lunes, 17 de octubre de 2022

091, gracias por tanto


Al día siguiente me duele la mitad del cuerpo. De brincar, hacer algo parecido a bailar y subir y bajar desde la izquierda del escenario a la barra, lo que supone recorrer el Auditorio de La Alameda longitudinalmente varias veces. También tengo la voz quebrada de cantar a grito pelado, provocando un destrozo a los oídos cercanos disimulado por la euforia colectiva.
Y aún así, conservo por la mañana la media sonrisa en el rostro y ese brillo en los ojos que no es más, ni menos, que el reflejo de un instante de felicidad guardado y proyectado en un cristal. Ese mismo instante que se repite, igual que el cosquilleo interior, cada vez que tocan 091 en directo.
No recuerdo cuando escuché a los Cero por primera vez. Sé que fue en Jaén. De igual manera que fue aquí donde por primera vez los vi tocar en directo, aunque los años han borrado de mi memoria el lugar. Después, muchas veces Jaén, Madrid…, hasta que llegó el adiós. Y luego, 2016; resucitaron y revivimos. Y aquí seguimos desde hace ¡¡¡40 años!!!
Nos reencontramos en este mes de octubre en Jaén, su segunda casa y la primera en nuestros corazones, rodeados de amigos. De nuevo comparto concierto de los Cero con Miguel Cobo, con quien disfruté de la “Maniobra de Resurrección” en la plaza de toros de Granada. Y me sorprende Jesús García, con quien coincido al entrar, al confesarme que es su primer concierto de los Cero.
Eso se queda en mi cabeza durante la noche y la mañana del domingo. Un concierto de los Cero por primera vez, ahora que están, probablemente, mejor que nunca. Imagino la expectación, los nervios, el preámbulo del deseo que se va a cumplir…, tantas cosas pasando por la cabeza y de repente, cuando suena “Man with a harmonica” ya no hay más, los Cero y una multitud de seguidores hambrientos de su música.
La fortuna hace que nos encontremos al mediodía del domingo, y en El Sanatorio, frente a unas rubias con espuma, responda a mi curiosidad. Cosecha del 83, el menor de 6 hermanos en una casa donde sonaban los Cero y, por unas cosas u otras, hasta ahora no había podido escucharlos en directo. Deuda saldada.
Eso me lleva a echar la vista atrás. A marzo de 2016 en Úbeda. El primer concierto de 091 al que asistieron mis 'piratas’, David y Sergio. Allí estábamos, en una noche con lluvia previa y frío, mi santa, los peques y yo. Tenían 10 años y desde entonces hasta hoy son parte de ese universo ceroadicto.

Granada, mayo de 2022

También recuerdo el último, el anterior al de este octubre en Jaén. En mayo en Granada, en el mismo escenario, el Pabellón de deportes, donde en diciembre de 2016, en otra noche de lluvia y frío, Antonia y yo cerrábamos la “Maniobra de Resurrección”; con un José Antonio García sin apenas voz, haciendo un ejercicio de profesionalidad, y un público entregado, convencido de que había llegado el final. No fue así.
En ese mismo lugar celebrábamos en ese mes de mayo de 2022 los 40 años de 091 en la música. Habían tenido que interrumpir la gira de “La Otra Vida” por la pandemia; el virus golpeó cerca y duro, y, por un momento, nubló el cielo; pero, una vez más, hubo resurrección y salió el sol para encontrarnos en el rock.
Esa noche en Granada supe que los Cero arriba del escenario y nosotros abajo ahora somos uno. Habíamos llegado a ese punto del camino en donde nos unimos para formar un todo. Quedaban atrás los sinsabores, la frustración de que aquella fantástica banda no tuviera el reconocimiento que merecía y las dudas. Tras cuatro décadas allí estábamos ellos y nosotros. Cada uno con nuestra vida, con nuestras historias, nuestros éxitos, nuestros fracasos… A sabiendas también de que muchos que estuvieron en ese camino, ya no están. Y todo eso, que es el bagaje de la propia existencia, era en aquel instante secundario. Ellos no son sin nosotros y nosotros somos por ellos. Una unidad indivisible.
Así que esta otra noche de octubre en Jaén quedan a un lado las incertidumbres y asido a la fiabilidad de que tocan los Cero disfruto de un nuevo concierto. Saludo a Carlos Rueda, a su Ana María, que es y siempre será nuestra Ana, y a Rafa Rus. Acudo solícito a la llamada de Manolo Olivares y Alfonso Huertas para fundirnos en un abrazo. Me encuentro con Juan Carlos Solas, con Cuca Martínez, con Encarna, con José Ríos, con Pedro Tomás Colmenero, con Juanra Romero, con Manolo Aguilar…, hay otros muchos a los que no veo, pero que sé que están entre esas más de 2.000 personas que no olvidarán esta noche; ese Jaén que siempre ha sido de los Cero. Entre los que también están Alberto y Carlos Bizarro, Rubén, Isabel o Cristóbal Tornero con los que he recorrido el camino desde el arco de la Alameda hasta el Auditorio. Sólo me han faltado esta noche mi ‘hermano Emilio’ y una luna que no llegue tarde.
Suena “Man with a harmonica”. Y eso cualquier ceromaníaco sabe que es el toque de aviso de lo que está por venir. “Vengo a terminar lo que empecé”, “Zapatos de piel de caimán”…, durante más de dos horas van sonando canciones de “La Otra Vida” y aquellas otras que nos han acompañado durante este camino de cuatro décadas. Y cuando los hermanos Lapido, José Ignacio y Víctor, vuelven al escenario con José Antonio, para cantar en acústico “El fantasma de la soledad”, nos rodea un silencio irreal. Así que, aunque gritemos lo mala que es la vida, sabemos que en el fondo aquella y esta otra son la nuestra. Conscientes de nuestra fragilidad y de que el tiempo va pasando, desterramos hoy de nuestro pensamiento la idea de que tarde o temprano llegará en la hora cierta el último concierto.
Gracias, 091. Gracias por tanto.

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