domingo, 9 de agosto de 2020

Siempre nos quedarán los Cero

No son tiempos fáciles para subirse a un escenario. Para la banda es complicado. Y para el público tampoco es fácil estar allí abajo.
A pesar de ello, los Cero volvieron a Úbeda (Jaén), cuatro años después de la "Maniobra de Resurrección". Y esta vez, sí, tocaron en la plaza de toros, con la torre del antiguo hospital de Santiago de fondo, recortada en la noche y esperando que la luna no saliera tarde; el escenario donde estaba programado aquel concierto de marzo de 2016 y que a última hora se cambió al ferial.
No se demoraron los Cero en la salida, lo justo para que las melodías de Morricone y Palo Cortao sirvieran una vez más de preámbulo a lo que vendría después.
Nos dieron la 'resurrección', una 'maniobra final' de despedida y en tiempos de pre pandemia nos ofrecieron "La Otra Vida". En el escenario conviven todas, los nuevos temas con los clásicos, y entre nosotros, el convencimiento de que a pesar de todo, como anticipara el Maestro aquella noche de diciembre en Granada, ha salido el sol y volvemos a encontrarnos en el rock.
Nos dejamos llevar con los riffs de las guitarras de los hermanos Lapido. Nos preguntamos cómo sincroniza Víctor Ríos el bajo con ese cuello que parece de goma y a saber cómo queda tras cada concierto. Marcamos el ritmo a golpe de Tacho y nos entregamos devotos a la voz y al paso de José Antonio. Y para rematar, si hubo un quinto Beatle, hoy hay un sexto Cero, Raúl Bernal a los teclados, que pese a reticencias injustificadas adereza con sentido y elegancia el sonido Cero.
Es difícil, ¡qué difícil es! escuchar a los Cero en directo sentados en una silla, cuando el momento del cuerpo te gritan movimiento. Es jodido no poder abrazar a la familia ceromaniaca y peor aún, si cabe, no vernos. Entre la miopía y la mascarilla apenas identificas a un par de colegas. Porque lo de reconocernos es otra historia. Entre los ceromaniacos nos reconocemos en el otro; en el presente y en el ausente; nos unen los Cero y estamos también unidos a ellos. Para algunos serán una banda más; de esas que no llenan el antiguo Palacio de los Deportes de Madrid como hacen esas otras bandas nacionales bien apadrinadas y con etiqueta 'indie' y que para mí, musical y emocionalmente, son prescindibles. 
Para nosotros, los Cero son la banda que siempre ha estado ahí. Aquella que se fue para regresar inesperadamente, aunque seguía sonando en nuestra cabeza y en nuestros equipos de música 
Los Cero son ellos y nosotros. Somos uno e indivisible. En el tiempo y en el espacio. Hay quien lo denomina 'banda de culto', que probablemente algo tenga que ver con guardar turno en la cola de los milagros; algo indefendible para los no creyentes, pero asumible para cualquier ceromaniaco. Renunciamos a lo premonitorio para aferrarnos al presente que es un mañana impredecible.
En este verano de fuego, la noche en La Loma es relativamente fresca. Los Cero siempre han mantenido que Jaén es su segunda casa. Por eso no es extraño que al rasgar el aire la armónica se produzca una comunión arriba y abajo del escenario, en ese instante cuando cierras los ojos y te olvidas y piensas que lo del virus no está pasando, que nada es real. Solo estamos nosotros (ellos y nosotros) en esta vida, en la otra y en la que esté por llegar.
En la noche, en la calle, en las mañanas de niebla... siempre nos quedarán los Cero. Nuestro regalo. Nuestro legado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario