lunes, 13 de octubre de 2014

Una nueva criatura de Rakel

Al morir el pintor, Carmelo Palomino, al margen de mostrar la hipocresía de aquellos que siempre le habían criticado, imagino que fruto de la envidia, logró que se extendiera la creencia de que su obra pictórica era escasa. Una patraña que, entre otras cosas gracias al inventario de esa obra realizado por Juan Manuel Molina Damiani, quedó demostrada.
Siempre que asisto al nacimiento de una nueva criatura de Rakel Rodríguez, o tengo conocimiento de ese alumbramiento, no puedo evitar pensar en esa "escasez" de la obra de Carmelo; porque como con aquel, existe la tentación de creer que Rakel, fundamentalmente poeta, es poco productiva en el proceso de la creación.
Y nada más lejos de la realidad. He perdido la cuenta, en realidad nunca la he llevado, de los poemarios escritos por Rakel, publicados la mayoría por ediciones RaRo, creo que con la excepción de "Rabia", publicado por Revista Groenlandia.
La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a la presentación de su último poemario "Donde nadie me encuentre" en El Pósito, un bar de cabecera que recomiendo a aquellos que visiten esta ciudad rodeada de olivos en la que habito.
Estas presentaciones en realidad son una excusa para vernos, para compartir una cerveza con versos, esta vez en boca del también poeta Joaquín Fabrellas y de la propia Rakel. Y sobre todo para confirmar que el afecto y las palabras tejen un hilo sólido que une a las personas más allá de la distancia.
Mantiene Rakel la costumbre de numerar los ejemplares de sus ediciones, limitadas por el carácter casi artesanal de las mismas. Hábito que puede llevar al error de pensar que el valor de la obra reside en el número limitado de ejemplares, en lugar de en las palabras que albergan.
A mí me ha tocado el 372. Al entregármelo, Rakel me preguntó si me iba bien. Le dije que sí, que yo era de letras más que de números, sin saber que el 372 estaba escrito también en letras. Aunque la verdad es que las letras que me siguen interesando son las que forman palabras, las que dan vida a sus versos para transformarse en estrofas y acabar en poemas que no entienden de atajos, ni de edulcorantes. Descarnados y vitales. Como una parte de ella.



He perdido otra batalla./ No sé cuántas me faltarán/ para dar por terminada esta guerra/ y rendirme. / Entregar las armas/ soltar el ancla/ bajar la mirada/ y decirlo con palabras/ me rindo/ no puedo más/ me equivoqué... Batallas pérdidas, "Donde nadie me encuentre", Rakel Rodríguez, 2014.

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