jueves, 28 de septiembre de 2017

Un deseo llamado tranvía

He procurado hablar y escribir poco, muy poco, del tranvía de Jaén. Entre otras cosas me pasa como ahora con el tema de Cataluña, observo que casi todo el mundo opina y la mayoría lo hace desde el desconocimiento y no sé muy bien con qué intención. 
Algunos añaden a ese desconocimiento su identificación con una determinada ideología o con el planteamiento sobre el tema de un partido político en concreto. El resultado es el mismo, restar en lugar de sumar. 
Ahora con la puesta en marcha del metro de Granada el tranvía de Jaén vuelve a ser un tema recurrente. No voy a contarles lo que se dice en la calle, porque supongo que para muchos de ustedes no es desconocido e incluso alguno de ustedes habrá protagonizado alguna conversación sobre el particular. 
Pero sí me ha llamado la atención algo y es la creencia por parte de algunos jiennenses, ignoro si muchos o pocos, de que tendremos el tranvía funcionando para 2018 y que va a ser utilizado (de nuevo, digo yo) como baza para obtener votos en las próximas elecciones municipales. 
¿Y por qué partido?, me pregunto. No me sorprende el descaro de nuestros gobernantes y su facilidad para colgarse medallas, en especial por logros en los que no han tenido nada que ver, o para responsabilizar a otros de lo no logrado, incluso de sus propios incumplimientos. 
¿Qué nos van a contar a estas alturas del tranvía? A mí salvo su puesta en marcha, poco o nada me interesa ya. No voy a volver sobre obviedades como lo deficitario del transporte público, ya sea autobús o tranvía; sobre el monto de la inversión; sobre la falta de consenso para tomar decisiones en la ciudad y la apuesta por la imposición frente al diálogo, ya sea en el propio grupo municipal de gobierno o con el resto de grupos de la oposición; tampoco voy a hablar de la empresa Castillo y ese trato “amigo” que le da el Ayuntamiento desde hace décadas. 
El pasado está ahí. Conviene no perderlo de vista, sobre todo para construir el relato de lo acontecido. Pero interesa más el presente y particularmente, mirar al futuro. No es que tenga yo en gran consideración a los políticos municipales de Granada o Sevilla frente a los de Jaén, pero es evidente que en esta ciudades durante los últimos años y con distintos partidos gobernando se presentan proyectos, se aprueban y se realizan. Probablemente porque tienen un modelo de ciudad, mientras que en Jaén la moneda de cambio es el bloqueo y el retraso de los proyectos. 
Muchos ciudadanos tienen un deseo llamado tranvía; un anhelo de mejores infraestructuras, de futuro. Y otros tienen un presente que siempre es letargo. 
La solución no es que el aeropuerto de Granada sea el de Jaén y que los jiennenses que quieran montar en tranvía lo hagan en el metro en superficie granadino. 
Aquí no ha descarrilado un tranvía, se han estrellado una forma de hacer política y unos políticos que con su irresponsabilidad y nuestro voto no solo arrebatan el presente a la ciudad, también hipotecan su futuro.

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 28 de septiembre de 2017.

martes, 26 de septiembre de 2017

Los días felices

Todavía sueña con los días felices. Recuerda la aguja recorriendo el vinilo y el sonido cercano de la voz del lejano Lou. Recuerda cuando al abrir la ventana los sueños volaban pero no llegaban a escapar. Y cuando no importaba el cuándo, el cómo o el porqué y el dónde era lo de menos. 
El sueño se tiñe de nostalgia. Y los recuerdos están tan manoseados y borrosos que no son más que la trampa en la que caer y volver a caer. 
Cree estar viendo aquel hilo de humo ascender acompañando la música de Bob, en aquella época que era Bob y no nos podía defraudar. Siente deslizarse en la garganta aquellos tragos largos como un preámbulo de los que vendrían después. Y contempla la habitación poblada con aquellos rostros que hoy no son más que vagos esbozos de quienes un día fueron y ahora no son. 
Suena la tercera de la cara B. Como le gustaba oír a Joe y su banda. Todavía los escucha, incluso ahora cuando Joe hace tiempo que se marchó. 
En su sueño hay chicas de porcelana y cintura de serpiente que ríen tras la última calada a un cigarro. Alguien abre el último número de Star. Las piernas dibujan un círculo en el suelo. Y fuera, en la terraza, se oyen las voces de la que será una última discusión que siempre acaba igual. 
De pronto suena el teléfono. Y es como si se parara el tiempo. Nunca podrá olvidar su cara. La música enmudece. Y ahora el único hilo que asciende en el aire es su voz. 
No podía ser, pero fue. El coche dio dos vueltas antes del impacto. No hubo supervivientes. 
Hoy solo quiere sentir uno de aquellos tragos deslizarse por la garganta, fumar un cigarro y volver a aquella habitación donde suena la música. 
Sueña con días felices. Con la convicción de que existieron alguna vez.

