Las boticas y los boticarios se llaman ahora farmacias y farmacéuticos. En la provincia en la que habito algunos de estos farmacéuticos se caracterizan por impulsar campañas tan saludables como negarse a vender preservativos e impulsar la recogida de firmas contra el matrimonio entre personas del mismo género y sexo. Campañas que sin duda producen un efecto placebo entre quienes las practican.
La botica tenía una estancia interior, denominada rebotica, donde los boticarios elaboraban sus preparados y donde también era habitual recibiesen a amigos y conocidos; llegando en ocasiones a ser un lugar de encuentro entre vecinos. Esa estancia se sigue manteniendo en numerosas boticas, donde se siguen elaborando preparados, pero ignoro si mantiene su condición de lugar de encuentro y conversación.
En Lucena, tras el levantamiento de 1936, el ejército libertador entró en la rebotica de la botica y se llevó a 3 personas que conversaban allí; el boticario, un ingeniero y un tercero, cuyo oficio o profesión no recuerdo, aunque me parece que era el maestro. Los acusaron de “rojos” y de conspiradores y los fusilaron. El nieto de uno de ellos vistió camisa azul y hoy es concejal del PP (partido heredero de los principios sacrosantos que se cobraron la vida de su abuelo) en el ayuntamiento de la ciudad que habito. Por efectos, supongo, del desarraigo, de la desmemoria o de la sinrazón.
Ahora, una botica, y aunque no la nombran intuyo que su rebotica, ocupa titulares de prensa, radio y televisión por su papel de despachar algo más que medicamentos y convertirse en correa de transmisión entre algunos de los protagonistas de la trama de corrupción Gürtel.
La boticaria es una “dama” y si me apuran, una primera dama; según la doctrina de esa concejal madrileña, esposa de un ex presidente y experta en las diferencias entre peras y manzanas. Pues bien, la boticaria en cuestión es la esposa del hombre que no pagaba sus trajes, al que no llaman ni damo ni caballero, y al mismo tiempo, presidente de la Comunidad Valenciana, aunque un amigo juez desgaje al hombre del político. Siguiendo esa tesis, habrá también separación entre la boticaria y la esposa, y si me aprietan quizás volvamos a aquello de la obediencia debida.
Tan entretenidos que estábamos con el clan Pajín y el pedigrí político y democrático de la secretaria de Organización del PSOE y ahora descubrimos que Valencia es tierra de clanes y el “presi”, “ése” que lo sabía todo, tenía el suyo propio, acompañado de su dama y de un amigo del alma.
El aspirante Mariano Rajoy dice que esto es “un embrollo” que ya ha terminado; Ricardo Costa, del clan Camps y salpicado de lleno en el informe policial que deja al descubierto el papel de la botica en la trama, señala al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba; Esteban González Pons, ese político de argumentario de manual, también apunta al ‘comando Rubalcaba’, y la machegaStar, la de las acusaciones sin pruebas contra las instituciones del Estado, dice que el informe policial había sido “inadmitido” (sic) por el juez. El aludido ministro del Interior pide explicaciones al PP y recuerda que “en el Estado de Derecho es la Policía la que pide explicaciones a los delincuentes y no al revés”.
Si esto no se aclara pronto, a ver quién es el guapo que, aunque sea a comprar aspirinas, va a la farmacia.
La botica tenía una estancia interior, denominada rebotica, donde los boticarios elaboraban sus preparados y donde también era habitual recibiesen a amigos y conocidos; llegando en ocasiones a ser un lugar de encuentro entre vecinos. Esa estancia se sigue manteniendo en numerosas boticas, donde se siguen elaborando preparados, pero ignoro si mantiene su condición de lugar de encuentro y conversación.
En Lucena, tras el levantamiento de 1936, el ejército libertador entró en la rebotica de la botica y se llevó a 3 personas que conversaban allí; el boticario, un ingeniero y un tercero, cuyo oficio o profesión no recuerdo, aunque me parece que era el maestro. Los acusaron de “rojos” y de conspiradores y los fusilaron. El nieto de uno de ellos vistió camisa azul y hoy es concejal del PP (partido heredero de los principios sacrosantos que se cobraron la vida de su abuelo) en el ayuntamiento de la ciudad que habito. Por efectos, supongo, del desarraigo, de la desmemoria o de la sinrazón.
Ahora, una botica, y aunque no la nombran intuyo que su rebotica, ocupa titulares de prensa, radio y televisión por su papel de despachar algo más que medicamentos y convertirse en correa de transmisión entre algunos de los protagonistas de la trama de corrupción Gürtel.
La boticaria es una “dama” y si me apuran, una primera dama; según la doctrina de esa concejal madrileña, esposa de un ex presidente y experta en las diferencias entre peras y manzanas. Pues bien, la boticaria en cuestión es la esposa del hombre que no pagaba sus trajes, al que no llaman ni damo ni caballero, y al mismo tiempo, presidente de la Comunidad Valenciana, aunque un amigo juez desgaje al hombre del político. Siguiendo esa tesis, habrá también separación entre la boticaria y la esposa, y si me aprietan quizás volvamos a aquello de la obediencia debida.
Tan entretenidos que estábamos con el clan Pajín y el pedigrí político y democrático de la secretaria de Organización del PSOE y ahora descubrimos que Valencia es tierra de clanes y el “presi”, “ése” que lo sabía todo, tenía el suyo propio, acompañado de su dama y de un amigo del alma.
El aspirante Mariano Rajoy dice que esto es “un embrollo” que ya ha terminado; Ricardo Costa, del clan Camps y salpicado de lleno en el informe policial que deja al descubierto el papel de la botica en la trama, señala al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba; Esteban González Pons, ese político de argumentario de manual, también apunta al ‘comando Rubalcaba’, y la machegaStar, la de las acusaciones sin pruebas contra las instituciones del Estado, dice que el informe policial había sido “inadmitido” (sic) por el juez. El aludido ministro del Interior pide explicaciones al PP y recuerda que “en el Estado de Derecho es la Policía la que pide explicaciones a los delincuentes y no al revés”.
Si esto no se aclara pronto, a ver quién es el guapo que, aunque sea a comprar aspirinas, va a la farmacia.
Seguro que te hacen un traje
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