lunes, 28 de febrero de 2011

Al parecer

Veo un informativo de una cadena nacional de televisión y escucho a su corresponsal en Libia informando sobre los últimos acontecimientos de ese país. Nada más empezar su crónica oigo su primer “al parecer”, una fórmula que vuelve a repetir en el cuerpo de esa crónica. Imagino que por olvido o desconocimiento de que en periodismo las cosas no parecen, son; porque cuando sólo parecen no son nada, ni siquiera noticia. Y tampoco las urgencias o las dificultades, que intuyo que son muchas en el país africano, para elaborar una información justifican que no se contraste esa información.
Es una periodista joven y entiendo que tiene mucho camino por recorrer, que probablemente le falta rodaje y que su etapa de aprendizaje no haya hecho más que empezar. También se que se aprende más de los errores que de los aciertos. Pero no puedo evitar pensar en aquellos profesionales que impartían magisterio con sus crónicas y que fueron invitados a prejubilarse, porque una televisión pública cuyo máximo responsable es un octogenario los consideraba viejos para hacer su trabajo.
Cuando rompemos los eslabones naturales y renunciamos a los referentes pasan estas cosas. Lo fácil sería culpar a la corresponsal, pero ella sólo es víctima del vacío generado y de la orfandad a la que todos hemos sido condenados.

domingo, 27 de febrero de 2011

Las cartas del perdón

Las cartas pidiendo perdón duermen en los juzgados. Las víctimas supervivientes y los familiares de los asesinados nunca las recibieron. Las palabras que no borran la sangre, pero buscan el corazón, duermen en las mismas hojas blancas en que un día se unieron como una renuncia a la pasada barbarie.
Probablemente sólo despertaron para los funcionariales ojos; ajenos, con excepciones, a esos territorios donde los asesinos buscan ser humanos y marcar la distancia con las bestias. Cuando la palabra sustituye a la bomba, la mirada borra el odio y las vísceras y los instintos se rinden a la cabeza. Demasiado tarde pensarán algunos, porque el daño ya está hecho y no hay bálsamo contra el dolor.
¿Y cuántas cartas habrá? ¿Y qué dirán las palabras allí recogidas? No es fácil pedir o aceptar el perdón. De hecho, hasta resulta complicado comprender quién lo pide, a quién y por qué. Porque el perdón lleva implícito el reconocimiento de un error y se supone que el arrepentimiento, y por tanto exige la consciencia de ese yerro y la necesidad de perdonarse a uno mismo. Y ese perdón a uno mismo se me antoja complejo y difícil. Tanto como el acto de generosidad del que perdona. Porque el que perdona es generoso, pero también necesita de una reflexión y una comprensión sobre lo acontecido previa al acto de perdonar. Y eso no debe ser fácil, más cuando la pérdida son personas, seres queridos, arrebatados por el chasquido de la bala o la detonación de la bomba. Un chasquido y una detonación cuyo responsable toma ahora lápiz y papel para solicitar perdón, es decir para admitir un error y encontrar comprensión.
Desconozco lo que dice la ley al respecto (aunque se busque amparo en la Ley de Protección de datos), pero pienso que esas cartas no deberían estar presas en portafolios, archivos o cajones judiciales. Deberían ser liberadas y enviadas a sus destinatarios. Su autor no obtiene privilegio carcelario o judicial alguno y aunque imagino que es duro para los receptores e incluso que muchos se negarán a leerlas y otros permanecerán anclados en aquel “ni olvido, ni perdono” (acuñado por el ex ministro Enrique Múgica, tras el asesinato de su hermano), no dudo de que esas cartas y las relaciones que establezcan tras la lectura de las mismas el autor y los destinatarios (verdugo y víctimas) son un preciado material para construir el futuro. Salvo los fanáticos, de cualquier nacimiento, nadie puede discutir que sustituir las armas por las palabras es un camino a la paz.