lunes, 18 de septiembre de 2017

Las líneas de la mano

Dicen que al doblar la esquina hay una sonrisa perdida de esas que te rompen el corazón. Que hay quien cree todavía que el amor se regala y no es objeto de venta. Y quien afirma que para viajar al cielo no es necesario pagar billete. 
Cuentan que algunos pierden sus propios pasos en el laberinto, presos de la inconsciencia de no aceptar que ya andaban perdidos tiempo atrás. 
Dicen y cuentan tantas cosas que se tiende a no discernir lo real de lo ficticio o lo ficticio de lo real. Así se alimentan creencias y leyendas. Y se abona el engaño en una partida de naipes marcados en la que sin embargo el trío siempre será más que la pareja o la doble pareja. En la que las cartas marcadas, el gesto impasible y el control de las pulsaciones forman parte de un artificio que no garantiza el triunfo. 
La dama de corazones solo gana al rey en las páginas de Alicia en el País de las Maravillas. Una jota está condenada a valer menos que nada y ni siquiera el as de trébol puede voltear el azar. 
Eso no impide que el territorio del crédulo se extienda y que donde se pierde la vista vea el principio cuando probablemente no sea más que el fin. 
La línea del horizonte no puede confundirse con las de la mano. Una es presente y las otras nunca dibujarán el futuro. Aunque es cierto que para atraparlas basta con cerrar los ojos y apretar el puño, a sabiendas de que al abrirlo no puedes dejarlas escapar. Ningunas son un camino de huida, ni siquiera de esperanza. Pero hay quien es capaz de practicar el funambulismo sobre ellas y no solo para mantenerse erguido sino para avanzar, consciente de que al final de la línea puede esperar un abismo.
Y vuelta a empezar. El abismo tiene forma de puerta que al franquearse te conduce al laberinto. Aquel en el que perdiste los pasos propios. 
Levantas la vista para buscar la línea del horizonte y solo logras ver las líneas de la mano. Otro camino para perderse. Otra esquina a doblar. Lo ficticio o lo real. Un futuro incierto.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Entre el Déjà Vu y el espejismo

Cantaba Joaquín Sabina con Chavela Vargas que “el fin del mundo te pille bailando”. No es el fin del mundo, tan solo el fin del verano. Y no, ni uno ni otro nos pillan bailando en Jaén. Pasamos en unos días de ser una ciudad muerta a continuar siendo esa ciudad dormida, cómoda en su letargo. 
Pero ya saben, el verano es tiempo de descanso, incluso para algunos de reflexión, y hasta nuestros gobernantes vuelven con las pilas cargadas. Retornan como si hubieran encontrado una fórmula mágica capaz de sacar a la ciudad de su sempiterna modorra y como si hubieran bebido de la fuente que les dotara del conocimiento para gestionar. 
Es un espejismo. Se produce cada año en los primeros días de septiembre. Regresan como si quisieran solucionar los problemas de esta ciudad, hasta los creados por ellos; como si supieran solucionarlos. 
Anuncian a bombo y platillo el desbloqueo del Museo Íbero, el inicio de las obras en la calle Cataluña, los avances de uno de los futuribles centros comerciales y hasta que la Junta suavizará la norma para que la música vuelva a sonar en el interior de los garitos de Jaén. Vamos, que si se descuidan nos dan fecha para la puesta en marcha del tranvía y la apertura de la iglesia de Santo Domingo. ¿Por qué ahora sí, antes no y mañana puede? 
Ante tanto ruido y con tantos altavoces corremos el riesgo de dejarnos atrapar por el espejismo y abrazar la fe de los crédulos. Lo malo es que cuando se disipe el espejismo comprobaremos que seguimos en el mismo páramo. Nos golpearemos con la realidad, pero no se preocupen ni se hagan ilusiones; se les pasará pronto. A ellos y a nosotros. 
Y volveremos a la anormalidad, que es nuestra normalidad: los proyectos paralizados, las riñas de gatos, la ineficacia como testigo, la semilla de la desesperanza y la desafección, el desprecio a la cultura, el triunfo de la idiotez y el ascenso de los vivos. 
Entre lo merecido y lo desmerecido hay más de espejismos, cantos de sirena o cuentos chinos que de un futuro tangible para la ciudad. ¿Hasta cuándo podemos aguantar así? Lo ignoro, dicen que la capacidad de sufrimiento de algunas especies no es cuantificable. 
Pero alégrense, hoy comienza el Alligator Rockin' Festival. Cuatro días de rock en la ciudad del lagarto. Y aunque hay quien cree que esta música tiene algo de infernal y aunque admitamos que el diablo puede enredarse en las cuerdas de una guitarra, el rock es de lo poco en lo que todavía hoy se puede creer. 
Live rock.

