martes, 27 de abril de 2010

Cubanía

No hay revolución en el siglo XX más hermosa que la ‘revolución de los claveles”, ni alguna que levantara más esperanza que la ‘revolución de los barbudos’. La primera fue un ejemplo de cómo finiquitar una dictadura con el dictador de Portugal, Salazar, ya muerto; es decir, como desbaratar la herencia. La segunda, para desalojar del poder en Cuba al dictador Batista, fue un sueño. Ninguna de ellas se fraguó contra el poder legalmente establecido, sino contra la falta de libertad y los abusos de dos dictadores. Algo muy distinto a lo que pasó en países como España y Chile, donde un sector del ejército se levantó en armas para subvertir el gobierno legal (algo que parece innecesario recordar en la primera década del siglo XXI, pero que conviene hacer ante tanto “revisionismo” histórico interesado).
Como cantaba Pablo Milanés en referencia a Cuba, “amo esta isla”, aunque yo obviamente no soy del Caribe. Y amé y soñé esa revolución que se produjo cuando yo ni siquiera aún había nacido.
Una revolución que como recuerda Guillermo Cabrera Infante en su obra póstuma “Cuerpos divinos” (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2010), fue el final de un proceso: "Las revoluciones son el final de un proceso de las ideas, no el principio, y es siempre un proceso cultural, nunca político. Cuando interviene la política -o mejor los políticos- no se produce una revolución, sino un golpe de Estado, y el proceso cultural se detiene para dar lugar a un programa político. La cultura entonces se convierte en una rama de la propaganda. Es decir, las ilusiones de la cultura, el sueño de la razón, se transforman en pesadilla".
Sólo he estado una vez físicamente en Cuba, en la parte Oriental de la Isla, Santiago de Cuba, y en La Habana. Pero del mismo modo que visité París de la mano de Alfredo Bryce Echenique desde un ‘sillón Voltaire’ con “La vida exagerada de Martín Romaña” y “El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz” o Barcelona, con Manuel Vázquez Montalbán y Eduardo Mendoza, siempre de una forma u otra (literatura, música, cine….) vuelvo a la Isla.
Ahora retorno a La Habana con la obra póstuma de Cabrera Infante y de la mano de Juan Goytisolo (‘La Habana de un infante en nada difunto’, El País, domingo, 25 de Abril de 2010), como también hiciera no ha mucho con Juan Cruz en otras páginas del mismo diario (‘Caín resucita en noviembre’, El País, viernes, 12 de marzo de 2010).
No he leído este libro de Cabrera Infante, porque la economía de guerra impuesta por la falta de laboro me imposibilita su compra, pero coincido con Goytisolo en su respuesta a uno de los héroes del Granma, el comandante William Gálvez, cuando en un encuentro reciente entre ambos el militar afirmó que Cabrera “no era cubano”; “No hay escritor, escribe Goytisolo, que lo sea más que él. La Habana y Guillermo son ya indisociables. Los vencedores se truecan siempre en fiscales de la historia, pero no estoy muy convencido de que ésta les absuelva, como sinceramente creían hace cincuenta y tantos años”.
Las dictaduras nunca pudieron acallar las palabras de escritores y trovadores. Cuando se trata de Cuba, siempre recomiendo la lectura de “Persona non grata”, del escritor chileno y Premio Cervantes, Jorge Edwards. Y de Cabrera Infante, me quedo a pesar de “Tres tristes tigres”, con “La Habana para un infante difunto”.
Para mí hay otros escritores cubanos asociados a La Habana como Alejo Carpentier, Reinaldo Arenas, José Lezama Lima o Abilio Estévez. Y otros escritores y trovadores que han hecho gala de su cubanía; pero es cierto, como dice Goytisolo, no hay escritor más cubano que Guillermo Cabrera Infante; ni músico, con permiso de Benny Moré, que Bebo Valdés.

sábado, 24 de abril de 2010

Ciudad dormida

Concentración simbólica de apoyo al juez Garzón, por la dignidad y la justicia y contra la impunidad, esta mañana en la ciudad que habito. Apenas un par de centenares de personas reunidas a las puertas del templo, la Catedral de Jaén.
Al regresar a casa la televisión inunda el salón con imágenes de concentraciones y manifestaciones similares en otras ciudades españolas, en las que debe habitar la concienciación y el compromiso en mayor cuantía. Así que las imágenes me provocan a partes iguales envidia, rubor y desazón.
Por si había dudas, a la derecha, por lo menos a la de esta ciudad, no le interesan ni justicia, ni dignidad, ni impunidad; quizás en ella perviven algunos de los que vaciaban las armas contra los republicanos en la tapia del viejo cementerio de San Eufrasio o sus herederos, o quizás prefieren que perdure la ausencia de justicia con los corruptos del PP de la trama Gürtel o con los responsables de esos crímenes de lesa humanidad.
En la cera contraria, el PSOE ha lanzado la consigna a sus cargos públicos de que no acudan a esta concentración y ha habido respuesta a la búlgara; ha triunfado el miedo al qué dirán, a los ataques como el sufrido por su ex secretario provincial, Gaspar Zarrías, por acudir como ciudadano libre, republicano y nieto e hijo de represaliados al acto de la Universidad Complutense de Madrid.
¡Qué pena! una vez más se han impuesto los políticos obedientes a los hombres libres. Y mañana esta provincia copará los medios de comunicación con las imágenes de miles de asistentes a la romería de la Virgen de la Cabeza, la más antigua de España. Me gustaría pensar que esos romeros rezarán y pedirán por las víctimas y por su derecho a descansar en paz y donde sus familiares elijan. Pero tampoco creo que lo hagan. Aunque seguro que alguno lo hará por su paisano el juez Baltasar Garzón, por su condena o por su salvación.
Pienso en los ausentes, los desaparecidos, “dormidos” en fosas y cunetas. Algunos de ellos, incluso no muy lejos de esta plaza donde se pide dignidad y justicia y acabar con la impunidad. Y no puedo evitar pensar en que otros no necesitan estar muertos para estar dormidos.