http://www.elpais.com/articulo/espana/Txelis/busca/perdon/Yoyes/elpepuesp/20110227elpepinac_3/Tes

http://www.elpais.com/articulo/espana/Txelis/busca/perdon/Yoyes/elpepuesp/20110227elpepinac_3/Tes#despiece1

viernes, 25 de febrero de 2011

Funámbulos del engaño

¿Quién no está expuesto a un ataque de sinceridad? ¿Quién está libre de dejar, al menos por un instante, caer la máscara y mostrarse sin artificios? Nadie, evidentemente. Y sin embargo, no es habitual y cuando ocurre es, la mayoría de las veces, algo involuntario.
¿Comodidad? ¿Hábito? Hay abundantes excusas y justificaciones. Quizás demasiadas. Aunque hay quien se engaña permanentemente y exhibe sin rubor y sin pudor su convicción en su naturalidad, como sinónimo de autenticidad, y de paso, como acusadora evidencia de la impostura de los otros. Y también hay quien derrocha maestría para revertir situaciones cuando menos incómodas por los excesos que nos retratan y maniobrar con arte entre aquello de donde dije digo, digo Diego.
Nos movemos mejor en el engaño. En ese camuflaje total o parcial, al gusto del enmascarado, que sólo nos diferencia en la cantidad de afeites o en los artilugios empleados por unos y otros para no mostrarnos en nuestra desnudez. Como en todo, hay virtuosos, avanzados aprendices e indisimulados torpes, pero también eternos aspirantes que caminan sobre alambres tendidos en el vacío, sin saber y sin que el resto sepa si su meta es el engaño o el ataque de sinceridad.
Y en esa farsa, la Red es un paraíso. El territorio donde conviven el tramposo y el ingenuo, sin que se vislumbre el abismo que separa a ambos y donde no importan las líneas trazadas para evitar despeñarnos, porque son invisibles. Así que el funámbulo sin rumbo está predestinado a la incertidumbre, porque sólo la caída despeja la duda de si existe la salvaguarda de la malla para no estamparse contra el suelo. La función ha de continuar. Y pervivimos en la acrobacia.

Imagen: El funámbulo. Óleo, lápiz y acuarela sobre papel con tinta sobre cartulina, de Paul Klee.

Nada nuevo

Nada nuevo bajo el sol. 30 años y un día más tarde no sabemos mucho más de lo que supimos durante aquellas horas y los días y meses posteriores de aquel lejano 23 de febrero de 1981. A excepción del monarca, que afirma que ya se sabe todo sobre aquel 23-F. Nada extraño, por otra parte, teniendo en cuenta que fue designado sucesor por el dictador y que asentó su reinado tras ese intento de golpe de Estado.
Pero pese al amplio despliegue informativo de estos días, seguimos sin conocer la verdad. Y 30 años y un día más tarde la misma pregunta carece de respuesta ¿quiénes, civiles y militares, estaban detrás del golpe?

miércoles, 16 de febrero de 2011

La posada de la piel

La nueva película de Almodóvar, "La piel que habito", se estrenará el próximo mes de septiembre. Leo la noticia en la web de la Cadena SER (http://www.cadenaser.com/cultura/articulo/piel-habito-pedro-almodovar-llegara-cines-proximo-septiembre/serpro/20110216csrcsrcul_4/Tes), me guardo el cartel y pienso en la piel como hábitat.
Me pregunto cuál y cómo es la piel que habito. E imagino que tampoco acabamos de conocer la piel que nos habita o aquellas otras que en algún momento del pasado nos habitaron.
Recuerdo aquello de la dermis y la epidermis y visualizo esas distintas capas como si fueran las estancias de una vivienda. Así que habrá algún rincón favorito, uno de esos lugares que muestran nuestra querencia; del mismo modo, que habrá algún espacio secreto, vetado a la mayoría de los visitantes, y alguna cámara de los horrores, donde perviven temores y demonios.
Rememoro los itinerarios de la piel, los conocidos, los ya recorridos, y aquellos otros pendientes de transitar. Ignoro si esos caminos conducen al conocimiento, pero seguro que son una invitación a la consciencia sobre la existencia propia y ajena. Y por tanto, un punto de partida; como el mapa de los sueños infantiles.
Y aunque no habite piel alguna y ninguna piel me habite, estoy convencido de que la piel puede no ser un destino, pero es una deseable posada.

