La esperanza es la única luz que alumbra el camino de aquellos que sin perderlo todo han perdido lo fundamental. La familia de José Couso contempla ahora un resplandor que bien podría ser la antesala de la justicia.
El juez Santiago Pedraz, factoría Baltasar Garzón, encarna hoy esa esperanza y la perserverancia. Cuando algunos se empeñan en “jibarizar” la justicia universal, Pedraz está dispuesto a pelear porque la justicia se abra camino y porque los que aprietan el gatillo cobrándose la vida de inocentes se sienten en el banquillo más allá de fronteras y banderas.
Nadie puede negar que la justicia, nacional o internacional, es lenta. Y a esa lentitud se puede añadir una catarata de adjetivos que sin duda expresarían la exasperación a la que nos lleva esa demora injustificada de aplicar la justicia, siempre basada en las garantías de los presuntos culpables y nunca depositaria de los derechos de las víctimas.
Las armas hablan. Y a pesar de los años transcurridos parece imperar la vieja ley del Oeste y aquella irracional máxima de primero disparar y después, preguntar. A nadie escapa que algunos soldados estadounidenses tienen una tendencia casi natural y aberrante que les lleva a no distinguir entre civiles y militares cuando se trata de disparar. Y por desgracia desde España podemos poner nombres y apellidos a esa tendencia: Juantxu Rodríguez, en Panamá; Ricardo Ortega, en Haití, y José Couso, en Iraq.
Lo he comentado con anterioridad, soy reticente a escribir sobre Couso por pudor y por respeto. Pero, siempre hay un pero, ayer el juez Pedraz solicitó el encarcelamiento de los 3 soldados estadounidenses presunta y previsiblemente responsables de la muerte del camarógrafo de Tele 5 y del también cámara de Reuter, el ucraniano Taras Protsyuk. Y esa orden de busca, captura e ingreso en prisión, manteniendo el pudor y sobre todo el respeto, es una invitación a la creencia de que a pesar de los 7 años transcurridos desde la muerte de ambos en el Hotel Palestina de Bagdad, los responsables pagarán con la ley en la mano por sus crímenes. No se pueden mantener distintas medidas, dobles raseros, para enjuiciar a los culpables o no, dependiendo de origen o procedencia. Nos pueden gustar o no, pero las leyes y la aplicación de las mismas nos distinguen, entre otras cosas, de las bestias. Aunque podamos catalogar como bestias a aquellos que aprietan el gatillo u ordenan apretarlo.
El juez Santiago Pedraz, factoría Baltasar Garzón, encarna hoy esa esperanza y la perserverancia. Cuando algunos se empeñan en “jibarizar” la justicia universal, Pedraz está dispuesto a pelear porque la justicia se abra camino y porque los que aprietan el gatillo cobrándose la vida de inocentes se sienten en el banquillo más allá de fronteras y banderas.
Nadie puede negar que la justicia, nacional o internacional, es lenta. Y a esa lentitud se puede añadir una catarata de adjetivos que sin duda expresarían la exasperación a la que nos lleva esa demora injustificada de aplicar la justicia, siempre basada en las garantías de los presuntos culpables y nunca depositaria de los derechos de las víctimas.
Las armas hablan. Y a pesar de los años transcurridos parece imperar la vieja ley del Oeste y aquella irracional máxima de primero disparar y después, preguntar. A nadie escapa que algunos soldados estadounidenses tienen una tendencia casi natural y aberrante que les lleva a no distinguir entre civiles y militares cuando se trata de disparar. Y por desgracia desde España podemos poner nombres y apellidos a esa tendencia: Juantxu Rodríguez, en Panamá; Ricardo Ortega, en Haití, y José Couso, en Iraq.
Lo he comentado con anterioridad, soy reticente a escribir sobre Couso por pudor y por respeto. Pero, siempre hay un pero, ayer el juez Pedraz solicitó el encarcelamiento de los 3 soldados estadounidenses presunta y previsiblemente responsables de la muerte del camarógrafo de Tele 5 y del también cámara de Reuter, el ucraniano Taras Protsyuk. Y esa orden de busca, captura e ingreso en prisión, manteniendo el pudor y sobre todo el respeto, es una invitación a la creencia de que a pesar de los 7 años transcurridos desde la muerte de ambos en el Hotel Palestina de Bagdad, los responsables pagarán con la ley en la mano por sus crímenes. No se pueden mantener distintas medidas, dobles raseros, para enjuiciar a los culpables o no, dependiendo de origen o procedencia. Nos pueden gustar o no, pero las leyes y la aplicación de las mismas nos distinguen, entre otras cosas, de las bestias. Aunque podamos catalogar como bestias a aquellos que aprietan el gatillo u ordenan apretarlo.
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