viernes, 23 de abril de 2010

Un hombre del deporte

Llevo dos días manoseando lo políticamente correcto o incorrecto. Reconozco mis dudas entre ser cómplice en silenciar el pasado o ser incorrecto y recordar que no es oro todo lo que reluce y que no vale aquello de hablar bien porque uno ha muerto.
Optaba por el respeto al fallecimiento de Samaranch, un hombre del deporte a decir de todos, aunque para mí, los hombres y mujeres del deporte son los deportistas. Quizás porque me gusta el deporte en las canchas y no en los despachos.
Pero el periodista Ramón Lobo en su blog (http://www.ramonlobo.com/) reflexiona hoy sobre el particular “No dudo de los méritos olímpicos de Juan Antonio Samaranch ni de su contribución para que Barcelona celebrara sus Juegos. Pero casi nadie ha recordado su pasado franquista y algunas de las declaraciones pintorescas. La derecha calla por que muchos de sus miembros más que pasado tienen un sólido presente franquista y la izquierda guarda silencio por respeto. Me gusta ese respeto, parece más constructivo e inteligente. Pero ¿por qué siempre respetamos los mismos?”.
Y su reflexión me ha traído la luz. Desde ese respeto a Samaranch y a sus familiares, que lamento no se tenga no voy a decir ya con algunos vivos, sino con otros muertos.
Vivimos en una democracia y se honra a aquellos que abrazaron y se comprometieron con ideales contrarios a ella y a aquellos que han tenido mando en plaza en organismos nacionales o internacionales escasamente democráticos, como el Comité Olímpico Internacional (COI).
Prefiero no ahondar en este asunto, para tratar de ser ‘constructivo e inteligente’. Pero me gustaría, ahora que la Falange vuelve a “estar de moda”, que aquellos cuyo compromiso era inequívoco con un sistema de libertades y unos ideales democráticos, los ausentes y desaparecidos, habitantes de fosas, cunetas y pozos, y sus familiares recuperasen la dignidad y tuvieran el mismo derecho al descanso y al respeto que se ha otorgado a este hombre del deporte.
Foto (para recuperar la memoria): Samaranch, en el Palacio de El Pardo, en 1967, tras ser nombrado presidente del COI. EFE. Publicada ayer en el diario "El País".

miércoles, 21 de abril de 2010

El mapa de la memoria

Cuentan que los niños son crueles; por la inocencia y el desconocimiento. Pero cuando la crueldad proviene de un adulto no cabe ni una, ni otro. El adulto es cruel a conciencia, busca zaherir y no repara en medios para lograrlo. En ocasiones hasta gusta de hacerlo en público y no desdeña la oportunidad de exhibirse brindada por una ventana en un periódico.
Es el caso de Juan Manuel de Prada, quien escribía en ABC, el pasado sábado, 17 de abril de 2010, “Villarejeando” (http://www.abc.es/20100417/opinion-firmas/villarejeando-20100417.html), una columna en la que ponía a caldo al ex fiscal Jiménez Villarejo por su ardor oral en el ya célebre acto de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, haciendo uso en esa columna de su libertad de expresión, del mismo modo que lo hizo el ex fiscal en el citado acto.
Pero esa misma libertad de expresión no puede servir de coartada para atacar a Pasqual Maragall, ex alcalde de Barcelona y ex presidente de la Generalitat de Cataluña, por su asistencia a dicho acto, utilizando su condición de enfermo de Alzheimer.
Tengo la fortuna de haber nacido y vivido en Madrid. Ciudad que ha disfrutado de dos magníficos alcaldes, Carlos III y Enrique Tierno Galván. Al primero, lo conozco y reconozco como tal por eso de preservar la memoria a través de la historia (algo que curiosamente hoy muchos tratan de borrar o alterar), y al segundo, como administrado durante sus mandatos municipales. Ambos, con detractores y defensores, perviven en la memoria de los madrileños.
En Barcelona, Pasqual Maragall también pervive en la memoria de los barceloneses. Con aciertos y con errores como alcalde cambió la fisonomía de la ciudad y la subió a eso que algunos denominan el tren de la modernidad. De modo que no sería exagerado afirmar que la memoria de Maragall la constituye la propia ciudad condal y está abierta al mar.
El Alzheimer borra el mapa de la memoria de aquellos que lo padecen. Nunca el de los demás, que pueden transitar por las rutas de la memoria individual y colectiva. Aún a sabiendas de que nadie es ajeno a padecer esta enfermedad y por tanto, a ser testigo de cómo se desvanecen las líneas de los itinerarios de la memoria.
Jordi Solé Tura, uno de los padres de la Constitución de 1978, padeció también Alzheimer. El suyo era un mar de olvido, frente al cual la desmemoria de Maragall parece una laguna. Su hijo Albert Solé nos ha dejado un documental “Bucarest, la memoria pérdida”, por la “reivindicación de la memoria, de la dignidad y del propio orgullo”; un recorrido por la enfermedad de su padre. Tampoco el ex presidente Suárez ha escapado de este mal y su memoria habita ahora la tierra del olvido.
Prada, reconocido cinéfilo, haría bien en contemplar ese documental y reflexionar sobre lo innecesario de unir la crueldad a la enfermedad, devastadora por sí misma, para criticar a un Maragall republicano y federalista.
A veces es difícil sujetar la lengua al hablar, pero es sencillo contener la pluma al escribir, porque dar libertad a la pluma no es salvoconducto alguno para pasear por la infamia.
Foto: Pascual Maragall y Jordi Solé Tura, en un acto. Archivo de EFE.

