Hoy me siento Argentina. En Buenos Aires (la ciudad que nunca habité) vuelvo a pisar las calles nuevamente. Esas mismas calles que pisé desde Madrid hace ya muchos años para acompañar en la distancia a las Madres de Mayo reclamando justicia y dignidad. Esas calles que pisé a ritmo de tango de Carlitos Gardel o Discépolo, con las letras de Borges y Sábato, con el gaucho Martín Fierro, con las imágenes de “La historia oficial” o con las gambetas de Maradona.
Hoy un océano se vuelve chiquito y apenas alargando la mano alcanzamos la otra orilla. Argentina y España, hermanos de lengua y sangre, víctimas del terror de los “milicos” en el siglo XX, unen a pesar de la distancia esa mano en busca de justicia. Ayer fueron Videla, Galtieri… hasta 3 Juntas militares responsables de dictar el terror allá en Argentina. Y hoy (en realidad, será el miércoles cuando se presente en la Comisión Federal argentina una querella por genocidio y crímenes contra la humanidad durante la Guerra Civil española y la dictadura franquista) es el turno del dictador español; pese al intento desesperado de sus herederos por rendir cuentas sólo “ante Dios y ante la historia” y no hacerlo ante la Justicia.
No hay ley del “Punto final”, se llame en España Ley de Amnistía de 1977 o cómo quiera denominarse, ni allá, ni acá, para los delitos de lesa humanidad ante el principio de justicia universal. Y la cacería contra el juez Baltasar Garzón, desatada en España por los herederos de los cómplices de la dictadura y por algunas de las víctimas de la judicatura cobradas por Garzón en su vida profesional, ha logrado el efecto contrario y lejos de parar el proceso contra los crímenes de la dictadura franquista, lo ha impulsado. Una cacería que a la par causa vergüenza y nos abochorna más allá de nuestras fronteras, como recoge la prensa internacional asombrada y aturdida por el acoso y derribo al juez Garzón.
Un juez debe hacer cumplir la ley, pero sin renunciar a la justicia. Y hoy a Garzón quieren sentarlo en el banquillo, apartarlo de la judicatura e incluso condenarlo, interpretando la ley y renunciando a la justicia. El juez Luciano Varela debería arrojar luz sobre estas ‘extrañas’ leyes o sobre su peculiar aplicación. Y va a tener una oportunidad excepcional de hacerlo si se admiten a trámites las querellas por prevaricación que hoy lunes van a presentar contra él varias Asociaciones de la Memoria Histórica, a las que espero se sumen en breve otras. Ahora conviene recordar también aquello de que ningún juez está por encima de la ley.
Hoy un océano se vuelve chiquito y apenas alargando la mano alcanzamos la otra orilla. Argentina y España, hermanos de lengua y sangre, víctimas del terror de los “milicos” en el siglo XX, unen a pesar de la distancia esa mano en busca de justicia. Ayer fueron Videla, Galtieri… hasta 3 Juntas militares responsables de dictar el terror allá en Argentina. Y hoy (en realidad, será el miércoles cuando se presente en la Comisión Federal argentina una querella por genocidio y crímenes contra la humanidad durante la Guerra Civil española y la dictadura franquista) es el turno del dictador español; pese al intento desesperado de sus herederos por rendir cuentas sólo “ante Dios y ante la historia” y no hacerlo ante la Justicia.
No hay ley del “Punto final”, se llame en España Ley de Amnistía de 1977 o cómo quiera denominarse, ni allá, ni acá, para los delitos de lesa humanidad ante el principio de justicia universal. Y la cacería contra el juez Baltasar Garzón, desatada en España por los herederos de los cómplices de la dictadura y por algunas de las víctimas de la judicatura cobradas por Garzón en su vida profesional, ha logrado el efecto contrario y lejos de parar el proceso contra los crímenes de la dictadura franquista, lo ha impulsado. Una cacería que a la par causa vergüenza y nos abochorna más allá de nuestras fronteras, como recoge la prensa internacional asombrada y aturdida por el acoso y derribo al juez Garzón.
Un juez debe hacer cumplir la ley, pero sin renunciar a la justicia. Y hoy a Garzón quieren sentarlo en el banquillo, apartarlo de la judicatura e incluso condenarlo, interpretando la ley y renunciando a la justicia. El juez Luciano Varela debería arrojar luz sobre estas ‘extrañas’ leyes o sobre su peculiar aplicación. Y va a tener una oportunidad excepcional de hacerlo si se admiten a trámites las querellas por prevaricación que hoy lunes van a presentar contra él varias Asociaciones de la Memoria Histórica, a las que espero se sumen en breve otras. Ahora conviene recordar también aquello de que ningún juez está por encima de la ley.
Foto: Plaza de Mayo, en Buenos Aires (Argentina), tomada de http://farm1.static.flickr.com/12/69787006_271140ba11_o.jpg.
Tengo entendido que un juez no hace mas que aplicar la ley y si esto es así, visto lo que hay, no sé hasta que punto las leyes son justas. Luego esta lo de las interpretaciones que hacen con las leyes, que debe pasar un poco como con lo de la Biblia. Pero curas y jueces no son mas que hombres y como tales, con sus defectos y virtudes. Ni los unos ni los otros me inspiraron ni me inspiraran la menor confianza.
ResponderEliminarHabía más, pero engarré con un chiste sobre políticos y sus políticas, banqueros y meretrices que al final terminé perdida por los cerros de Úbeda y ya no sabia de que hablaba.
Bicos
Eauphelia, entiendo que la aplicación de la ley implica la búsqueda de la justicia, porque aplicar la ley sólo no es un acto de justicia, sino de legalidad. Bicos.
ResponderEliminar