lunes, 5 de abril de 2010

Y de cepazos

La mala sangre es por naturaleza propiedad de algunos, pero nadie es ajeno al envenenamiento de la suya. Por lo que resulta indiferente el proceso de adquisición, pero no la conducta derivada de la misma.
Esa conducta lleva irremediablemente al cepazo. No existe alternativa, ni un final distinto. Y una vez en el suelo, emerge la disyuntiva, la única posible, levantarse o permanecer caído.
Algunos de tanto caer se familiarizan con el suelo y su vida discurre entre caer y levantarse para volver a caer. Otros optan por no levantarse jamás. Y también los hay que a pesar de caer, intentan levantarse para no volver a caer.
Quizás estos últimos merezcan una oportunidad. El injerto en la cepa. Una transfusión de sangre. Luz y oxígeno. O quizás sólo merezcan la losa en el pecho. La poda definitiva. Desangrarse. Oscuridad y asfixia.
Poco o nada importa la forma de caer, pero podría ser determinante la manera de levantarse. Y aunque haya quien defienda la existencia de un único demonio, no podrá negar que son muchos los ángeles caídos. Del mismo modo que hay aprendices que superan al maestro, convirtiendo la impericia en excelencia.



Nota.- En la tierra que habito, cepazo es sinónimo de tremenda caída.

2 comentarios:

  1. repito: Ay, Carlos!
    si lo que no dices se escribiera, caerían piedras y el vino se convertiría en vinagre de repente

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  2. Rakel, más vale que caiga agua de lluvia o como mucho agua de coco y que podamos seguir bebiendo y viviendo el vino. Un beso.

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