martes, 20 de abril de 2010

La oficina de los desheredados

Ayer estuve en la oficina de los desheredados. No es traumático, pero no es agradable. Para mí en realidad es bastante desagradable, porque me pongo de mal humor cada vez que voy. No por ir, ni por ser un desheredado, sino por lo que veo allí.
De hecho, ayer estuve media hora esperando a que abrieran y 5 minutos en el interior. Hacía 3 meses que no iba y han cambiado el horario. Algo que no entiendo muy bien, pero imagino que da igual porque un desheredado dispone de tiempo para esperar; el que sea menester.
Tampoco entiendo el funcionamiento de esta oficina, que en mi caso sirve para poco o para nada (peculiaridades del oficio o de la falta de él). Tiene una máquina que expide números para las posibles gestiones a realizar en la oficina. El problema es que el concepto elegido para definir esas gestiones es tan rebuscado y tan poco claro que la mayoría de los mortales no sabe que tecla pulsar (Es posible que el concepto sea obra del mismo talento que crea esos formularios que casi requieren de un doctorado para rellenarlos).
No se puede acceder a la máquina hasta que abren la oficina, pero eso no impide que a partir de las ocho de la mañana ya haya gente esperando fuera. Hasta las nueve, hora de apertura, sigue llegando gente, solicitando la vez, algo que para mí no tiene sentido, porque cuando abren entran como una manada en estampida y además, como es evidente, las gestiones a realizar son distintas, por lo que es muy probable que muchos de los que llegan más tarde que uno sean atendidos antes.
Por otro lado, tampoco entiendo muy bien las prisas. O son un síntoma de los tiempos que vivimos o la confirmación de la existencia de ese mercado negro laboral, la caja B del empleo. O las dos cosas.
Es curioso, cuando cobras el desempleo, te controlan, te obligan a hacer alguno de esos cursos maravillosos que no te sirven laboralmente, pero, oye, pueden convertirte en un manitas o en un cocinillas. Pero cuando careces del más mínimo ingreso son iguales que los bancos, literalmente te dejan a tu suerte, más bien a la carencia de ella; supongo que con la sana intención de que tomes consciencia de tu condición de desheredado. Para que saborees el desahucio, algo así como no laboras, tanto vales.
El caso es que el diseño y el ambiente de la oficina tampoco ayudan. Digo yo que dado que reciben allí a los desahuciados del sistema, podían diseñar unas instalaciones más acogedoras. Una sala de espera en condiciones, unas indicaciones claras, una dosis de amabilidad del personal y no se, igual hasta una oferta de laboro. Con una clientela de más de 4 millones desheredados, ya podían esmerarse.
En esta ocasión también miré y busqué, pero tampoco pude ver en la cola a Rajoy o a alguno de sus compañeros de partido ofreciendo el Manual del perfecto desheredado o Las 1.001 medidas para crear laboro. Me refiero, como es obvio, a los que ocupan cargos institucionales u orgánicos, no a los ex como Bárcenas, Merino o Matas; que dicho sea de paso, no me los imagino yo en la oficina de los desheredados.

lunes, 19 de abril de 2010

Los Albertos

Dentro del PP al igual que la extrema derecha existe una derecha democrática, encarnada hoy por políticos conservadores como Alberto Ruiz Gallardón, Alberto Núñez Feijoo o Antonio Basagoiti. De derechas, sí, pero alejados de los modos y formas de Mariano Rajoy y su guardia pretoriana, Cospedal, Saénz de Santamaría y González Pons, y por supuesto, de anteriores dirigentes.
De esos modos y formas como los exhibidos esta mañana en una entrevista en la SER por la manchegaStar, quien a pesar de llevar poco tiempo en el PP es capaz de mostrar la desvergüenza más rancia. A la par que aseguraba que el indeciso Rajoy maneja los tiempos; cuando a lo sumo sería un mal relojero empeñado en parar o retrasar el reloj.
Es una pena que el PP no sepa aprovechar la oportunidad que le ofrece la corrupción en su interior y renovarse, jubilando a corruptos, indecisos y representantes de la extrema derecha y apostando de una vez por una derecha democrática, más cercana a las francesa o alemana y distante de ese modelo italiano al que cada día se asemeja más.
Que nadie se lleve a engaños, Ruiz Gallardón y Núñez Feijoo son políticos conservadores y en su ADN figuran tanto la privatización de servicios públicos como la subida de impuestos o las políticas fiscales que gravan menos a los que más tienen y depositan la voracidad recaudadora en los más desfavorecidos. Pero son demócratas.
Y ambos han puesto tierra de por medio con la corrupción en su partido. Uno, Núñez Feijoo reclamando en privado y ahora en público contundencia a los dirigentes de su partido frente a los corruptos con carnet del PP. Y el otro, Ruiz Gallardón, con una espantá a la altura de Curro Romero en una mala tarde en Las Ventas o en la Maestranza.
Gallardón ha hecho mutis por el foro desde que los casos de corrupción del PP ocupan un día sí y otro también las portadas de los periódicos y las aperturas de los telediarios y son junto al fútbol tema de conversación de cafés y aperitivos.
Alguien podría pensar que la huida de los focos del alcalde de Madrid es por prudencia o por temor a que la trama Gürtel haya alcanzado también algún despacho del ayuntamiento madrileño, tan dado a celebraciones y proyectos olímpicos. Poco probable, por no decir imposible (en los tiempos actuales y ante la indecencia política cualquiera pone la mano en el fuego), dadas las simpatías y respaldos atesorados por Ruiz Gallardón, cual Garzón en la judicatura, entre algunos compañeros de su partido. Es seguro que ante el menor indicio, esos compañeros con su querida Desesperanza a la cabeza y respaldados por la caverna habrían destripado sin piedad y en alarde democrático del que hacen gala a su íntimo enemigo para ponerlo a los pies de los caballos y otorgarle la misma presunción de inocencia que hasta la fecha vienen otorgando, en otro alarde democrático y de respeto a la justicia, al juez Garzón, otro de sus íntimos enemigos.
A los políticos no demócratas, como a los jueces de igual condición, habría que ir enseñándoles la puerta de salida de un sistema que rechazan y a cuyas instituciones degradan y devalúan a diario con sus acciones y sus omisiones. Lo de los jueces parece a priori más complicado por el desinterés en reformar la justicia. Pero lo de políticos no demócratas, en el PP podría ser factible si dejará de retroalimentarse con la caverna y apostar por figuras como los Albertos. De derechas, sí, pero demócratas.