lunes, 14 de febrero de 2011

Tinieblas

Habitamos en las tinieblas. Desde la consciencia o la inconsciencia. Voluntaria o involuntariamente. Permanente o provisionalmente. Tinieblas que unas veces nos son impuestas; otras, son creadas por nosotros mismos y otras, las trae la propia vida.
De algunas logramos escapar. No sin dificultad. Otras nos acompañan siempre, a pesar de nuestros esfuerzos por liberarnos. Y otras caen sobre nosotros, de repente, como la noche oscura.
Un mundo de sombras donde compartimos hábitat con demonios y miserias. Un espacio donde la realidad transmuta en ficción y casi nos hacer creer que existimos en un lugar de la imaginación, probablemente en la mente de un ser retorcido.
Miro hacia el Sur y veo con satisfacción como los pueblos abandonan las tinieblas utilizando los fusiles como floreros, igual que en aquella hermosa revolución lusa. Pero temo que sea provisional y terminen por habitar de nuevo en otras tinieblas con los mismos demonios y disimuladas miserias.
En la vieja Europa somos ahora más refinados y no demandamos antorchas humanas para avanzar entre tinieblas. Del mismo modo que evitamos meternos en jardines, aunque eso suponga renunciar a la belleza y al aroma de esas flores que desarman ejércitos. Renunciamos a la esencia en beneficio de la estética.
Entre mirada y mirada oigo el aleteo de los pájaros sobre nuestras cabezas marcando una borrosa línea de futuro. A algunos les parecen aves marinas, señal de que la tierra está cerca. A mí me parecen murciélagos, heraldos de las sombras. Fijo la vista y no dudo de que en algún lugar cercano se halle la tierra, suelo firme, pero envuelta en las tinieblas.
Qué difícil es hallar la luz. Algunos creen poseerla y otros se muestran alborozados por descubrirla, y en realidad sólo están deslumbrados o han sucumbido a un momentáneo reflejo luminoso. Sin hombres y mujeres de luz, la inmolación parece una salida (ya sea la de un estudiante o la de un presidente), pero perdemos el presente y el futuro queda en manos de los otros. Continuamos habitando en las tinieblas.

viernes, 11 de febrero de 2011

Minutos de gloria

Los medios de comunicación crean monstruos. En realidad, no es cierto. Lo parece, pero sólo se limitan a hacer visible ese monstruo que todos llevamos dentro. Ese mismo que no se resiste a un mínimo de 3 minutos de gloria y que si le dejan está dispuesto a permanecer horas en la pantalla del televisor u ocupando páginas de periódicos y minutos en las ondas.
No, los medios de comunicación y los periodistas no creamos los monstruos, pero sí somos responsables de abrirles la puerta, de alimentarlos y de permitirles que permanezcan entre nosotros hasta que sucumben por la aparición de nuevos monstruos o son víctimas de su propia vacuidad.
A raíz de la aprobación y entrada vigor de la denominada Ley antitabaco hemos asistido, diría que atónitos e impertérritos, a la irrupción en nuestra rutina de una serie de personajes anónimos dispersos en varios puntos geográficos de España, cuyos logros eran ser propietarios de establecimientos hosteleros, bien bares o bien restaurantes, que se negaban a cumplir la mencionada ley.
A priori parecía simplemente una demostración de ignorancia o una campaña publicitaria gratuita para poblaciones y negocios. Ciertamente no son más que un grano de arena en el desierto, pero los medios de comunicación en lugar de cumplir su función de denuncia han optado por el amarillismo y por actuar de altavoz de uno de estos propietarios, casi elevando lo excepcional a lo ejemplar.
Ha ocurrido en la región que habito. Pero en defensa de los andaluces, al margen de aquellos que demuestren tener tan poco respeto por la ley como el propietario en cuestión, he de dejar constancia de que el tipo no es de aquí, sino que es uno de tantos a los que se ha acogido en esta hospitalaria tierra sin exigirle pedigrí alguno o rh positivo o negativo.
Así que ante la receptividad de los medios y un añadido de estupidez colectiva, el tipo, propietario de un asador en Marbella, se ha crecido y amparándose en la libertad de expresión ha mezclado churras con merinas (gobierno, marxismo, terrorismo...), para acabar presumiendo de criadillas y amenazar hasta al lucero del alba.
En materia avícola respondo con lo que me otorgó la naturaleza, un par como al resto de los mortales de sexo masculino, aunque dejé aparcada la ley de “misco” en tiempos de juventud, y los excesos de testosterona, vengan del premier italiano o de este neofascista de medio pelo que olvida que las leyes pueden no gustarnos pero eso no impide que haya que cumplirlas, además de producirme vergüenza ajena, me parecen una innegable muestra de falta de argumentos.
Y no me consuela pensar y mucho menos constatar aquello de que somos así. Porque me parece lamentable y denunciable la actitud de este individuo; vergonzosa como ciudadano y como profesional la actitud de los medios de comunicación ofreciendo minutos y páginas de cobertura a las bravatas de este tipo, y absolutamente desmesurada la sanción económica impuesta por la Junta de Andalucía, cuyo abono, me temo, se hará con la pasta que aflojen algunos medios de comunicación privados que no van a dudar en ofrecerle un cheque en blanco para que siga su vomito mental en horario de máxima audiencia.
La basura no distingue ni entiende de géneros, creo que ya tenemos la parejita. La indocumentada, analfabeta e ignorante estrella de la televisión española de Berlusconi ya tiene partenaire. La bobería ilustrada incrementa la cuota de pantalla. El reloj de los minutos de gloria no necesita que le den cuerda y continúa devorando horas. Ya se que los ignorantes somos los otros, porque ellos se lo llevan calentito, pero que tiempos aquellos en los que las páginas de un periódico envolvían el pescado y no había duda sobre dónde estaba el besugo.