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 14 de septiembre de 2017.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

El contralibro

Leo que una reconocible periodista ha publicado su quinta novela. Y me quedo un poco perplejo. Ignoraba que escribía y como es evidente no he leído una sola de sus criaturas. Ignoro cuál es el criterio para publicar a algunos autores en este país, pero imagino que el apellido ayuda; cuando además quien lo portaba primero es también reconocible y durante años ha escrito al servicio y supongo que en cierta medida al dictado de algunas empresas de este país, incluidos esos grandes almacenes de conocimiento general. 
No voy a retomar esa manoseada relación del periodismo y la literatura, más que nada para no ofender a tipos como Mark Twain o Ernest Hemingway o a algunos más cercanos como Manuel Vázquez Montalbán o Javier Valenzuela, pero es constatable el elevado número de periodistas que en los últimos tiempos publican, y de forma reincidente, con escaso, digamos, acierto. 
Al hilo de ello pensaba que igual lo lógico sería escribir el contralibro; habría que definirlo previamente, claro. Pero no, la clave sigue siendo la misma, una buena elección tanto del autor como de la obra. Da igual que se editen o reediten muchos o pocos libros, estos o aquellos autores, lo importante es saber lo que uno quiere leer y hasta donde está dispuesto a arriesgarse. 
Probablemente resulta poco creíble y algo presuntuoso que escriba esto alguien que se caracteriza por lo que podríamos denominar un “anarquismo lector”. Ese mismo que me lleva a entretenerme leyendo-jugando con los poemas de Eduardo Scala a la vez que leo, no sin alguna pesadumbre, la historia de la familia Oesterheld, tras haber devorado la “Colección particular”, de Juan Marsé, editada por Lumen. 
En cualquier caso, se puede discutir la credibilidad, pero no la falta de criterio, aunque éste sea cuestionable y no compartido. Y admitiendo que esa elección, errónea o certera, me priva de leer algunas obras que sin duda merecen la pena. 
Puestos a cavilar, pensaba también que cuesta más escribir sobre la derrota que sobra la victoria. Y recordaba aquello escuchado a muchos actores que es más difícil hacer reír que hacer llorar. Y entre la cavilación y el recuerdo llego a la conclusión de que la mayoría de los autores escriben mejor desde el dolor, sin entrar en consideraciones sobre la cuantificación del mismo y asumiendo que ello no implica como resultado una escritura trágica o un relato dramático. 
Puede que no sea más que un estereotipo, que me deje llevar por esas vidas truncadas demasiado pronto y llenas de excesos, como las del poeta Rimbaud, la del pintor Modigliani o la de alguna estrella del rock, género en el que la lista es extensa. Ya conocen aquella fórmula maldita de vivir rápido y morir prematuramente. 
En fin, que lean lo que quieran, pero por lo menos algo que alimente.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Caleidoscopio

Quizás no lo percibimos de forma consciente pero el hecho de deslizar los pasos por el suelo en ocasiones implica algo más que pisar, con paso decidido o no. Hay vestigios en el enlosado que pertenecen a tiempos pretéritos, tiempos de la infancia en los que el suelo era un tablero de juego de formas geométricas y ensoñaciones infinitas. 
Ese mismo suelo que ahora evoca a Escher. Ese mismo suelo que nos recuerda el caleidoscopio que nos fascinaba mientras engañaba a nuestros ojos. 
Aquel cilindro que agitábamos para destruir una imagen y construir otra geometría fascinante y hasta cierto punto incomprensible. Es posible que aquella fuera nuestra primera deconstrucción, gestada desde la ignorancia más absoluta en términos conceptuales y artísticos. Era pura fascinación, aquella que aletarga y estimula los sentidos primarios y escondidos de los infantes inquietos y expectantes.
Ahora querrán convencerme de que nada es fortuito. Me hablarán de tendencias, modas y estilos. De diseños concienzudos y característicos de una época perdida, prendida en el recuerdo de quienes apenas conservan ya recuerdos. Y algún osado respirará hondo y sentenciará que el pasado siempre vuelve porque nunca se acaba de marchar y exclamará con el suficiente volumen para ser escuchado que nos movemos entre lo clásico y lo vintage. 
Y yo vuelvo a mirar con aquella mirada que creía perdida, esa que ya daba por olvidada. Y trato de reconstruir lo que ese suelo esconde en algún rincón de la memoria, aquellas baldosas que dibujaban falsas alfombras en una época ya pretérita. Los suelos que entonces eran tan familiares. Las desaparecidas casas de mis abuelas. Mis desaparecidas abuelas. Mi infancia. 
Y todo cabe en una baldosa. Todo se encierra en ese cuadrado, que sin embargo era infinito en una mente juguetona. 
Quisiera no pisar ese suelo, flotar en él. Y evocar aquel tiempo perdido, tan lejano y sin embargo siempre de una manera u otra presente. 
Y ahora sueño en el aula del poeta, donde impartía su docto magisterio de esa lengua asentada más allá de los Pirineos; en esta Baeza de alguna manera inesperada e improbable en este mar de olivos, que esta alfombra enlosada está engarzada con versos ocultos en la cabeza de Don Antonio y que las palabras jugaban nerviosas dibujando arasbescos mudos.