sábado, 17 de abril de 2010

El cartucho y la bala

Hoy he recordado la historia de un tipo que de tanto perder sólo conservaba una pizca de orgullo y un puñado de valores, en aparente desuso en su tiempo. Escasas pertenencias para sobrevivir.
Es un tipo de una generación intermedia, de esas que unen pasado y futuro. Así que no es extraño que haya habitado toda su vida en tierra de nadie. De esos que aprendió a encajar para poder mantenerse en pie. De esos que se asía a la esperanza para poder levantarse.
Ahora acaricia un cartucho y una bala. Todas sus expectativas de vida pasan por ese último cartucho. De fallar, de ser un cartucho hueco, sólo le quedará la bala.
Algunos creen por influencia de cine y literatura que las balas llevan escrito el nombre de a quien van destinadas. A mi no se me ocurre otra leyenda para esa última bala que la de la desesperación y la angustia; fruto de la incapacidad para vislumbrar un futuro mejor que el presente.
Y siempre me he preguntado cuántos de esos tipos cuyo último cartucho fue un nuevo fracaso no fueron capaces de utilizar la bala y nunca nadie lo supo. Cuántos optaron por la bala sin lograr comprensión. Y cuántos tipos como ese habrá hoy incapaces de ver más camino que el marcado por la bala.

viernes, 16 de abril de 2010

Deudas del pasado


Hay débitos que no se pagan con dinero. Cuyos intereses se abonan con el dolor y el sufrimiento y con la orfandad de justicia, de dignidad y de cierta dosis de humanidad. Y cuya amortización se contabiliza en insomnio y lágrimas.
Hay deudas del pasado contraídas con el banco del corazón. Firmadas con lazos de sangre. Cuyo impago causa una desolación infinita; consume día a día al deudor y le exila en el territorio de la tristeza, hasta llevarle en ocasiones a la frontera de la desesperación.
El acreedor nunca reclamará por el impago. Ni siquiera existe contrato o notario para dar testimonio del adeudo. Y tampoco avalistas. Y aún así, la condición de ausente, de desaparecido, del acreedor y su pervivencia en la memoria del deudor convierten ese pago en una razón vital, irrenunciable.
La vileza, la ruindad y la miseria humana son los únicos impedimentos a los que se enfrenta el deudor para finiquitar su deuda. Ayer escondidos tras un uniforme y hoy ocultos en una toga. Y siempre envueltos en patrias y banderas.
Una hipoteca de decenios (30, 40, 70 años) para lograr una tumba donde enterrar los restos de un ser querido y una lápida donde escribir su nombre y apellidos. El hilo de una vida para que la ausencia se transforme en presencia, la memoria sea una certeza y el único impago sea de lágrimas.
Foto: La ARMH entrega a las familias los cuerpos de 10 represaliados en La Bañeza. Tomada de http://www.memoriahistorica.org/modules.php?name=News&file=article&sid=1149&mode=thread&order=0&thold=0.

jueves, 15 de abril de 2010

Derrotas


Colecciono derrotas. Las mías. Y las de aquellos que representan aquello en lo que he creído y defendido a lo largo de una vida. Con mayor o menor fortuna. Con aciertos y con errores. Con el entusiasmo juvenil y con el desengaño y el descreimiento de la madurez. A sabiendas de que la derrota y la victoria son efímeras, y no así sus consecuencias.
Conservo huellas y cicatrices de las batallas libradas. Y hoy tengo que reconocer que tarde o temprano hay que volver a librar de nuevo algunas de esas batallas. Que los combatientes son secundarios y lo fundamental las causas; y que muchas de éstas pese a parecer perdidas nunca acaban de perderse.
Mantengo la mirada limpia y la conciencia tranquila. Y aunque caí más veces de las deseables e incluso más de las que puedo o quiero recordar, sigo en pie.
No ambiciono nuevas derrotas, ni siquiera reverdecer alguna de las vividas. Pero no me esconderé a la hora de librar la batalla y tampoco temo que ésta acabe también en derrota.
Seguiré en pie.