lunes, 7 de febrero de 2011

Si la hubiera

Los de la boina con capucha y su entorno han vuelto a defraudarnos. Podríamos volver a hablar de oportunidad perdida, pero ignoro si merece la pena, porque ya son tantas que uno pierde la cuenta y sobre todo, se sitúa en el escepticismo, sin abandonar la esperanza de un desenlace definitivo y real.
Es evidente que algunos, al margen de su ideología y de llevar la boina con o sin capucha, prefieren demorar sine die el fin del terrorismo, para construir un discurso y ocupar un espacio que de otro modo no tendrían, para obtener réditos electorales o para garantiza un estatus basado en la extorsión económica y en los asesinatos. Es sabido que los extremos se tocan y en este país vamos sobrados de radicales nacionalistas, se apelliden Uribarrena o Mayor.
Pese a ambos, es innegable que algo hemos avanzado con respecto a los últimos tiempos y que el mensaje emitido hoy por la denominada izquierda abertzale supone una novedad formal en relación a los anteriores mensajes. Insuficiente a todas luces, salvo para los que situados en uno de los mencionados extremos y en defensa de sus intereses electorales se han apresurado a expedir certificados de buena conducta y a proclamar la bondad de los que hasta ayer respaldaban con su silencio y con hechos a los de la bomba y el tiro en la nuca.
En esas aguas revueltas, los del otro extremo, atemorizados ante la posibilidad de que su principal adversario político pudiera lograr el fin del terrorismo, han vuelto a realizar, a través de la ManchegaSuperstar, una pirueta de doble tirabuzón. Por un lado, evitando a la vez respaldar y desautorizar al de la boina calada hasta la oreja, y por otro, buscando encaje en una ley, la denominada Ley de Partidos Políticos, de dudosa constitucionalidad y desde luego, escasamente democrática; una actitud que evidencia los vaivenes de un partido que reclama el cumplimiento de las leyes cuando afectan a otros y pone patas arriba el Estado de derecho cuando se trata de aplicárselas a ellos.
Ese asomar la patita por parte de ambos no descubre nada nuevo. Aunque es conveniente que se retraten, por si a alguno de sus seguidores le diera por descubrirse y airear la testa. En esta ocasión bastaba con escuchar en lugar de poner la oreja. La insuficiencia del mensaje emitido se aprecia en una nueva demostración del retorcimiento de las palabras como si fueran garrotes. No sólo no se condena al terrorismo, sino que se manifiesta un rechazo a la violencia que es irreal, ya que se sustenta en una hipótesis: el rechazo, no condena, a la violencia, incluida la de ETA, si la hubiera. Es decir, que se juega la carta de una hipótesis de futuro desmentida por el presente tras el anuncio de tregua de la banda terrorista, que en buena lógica ha de suponer el fin de los atentados y por tanto, de la violencia.
La verdadera inflexión y el compromiso con los valores democráticos pasan por la petición pública a los del hacha y la serpiente del abandono de las armas y por la condena sin ambigüedad de la violencia. El resto son piruetas y equilibrios que mientras no se demuestre lo contrario sólo sirven para alimentar los radicalismos periféricos o centrales y mantener un escenario que sólo interesa a aquellos que utilizan el terrorismo como coartada.

