lunes, 20 de septiembre de 2010

Memoria de la desmemoria

Como una receta contra el olvido. Primero fue la familia de Jordi Solé Tura y ahora, la de Pascual Maragall. Escribe Carlos Boyero hoy en El País que el mismo origen tienen las memorias de Luis Buñuel, “Mi último suspiro”, aunque en este caso la enfermedad apresara a su madre y no al director aragonés.

“Bicicleta, cuchara, manzana”, dirigido por Carles Bosch, es el testimonio de los dos últimos años de la vida de Maragall; desde su anuncio de que padecía la enfermedad de la desmemoria, el Alzhéimer. Aunque el veterano político es la excusa y el protagonista de la cinta es el mal del olvido involuntario.

Sin embargo, algunos prefieren prestar atención a la figura del político frente a la relevancia de la enfermedad y aprovechan su presencia en San Sebastián, con motivo del estreno del documental en el Festival de Cine de Donosti, para cargar las tintas sobre Maragall. Es la España cainita, la que prefiere pasar de puntillas por lo importante para pisotear lo anecdótico; la misma que olvida que los enfermos no eligen enfermedad y que ésta no encuentra excusa para no realizar visita; aquella que siempre se siente acreedora y carece de escrúpulos o vergüenza, amén de una paciencia casi infinita, para cobrar su supuesta deuda.

Cáncer y Alzhéimer causan dolor y pavor con sólo ser mencionados. Tanto entre los diagnosticados, como entre aquellos que forman eso que podríamos denominar su entorno afectivo vital. Por eso la prioridad debería ser enfrentarse al dolor y al pavor, combatirlos y si es posible, derrotarlos o minimizarlos.

Actos como el de las familias Solé y Maragall son un ejemplo, como tantos otros de familias anónimas, de cómo enfrentarse al sufrimiento y al miedo; pero también son una muestra de que mantener la memoria individual o colectiva apenas necesita algo de esfuerzo y mucho de voluntad y generosidad.

Debe ser terrible no reconocer ni al tipo que se refleja en el espejo. De igual modo que sentirse un extraño en el escenario de nuestra vida y desconocer a aquellos que nos han acompañado en el viaje. Es la crueldad de una enfermedad que intenta convencernos de que ni siquiera hemos existido o lo que es peor, de que no existimos. Una crueldad que no sólo condena al olvido involuntario al que padece la enfermedad, porque también es capaz de hacernos olvidar al resto y crear el espejismo de que esa persona carece de memoria por estar privada de ella.

Contra el olvido sólo tenemos eso, memoria. De ahí la necesidad de recuperarla, de evitar que se pierda. De pergeñar una memoria de la desmemoria.

4 comentarios:

  1. Pero yo creo que si se reconocen, que de alguna manera esa enfermedad conlleva a una regresión a aquel punto de sus vidas en la que fueron felices o una etapa que les marcó, generalmente de su infancia, y recuerdan a su manera… Es como si vivieran en su propio mundo, un mundo paralelo que nada tiene que ver con el nuestro. En cualquier caso la peor parte se la lleva la familia. Ver lo que fue una persona y en lo que se convierten no es fácil de digerir.
    La otra enfermedad es diferente, claro que no es lo mismo que se la diagnostique a un niño que tiene toda una vida por delante, a un adulto en plenas facultades y con capacidad suficiente para discernir. Hay miedo, rabia, odio, amor, lucha, resignación, miedo, angustia, paz… La memoria se convierte en algo que solo es importante para los vivos, que no deberíamos olvidar que la vida es solo un paseo que dure lo que dure hay que saber andar y a ser posible, haciéndolo con elegancia y dignidad no exento de un toque de prepotencia y humildad, que al fin y al cabo todos somos humanos y ya se sabe todo eso sobre lo de eso de errar….
    Un bico.

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  2. Eauphelia, ignoro si se reconocen o se reinventan, pero es innegable su pérdida. Un beso.

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  3. Mi padre tuvo Alzheimer. No hay ninguna poesía en esa enfermedad. La fase final es terrible. El enfermo está absolutamente perdido. Es una mirada que nunca olvidaré.

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  4. Kanene, bienvenida al Callejón. Imagino que la enfermedad es durísima, pero tengo dudas sobre que no haya poesía en ello. Pienso que la hay desde la idea de que la poesía auna palabras y sentimientos; otra cosa muy distinta es que la poesía pueda mitigar el dolor o cambiar la realidad. Salud.

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