miércoles, 14 de abril de 2010

La convocatoria


El Tribunal Supremo, a través de su Sala de lo Penal, ha convocado a una reunión a los corresponsales de los medios de comunicación extranjeros en España, con la intención de explicarles los procedimientos procesales y los motivos judiciales del “caso Garzón”.
Me parece fantástico, casi obligado y deseable, que en democracia cualquier institución ofrezca explicaciones públicas de sus actuaciones. Aunque los plumillas extranjeros, como los autóctonos, están sin duda más interesados en los motivos extra judiciales que si nadie lo remedia inhabilitarán al juez Baltasar Garzón y lo sentarán en el banquillo, dándose la paradoja de ser el único juzgado en relación a los crímenes contra la humanidad del franquismo.
También es objeto del conocimiento y de la curiosidad de la prensa, de fuera y de dentro, y por extensión de la ciudadanía la pervivencia en puestos de privilegio y representatividad de algunos jueces de un régimen carente de libertades al que juraron lealtad en un sistema cuyos valores son los contrarios.
La cuestión no es si los jueces son conservadores o progresistas (aunque esto parece pesar más en su designación para desempeñar determinados cargos en la judicatura que su trayectoria profesional), porque lo realmente importante y exigible a un juez es que haga bien su trabajo, algo que a diario hace la mayoría de ellos en los juzgados españoles. Lo preocupante es que existan jueces no demócratas que ocupan un estatus preferente en el actual organigrama jurídico español y que tras 30 años de democracia los distintos gobiernos hayan sido incapaces, como hicieron con otros estamentos como el Ejército, de reformar la Justicia.
Pese a esta lógica curiosidad profesional, los periodistas extranjeros que acudan a esa convocatoria del Tribunal Supremo deberán tener cuidado con las preguntas que formulan, ya que ante el cariz que está tomando el “caso Garzón” pueden ser acusados de someter a este tribunal a presiones internacionales o incluso ser acusados de actuaciones antidemocráticas.
En este mundo al revés, donde el juez es juzgado, los acusados se convierten en los acusadores y los dudosamente demócratas acusan de antidemocráticos a los demócratas, esa convocatoria del Tribunal Supremo parece más un intento de convencer a la opinión pública internacional, en especial de los países americanos (Estados Unidos, Argentina y Chile, preferentemente), de sus bondadosas y jurídicamente fundamentadas intenciones en el procesamiento de Garzón; aunque pueda desprenderse un cierto tufo del rancio estilo de la ex ministra Ana Palacio en Naciones Unidas en fecha de doloroso recuerdo para nuestro país.
Uno tiene la sensación que todo esto del caso abierto contra el juez Garzón se le ha ido a sus instigadores e ideólogos de la mano, que porfiaron ante la controversia que genera el juez y apostaron más por las fobias que por las simpatías que despierta. De modo que no midieron ni actos, ni consecuencias, y menospreciaron la generosidad, el compromiso, y la dignidad de aquellos que aunque críticos con el juez Garzón están dispuestos a que un día como hoy sea real aquello de ¡No pasarán!
Foto: Fachada de la sede del Tribunal Supremo en Madrid, de Uly Martín. "El País".

martes, 13 de abril de 2010

Manzanas podridas

En otro tiempo cuando había una manzana podrida en un barril o en un cesto la mano del hombre se limitaba a extraerla y apartarla de las manzanas sanas para evitar que la podredumbre afectara al resto de las manzanas depositadas en ese recipiente.
Hoy los esfuerzos se dedican a mantener mezcladas manzanas podridas y sanas con la finalidad de que no puedan ser distinguidas unas de otras. De modo que todo el barril o el cesto se ven afectados por la podredumbre, sin importar la madera o los mimbres con que ambos habían sido elaborados y por supuesto, la contaminación al resto de los frutos.
Hay barriles y cestos por los que nos tengo más interés que el profesional, pero el grado de podredumbre de las manzanas en ellos depositadas no es ajeno, ni indiferente a mi condición de ciudadano. Máxime cuando se empeñan en ofrecernos e incitarnos a morder algunas de esas manzanas como si no estuvieran podridas o tratando de convencernos de la igualdad o similitud con otros recipientes.
Se usa y abusa de las estrategias del calamar o del ventilador para nublar vista y mente, con el único objetivo de que olvidemos la excelencia de la manzana sana y no nos percatemos de que la podredumbre no sólo está en barriles y cestos, sino en el mismo árbol. Y los árboles enfermos pueden ser tratados y curados, pero la putrefacción de algunos es de tal magnitud, que la única opción es la tala.
Que nadie se engañe, hoy la ingesta de manzanas no implica la expulsión del Paraíso o caer en un sueño profundo a la espera del beso despertador de un príncipe azul. Pero no está de más mantenerse alerta porque hoy en día serpientes y madrastras se disfrazan de políticos, sacerdotes y jueces. Y veneno y podredumbre van de la mano. O en el mismo cesto.

