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jueves, 15 de octubre de 2009

Felaciones sociales

Andaba yo barruntando que hay quien confunde las relaciones sociales con las felaciones. Una confusión que le impide entender porque algunos solemos prescindir de acudir a ciertos saraos, reuniones o cualquier otro tipo de actos públicos, salvo para ver a los amigos y poco más. Entre otras cosas porque nada buscamos o esperamos, de modo que no tenemos necesidad de bailar el agua o de tragar sables.
Por el contrario hay algunos que no tienen el menor reparo en degustar pirulís de fresa para obtener su ansiada recompensa. El logro apetecido varía, así que hay quien se conforma con ser presidente de comunidad, mientras otros lo hacen por aparecer en los medios de comunicación: de igual manera que hay quien lo hace para conseguir un trabajo o quien aspira más alto y lo hace para ocupar un puesto en una lista electoral o un cargo en un consejo de administración. Se me ocurre que la lista de posibles premios debe ser larga, por lo que también la práctica deber ser más frecuente de lo que algunos llegamos a imaginar.
Llevaba un par de días barruntando sobre el particular, porque mi deambular no es sólo físico, cuando esta mañana he oído la voz de “dios”. Que nadie se lleve a engaños, no es mística, ni una enajenación temporal; es algo más terrenal, bueno quizás celestial, por eso de que las ondas viajan por el aire y mi audición ha sido a través de la radio. Pero eran las palabras de “dios”, aunque pura paradoja quien las pronunciaba sea un pobre diablo. Y como diría Quino por boca de Mafalda, “mirá vos que el mundo es pequeñito”. Ha de ser tal, porque descartada la telepatía entre “dios” y yo, debía ser cosa de la pequeñez del mundo que “dios” anduviera barruntando también sobre felaciones e incluso las recomendara, eso sí con mal estilo y de manera bastante inoportuna.
No me ofende “dios”, pero como dicen allá me da bronca que siempre echen la mierda en la espalda de los mismos. Fue el mejor en la cancha con un balón, al menos de los que yo he visto y siempre con permiso de Don Alfredo. Pero fuera de ella carece de talla; y no me refiero a su corta estatura.
Me alegro por la albiceleste, pero desearía que el hombre de nieve se dedicara a lo suyo y dejara a los demás con lo nuestro y sobre todo se ahorrase determinadas invitaciones. Es evidente que lo suyo no son las relaciones públicas, como es obvio que yo (y espero que los colegas argentinos me secunden) no voy a empezar ahora con las felaciones sociales, pese a que sea el mismo “dios” quien empuje a “que la chupen y la sigan chupando”, previa disculpa a las damas. Che qué boludo, ahora se creyó también un caballero.