sábado, 15 de mayo de 2010

El triunfo de los infames


Consumada la venganza y abatida la pieza, lo peor de cada casa festeja. Sin disimulo. Poco importa que la paradoja como una profecía se haya cumplido y el juez Garzón se siente en el banquillo como único imputado por los crímenes del franquismo.
La de ayer fue una jornada triste. Aún siento la repugnancia, que sin embargo no me impide conocer y reconocer el paño de la derrota. El huevo presenta un agujero en su cáscara y la serpiente repta entre nosotros con una mueca en su boca parecida a una sonrisa y el mismo veneno del 36 en sus colmillos.
Con la ley en la mano, bordeándola, estrujándola, estirándola y buscando los atajos y resquicios, la extrema derecha, una parte considerable del PP, un juez supuestamente progresista apellidado Varela y el Tribunal Supremo han logrado su lugar en la galería de los horrores patrios y ya ocupan posición de privilegio en nuestra particular historia de la infamia. Algunos de ellos en realidad nunca abandonaron ese sitio, al que accedieron como herederos ideológicos o de sangre, o ambos, de los cómplices de la dictadura franquista; es decir, de los responsables de la ausencia y desaparición de los habitantes de fosas, pozos y cunetas.
Ayer en la Audiencia Nacional sonó un teléfono a las 13.20 horas para comunicar al juez Garzón que el círculo se había cerrado y que los verdugos exhiben condición de víctimas, a la par que cuelgan en sus salones la testa del magistrado.
Por eso y con la consciencia de que el juez fue siempre sólo una excusa, esta derrota debe contemplarse como algo momentáneo; como un golpe de mano a la democracia, que esta vez no debe ir más allá del revés en el camino de la recuperación de la dignidad y de la justicia. Hoy toca levantarse de nuevo y gritar más alto si cabe CONTRA LA IMPUNIDAD, frente al triunfo de los infames.
Foto: Despedida a Garzón, "Gesto de cariño", de Luis Sevillano, publicada en "El País", 14 de mayo de 2010.

2 comentarios:

  1. Yo nunca volví a creer en la justicia desde que un día un juez dictara que la niña era ciega de nacimiento. Entonces no entendí por que mi madre lloraba y mi padre maldecía cagándose en todos… ya sabes. Y es que desde mi ingenuidad, lo ilógico de la situación en vez de asustarme le restaba importancia. Después, no tarde en darme cuenta que mientras unos van cogidos de la mano pisando lo que haga falta para seguir estando, otros siguen perdidos. Como barcos a la deriva navegando por mares imposibles soñando en encontrar ese mundo feliz que solo parece anidar en sus cabezas.
    No importa. Yo sé que existe y seguiré navegando solitaria en mi chalupa, como como Sam Lowry al ritmo de Brazil, hasta que un día lo encuentre. Bico

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  2. Eauphelia, la justicia es ciega e insensible y ayuda a que demasiados anden a la deriva, perdidos. Asi que habra que buscar mares posibles. Un bico.

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