lunes, 12 de abril de 2010

Vamos, vamos, Argentina


Hoy me siento Argentina. En Buenos Aires (la ciudad que nunca habité) vuelvo a pisar las calles nuevamente. Esas mismas calles que pisé desde Madrid hace ya muchos años para acompañar en la distancia a las Madres de Mayo reclamando justicia y dignidad. Esas calles que pisé a ritmo de tango de Carlitos Gardel o Discépolo, con las letras de Borges y Sábato, con el gaucho Martín Fierro, con las imágenes de “La historia oficial” o con las gambetas de Maradona.
Hoy un océano se vuelve chiquito y apenas alargando la mano alcanzamos la otra orilla. Argentina y España, hermanos de lengua y sangre, víctimas del terror de los “milicos” en el siglo XX, unen a pesar de la distancia esa mano en busca de justicia. Ayer fueron Videla, Galtieri… hasta 3 Juntas militares responsables de dictar el terror allá en Argentina. Y hoy (en realidad, será el miércoles cuando se presente en la Comisión Federal argentina una querella por genocidio y crímenes contra la humanidad durante la Guerra Civil española y la dictadura franquista) es el turno del dictador español; pese al intento desesperado de sus herederos por rendir cuentas sólo “ante Dios y ante la historia” y no hacerlo ante la Justicia.
No hay ley del “Punto final”, se llame en España Ley de Amnistía de 1977 o cómo quiera denominarse, ni allá, ni acá, para los delitos de lesa humanidad ante el principio de justicia universal. Y la cacería contra el juez Baltasar Garzón, desatada en España por los herederos de los cómplices de la dictadura y por algunas de las víctimas de la judicatura cobradas por Garzón en su vida profesional, ha logrado el efecto contrario y lejos de parar el proceso contra los crímenes de la dictadura franquista, lo ha impulsado. Una cacería que a la par causa vergüenza y nos abochorna más allá de nuestras fronteras, como recoge la prensa internacional asombrada y aturdida por el acoso y derribo al juez Garzón.
Un juez debe hacer cumplir la ley, pero sin renunciar a la justicia. Y hoy a Garzón quieren sentarlo en el banquillo, apartarlo de la judicatura e incluso condenarlo, interpretando la ley y renunciando a la justicia. El juez Luciano Varela debería arrojar luz sobre estas ‘extrañas’ leyes o sobre su peculiar aplicación. Y va a tener una oportunidad excepcional de hacerlo si se admiten a trámites las querellas por prevaricación que hoy lunes van a presentar contra él varias Asociaciones de la Memoria Histórica, a las que espero se sumen en breve otras. Ahora conviene recordar también aquello de que ningún juez está por encima de la ley.
Foto: Plaza de Mayo, en Buenos Aires (Argentina), tomada de http://farm1.static.flickr.com/12/69787006_271140ba11_o.jpg.

sábado, 10 de abril de 2010

Presunción de inocencia

Los habituales de las tertulias radiofónicas y televisivas parecen haber olvidado que su cometido debía ser analizar los temas de actualidad desde los conocimientos y experiencias brindadas por el ejercicio de su profesión (y no hablo sólo de periodistas). Lejos de eso y con escasas excepciones como mi respetado José María Ridao optan por hacer de portavoces y altavoces de los respectivos partidos políticos y por convertir las tertulias en la cola de la frutería.
Esa profundidad y rigor en los análisis me alejan cada vez más de la visión o audición de estas tertulias. Aunque también he de reconocer que la falta de laboro ayuda, porque muchas de las radiofónicas las oía cuando me desplazaba en el coche a trabajar.
Ayer oí por casualidad una de esas tertulias radiofónicas, en la que una de sus colaboradoras habituales, de esas que deben pensar que opinar consiste en hablar mucho, afirmó sin complejos que la presunción de inocencia la dan los tribunales.
Yo, estúpido de mí, pensaba que la presunción de inocencia formaba parte de eso llamado Estado de Derecho y que los tribunales se encargaban de lo contrario, es decir, de demostrar o de intentar demostrar la culpabilidad, carente de presunción alguna.
Después de eso es fácil imaginar el desasosiego en que me hallo desde ayer. Me siento un ilegal, un “sin papeles”. Y mi único deseo es que llegue el lunes para acudir al juzgado más próximo y solicitar mi carnet, mi certificado o lo que sea que acredite mi condición de presunto inocente.
Supongo que será una acreditación personal, lo que me hace plantearme la necesidad de que mi santa también solicite la suya y preguntar sobre si mis peques han de atestiguar también su inocencia; aunque imagino que por edad serán considerados poseedores natos de ésta, nunca se sabe.
Necesito recobrar la calma y dejar de ir como hoy a comprar el periódico o al supermercado mirando a mi alrededor como si me siguieran, desviando la mirada de la pareja de policías con la que me he cruzado y temiendo que mi condición de indocumentado de presunción de inocencia se refleje en el rostro.
Pueden imaginar mi tribulación y eso que algo debía haberme olido en estos tiempos de proliferación de chorizos; pero ya ven, a mí hasta la fecha del único 'presunto' del que me interesaba la acreditación era el pata negra.

