith Premier. Necesitaba golpear sus teclas, sentir deslizarse el carro y oír su timbre.
Todo objeto antiguo tiene una parte tangible, la que se puede tocar y contemplar. Y una parte intangible, que pertenece al ámbito de las emociones y los recuerdos. Quería disfrutar de ambas.
He encontrado la pequeña llave en una caja rectangular de metal, donde parecía inútil junto a varias de sus hermanas, de diferentes grosores y longitud y ojo ovalado. Obviamente he tenido que probar unas cuantas hasta que he logrado dar con la que abría la cerradura. Al hacerla girar y oír el clic no he podido disimular una infantil mueca de satisfacción. He levantado hacia atrás la tapa de madera. Y la he visto.
Me ha venido a la memoria aquella Underwood con la que jugaba en mi infancia. Aquella máquina que pesaba como el plomo y que siempre estaba en una de las habitaciones de la casa de mi abuela materna y que con el paso de los años acabó en un arcón en el rellano de las escaleras que llevaban del patio principal a la primera planta, donde se hallaba la zona destinada a vivienda.
Y cómo no, me he visto de adolescente, en el salón de la casa de mi abuela paterna, practicando con la Smith Premier; un monstruo de hierro comparada con la Olivetti portátil que utilizaba en mi casa. Sigue huérfana del tipo con el carácter de la "a" y la cinta se quedó en el camino. Pero se conserva mejor que muchos ordenadores.



No hay comentarios:

Publicar un comentario