sábado, 5 de febrero de 2011

El vuelo del íbero

Hay quien contempla el cielo con temor a que se desplome sobre su cabeza. Y también quien espera que carros envueltos en llamas asciendan a él y después, vive con el miedo producido por la incertidumbre de saber dónde caerá el carro. Incluso los hay que anhelan el abrazo de la muerte para habitar eternamente en él.
A mí me gustan más aquellos que pierden su mirada en el cielo buscando las imposibles formas de las nubes, embelesados con lejanos planetas o persiguiendo las estrellas. O aquellos otros que en día de lluvia alzan la mirada para sentir las gotas de agua en la cara.
En la ciudad que habito, días atrás, aquellos que miraban al cielo no hallaron motivos para el temor (salvo catástrofe que no sucedió), pero si para la sorpresa, al ser testigos excepcionales del vuelo de un guerrero de 6 metros de altura.
Nada que ver con el vuelo de Ícaro, pues a las claras se observaba el cable de la grúa que sostenía al guerrero en el aire, pero sin duda épico por su condición de guerrero y por sus dimensiones.
De nombre Culcas, es la representación de un guerrero íbero. Una escultura realizada en hierro (salvo el casco, elaborado en poliuretano) por José F. Ríos, nacido en Orcera, en el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, pero afincado en Jaén. El mismo artista creador de aquellos pavos y aquel jardín, realizados con material desechable de obras, y que se pavonean y florecen en las rotondas de acceso a la Universidad. Creaciones a las que ha ido sumando otras esculturas integradas en diferentes espacios de la ciudad, que además de contribuir a un cambio de su fisonomía, incrementan su patrimonio, por la propia obra y por su contribución paisajística.
La provincia que habito es conocida fundamentalmente por el aceite de oliva, por sus espacios naturales protegidos y por su legado renacentista, representado en las ciudades de Baeza y Úbeda, y como no, en la Catedral de Jaén. Pero muchos desconocen la importancia de su legado íbero; entre otras cosas por la demora en la construcción de un museo, que por fin avanza a buen ritmo y que acogerá los restos de esa herencia íbera y se convertirá, estoy seguro, en una referencia esencial de un periodo histórico y de una cultura de la que somos deudores.
El guerrero Culcas, instalado ya en su atalaya, está más cerca del cielo que nosotros, por altura y ubicación. Al contemplarlo, conviene recordar que para saber adónde vamos, antes hemos de conocer de dónde venimos. Y para ello es inevitable mirar al suelo. E incluso, descender al subsuelo. Volver la vista atrás, aunque algunos sólo vean en ello demonios que les privan de la libertad de volar. Aún con cables.




Foto: El guerrero íbero Culcas, de FJC.
Vídeo. Culkas, de Sitoh.

martes, 1 de febrero de 2011

Descabezados

A veces se me va la cabeza. No se confundan, no me refiero a que se me va la olla, sino a que continente y contenido, como si fueran una unidad, abandonan el resto de mi cuerpo, sin previo aviso y sin que pueda impedirlo.
Con el paso del tiempo y superadas las etapas de la ingesta evasora tan sólo he conseguido anudar un invisible cordel a la base del cerebro, así que ahora la cabeza no puede escapar del resto de mi cuerpo más allá de la longitud de ese hilo invisible.
He procurado que esas evasiones se produzcan en privado, algo que como es obvio no siempre consigo. De modo que resultaba grotesco y fantasmal para aquellos con los que cruzaba camino contemplar deambulando a un cuerpo con la cabeza flotando a la derecha o a la izquierda y con la mano del mismo lado apretando con fuerza el vacío como si sujetara algo.
En ese proceso de escisión he llegado a temer porque la cosa fuera a más y los remos superiores e inferiores se desmembraran del tronco y me obligaran a aprovisionarme con un ovillo de ese hilo invisible para evitar su emancipación y dotarlos de una autonomía limitada. Y de paso estar preparado ante futuros nuevos intentos evasivos.
Llegué a preocuparme, porque pensé que sólo me ocurría a mí y a mi imprevisible cabeza. Sin embargo, últimamente he observado una verificable proliferación de transeúntes descabezados. Sea por la falta de perspectiva y lo insondable del horizonte, sea por las conspiraciones (algunos las llaman pactos) para evitarnos la necesidad de convertirnos en sujetos pasivos perceptores de fondos del Estado o sea por la paralización física y mental a la que nos hemos entregado, musitando aquello de que me quede como estoy.

Imagen: "Descabezado mediático", 2009, acrílico sobre tela. Luciano Giusti (http://lucianogiusti.blogspot.com).