viernes, 9 de abril de 2010

Entre sueños y pesadillas

El río de mierda que nos envuelve en esta rutina diaria vomitada por radios, televisiones y periódicos abotarga nuestros sentidos hasta tal punto que pudiera parecer nos niega la posibilidad de retorno.
Y en esa negación nos sentimos asfixiados por ese hedor desprendido de la realidad diaria y atemorizados por la nada desdeñable posibilidad de que ese río se desborde y arrase cuerpos y mentes y hasta ese imaginario El Dorado que adoptamos y convertimos en nuestro new life’s style.
En este escenario en que nos movemos por voluntad más ajena que propia y en el que sin embargo todos llevamos nuestra pequeña o gran carga de triunfos y fracasos, de acciones y omisiones, de culpa y complicidad, aún cabe la posibilidad de retornar a través de las pequeñas cosas, menospreciadas y minusvaloradas en tiempos de opulencia y que sin embargo pueden darnos la pausa necesaria para volver a caminar con los pies en el suelo.
Cantaba La Lupe que “la vida es puro teatro” y olvidamos que el teatro era un mundo de sueños para transformarlo en un espacio de pesadillas. Pasamos de disfrutar con la interpretación de los papeles asignados a padecer en cualquier actuación, incluso en aquella en la que sólo éramos figurantes. Y hasta el pequeño éxito que suponía lograr una aparición con frase se convirtió en el mayor de los fracasos y en la excusa perfecta para abandonar, como si la función fuera a parar por nosotros.
Quizás sea momento de volver a sueños como aquellos de libertad, fraternidad e igualdad y de renunciar a pesadillas revestidas de sueños en las que alcanzábamos la cima del mundo. Ya no es tiempo de posar junto al emperador en ranchos e islas para la posteridad, cuando algunos eran tan implacables que creyeron que la correa adornaba su cuello y tan infalibles que no quisieron ver como les estrangulaba.
Todos en mayor o menor medida tocamos con los dedos esa cima. Renunciamos a los sueños para abrazar ese new life’s style y ahora al contemplar ese río de mierda debemos aceptar que para cruzarlo o para que no se desborde hay que mancharse la ropa.

jueves, 8 de abril de 2010

Una dimisión

Dicen que una dimisión es un acto de responsabilidad, aunque también podría ser un acto de desesperación o de cobardía. Y puede darse una dimisión por manifiesta irresponsabilidad (no me refiero a la dimisión en sí misma, sino como causa de ella).
Eso y no otra cosa, irresponsabilidad, es no enfrentarse a los hechos, no aceptarlos y no asumirlos y reconocerlos. Y por lo tanto, evitar cualquier actuación del tipo que sea que suponga aceptar las consecuencias de los hechos y en la medida de lo posible atemperarlas.
Enfrentarse a los hechos implica inexorablemente tomar decisiones. Es decir, lo contrario a aplicar la fórmula de dejar pasar el tiempo y no actuar como receta universal para lograr objetivos. Y la toma de decisiones en estructuras piramidales, donde las jerarquías son nítidas, se sitúa en el vértice de la pirámide.
En esa cima se ha de tener la consciencia de que algunas decisiones generan descontento al tomarlas y ejecutarlas, pero la responsabilidad las hace ineludibles. Porque no tomar decisiones genera también descontento y muestra la incapacidad y la falta de arrojo del vértice de la pirámide; sea individual o colectivo.
La dimisión es también una decisión. Personal, salvo cuando es un cese disfrazado de dimisión o lo que es lo mismo, cuando son otros los encargados de tomar la decisión. Cuando no se dan explicaciones y se da la demora o la ausencia de decisiones sólo queda la dimisión; por voluntad propia o por la de otros. Y no por dignidad o por convicción, sino por higiene.

miércoles, 7 de abril de 2010

Una explicación

Pensaba sobre cuál es la distancia entre lo que parece y lo que es. En cómo se mide esa distancia. Y en esas, lo reconozco, me he enredado. Quizás la distancia sea algo tan simple como una explicación. Y sin embargo, en muchas ocasiones, nada menos simple que una explicación.
Hay partidarios de ofrecer siempre una explicación. Y los hay de no ofrecerla nunca. Entre medias, los seguidores de las explicaciones en función de a quién vayan dirigidas o lo que es lo mismo, de no darlas a quién no las acepta o a quién entienden no las puede comprender.
Al margen de posibles y subjetivas categorías o subcategorías, hay personas que están obligadas a dar explicaciones, con independencia de su inclinación o rechazo a darlas y de los destinatarios. Y esa obligación de dar explicaciones está íntimamente ligada al concepto de responsabilidad, en sus más amplias acepciones.
En ocasiones no es extraño, diría que comienza a ser habitual, que lo que parece y lo que es sean lo mismo; y aún así, pese a que la distancia sea imperceptible, seguirían siendo necesarias las explicaciones; que por otro lado, es conveniente no confundir con la justificación de los actos, porque por todos es sabida la existencia de actos injustificables.
Pese a las explicaciones siempre habrá quien prefiera creer lo que parece antes que cerciorarse de lo que es. De igual manera que algunos prefieren lo que pudo haber sido a lo que fue.

martes, 6 de abril de 2010

La primera vez

Las cosas surgen cuando menos las esperas. En ocasiones, cuando ni siquiera las buscas. Ignoro si vienen porque han de venir o sencillamente porque en ese momento surge algo y como la semilla, florece. Como dice mi duende del agua, como “una margarita podía florecer entre las grietas grises juntas del embaldosado de las aceras”.
Como un juego, tú para animarme en un momento bajo y yo por un impulso, nos pusimos manos a la obra casi sin proponérnoslo. A cuatro manos y dos cabezas parimos un relato.
Admito sin pudor que ha sido mi primera vez. Nunca antes, al menos no lo recuerdo y seguro que estas cosas no se olvidan, escribí un relato con dos pares de manos y un par de cocorotas. E intuyo, porque no lo hemos hablado, que también ha sido tu primera vez.
Y esta primera vez no está rodeada de mito alguno, de éxito o de frustración. Alentamos las caricias del papel y los besos de tinta, y lejos de ser precavidos, sin renunciar al placer, concebimos nuestra criatura.
Casi sin querer, como sin darnos cuenta, hemos construido una vía de palabras. De Norte a Sur y de Sur a Norte. Partimos del kilómetro cero sin metas, con la maleta cargada de vivencias e imaginación y con la pantalla en blanco del ordenador. Y a partir de ahí, paso a paso, construimos esa vía que bien ha podido ser de varias calzadas o hasta una autopista, pero que tan sólo es una senda con un principio y un final; un camino de ida y vuelta para recorrer con pausa.

lunes, 5 de abril de 2010

Ay, Carmelo


Y de cepazos

La mala sangre es por naturaleza propiedad de algunos, pero nadie es ajeno al envenenamiento de la suya. Por lo que resulta indiferente el proceso de adquisición, pero no la conducta derivada de la misma.
Esa conducta lleva irremediablemente al cepazo. No existe alternativa, ni un final distinto. Y una vez en el suelo, emerge la disyuntiva, la única posible, levantarse o permanecer caído.
Algunos de tanto caer se familiarizan con el suelo y su vida discurre entre caer y levantarse para volver a caer. Otros optan por no levantarse jamás. Y también los hay que a pesar de caer, intentan levantarse para no volver a caer.
Quizás estos últimos merezcan una oportunidad. El injerto en la cepa. Una transfusión de sangre. Luz y oxígeno. O quizás sólo merezcan la losa en el pecho. La poda definitiva. Desangrarse. Oscuridad y asfixia.
Poco o nada importa la forma de caer, pero podría ser determinante la manera de levantarse. Y aunque haya quien defienda la existencia de un único demonio, no podrá negar que son muchos los ángeles caídos. Del mismo modo que hay aprendices que superan al maestro, convirtiendo la impericia en excelencia.



Nota.- En la tierra que habito, cepazo es sinónimo de tremenda caída.

sábado, 3 de abril de 2010

De cepas

Cuando nacieron mis peques mi padre me dijo que eran de buena cepa. Conociéndole estoy seguro de que lo decía por él, aunque yo por la parte que pueda tocarme no lo negaré. Tan sólo espero que con el paso del tiempo esa cepa no se tuerza y de buenos sarmientos. Algo difícil de aventurar a tenor de lo que observo en otras cepas. No es que se hayan torcido, es que se han retorcido hasta lo inimaginable.
Cada uno ve lo que quiere ver. Of course. Pero en la observación se mezclan la cepa torcida y la mala cepa por naturaleza, restando significado a la semilla y poniendo el acento en su crecimiento, expuesto a parásitos, filoxera o cualquier contaminación externa que de no ser atajada acabará con la planta.
Llegados a ese punto, poco importa la naturaleza del mal, si es innato o adquirido, pero si la intención y las consecuencias. Y ahí si observo diferencias entre el maestro y su aprendiz; entre el que hace sangre y aquel que hace sangre y a la par sangra, porque la intención de dañar es manifiesta, pero también lo desmedido de ésta.
Y es esa impericia en la medida de las consecuencias la seña de identidad del aprendiz. Y sin embargo no le exime de responsabilidad, porque esa impericia no rebaja en modo alguno la intención de hacer daño, aunque se vista de ira, celo, furia o despecho o se exhiba la testa coronada.
Pueden existir atenuantes por la incapacidad en el cálculo de las consecuencias, pero no por la mala fe en la actuación. Por lo mismo es conveniente distinguir las cepas y diferenciar el vino del vinagre.

jueves, 1 de abril de 2010

El apagón analógico

En 1992, el año de las luces con Olimpiadas y Exposición Universal, se me fundieron los plomos. De lo que cabría deducir que algo debería haber aprendido en lo referente a apagones. O que daba igual lo que hiciera porque el apagón analógico me volvería a afectar a los plomos. Es decir, que el exceso de luz o la falta de ella tendrían para mí iguales consecuencias.
Y así ha ocurrido. El apagón ha sido casi total, de hecho, sólo se han librado un par de canales locales y algunos de esos innombrables canales de televisión que pululan por las ondas ofreciendo tarot y concursos entre escotes de silicona y algún predicador de nueva hornada.
Podrían acusarme de falta de previsión. Y en alguna medida podría ser cierto. Pero dadas mis dotes adivinatorias o la ausencia de ellas, esa recriminación sería desmedida. Como todo hijo de vecino me había dejado embaucar con el cambio analógico al digital. A la fuerza ahorcan, si quería seguir viendo algún programa de televisión o que mis peques pudieran disfrutar de esa cadena emisora de dibujos animados casi las 24 horas del día. Por lo que había hecho los deberes y contaba con uno de esos aparatitos para codificar la señal de la TDT (Televisión Digital Terrestre). Pero, claro, mi falta de previsión impidió que sopesara por un solo instante la posibilidad de que mis peques se cargaran el citado aparato y además, que lo hicieran en vísperas de la fecha elegida por el Gobierno para fundirnos los plomos televisivos.
El resultado es fácil de imaginar, por un lado, he disfrutado de un día con superávit de canales con efecto nieve (excepto, el de los dibujos animados), y por otro, he tenido que adquirir un nuevo aparatito, que se suma al resto de aparatitos que empiezan a poblar nuestras casas. De modo que cualquier avance tecnológico doméstico implica la entrada en casa de un aparato adicional, la ADSL, la TDT…Todos ellos de espantoso diseño y luces varias e incluso acompañados de mando a distancia.
Lo peor, que la famosa TDT nos trae más de lo mismo, incluso peor. La misma basura televisiva a granel y como principal novedad, tertulias de pensamiento único, propias de regímenes totalitarios por su manifiesta y grosera ausencia de pluralidad.
Y lo preocupante, el Ministerio de Sebastián se siente satisfecho con los resultados del apagón y anuncia avances a corto plazo como la TDT interactiva. Ahí si que se me funden los plomos.