jueves, 29 de enero de 2009

El Llano de las Brujas

Los desaparecidos, los ausentes, sobreviven en el recuerdo de sus seres queridos, de las personas que los conocieron y puede que incluso en el de los responsables de su desaparición. A veces, quizás siempre, la sociedad debería asumir la prolongación de este hilo de la vida, para evitar la pervivencia sólo en ese ámbito del recuerdo.
Esto ocurre en Arucas o Arehucas, un pequeño y hermoso pueblo de Gran Canaria, como en miles de pueblos y ciudades. Urbes donde bulle la vida, donde los desaparecidos perviven por el tesón de aquellos que aún les recuerdan y donde ahora la tierra abre sus profundidades para devolver a los que de forma involuntaria, por acción del hombre, engulló.
En Montaña Blanca no hay pureza. Antaño los pozos, como el pozo de don Paulino Granados, albergaban el agua de la vida y hoy sabemos que desde hace 70 años da cobijo a los ausentes, hospeda a la muerte. Los restos de 19 cadáveres, a más de 50 metros de profundidad y bajo 3 metros de arena y cal viva, borran el barco francés del imaginario popular. Los restos de los cables de la luz alrededor de las articulaciones, el residuo verde del cobre de esos cables en los huesos y el orificio por las balas en cráneos y mandíbulas evidencian la imposibilidad para los desaparecidos de tomar ese barco francés. Ya sé que no te fuiste mi bien, que te desaparecieron.
Las palabras fluyen como un torrente: horror, barbarie, crueldad, represión, tortura, dolor, infamia, ignominia, vileza, ruindad, repugnancia…. y pese a la abundancia de ellas, es tan difícil encontrar la adecuada para definir este paradigma de deshumanización. De igual manera es tan arduo hallar palabras idóneas para el consuelo: dignidad, justicia, vergüenza, decoro, respeto, reparación…
La tradición oral ha mantenido a modo de memoria colectiva la esperanza entre los familiares y vecinos de los ausentes, ¿quiénes eran? ¿cuántos? ¿dónde podían estar?, anotaciones en el aire que más tarde pasaron al papel a la espera del momento de la recuperación; frente al manoseo interesado de la revisión como sinónimo de revancha, la simple y necesaria recuperación. Recuerdos de los camiones de la muerte, de los pasos del horror al deslizarse a las puertas de sus casas, de las miradas esquivas… y del silencio oficial. El olor de las flores y el aroma del ron no han podido atemperar el hedor.
70 años de ausencias en la ciudad de las flores. Pendientes de que se confirme la identidad de los 19 cadáveres hallados y de que se revisen los pozos cercanos, vencedores y vencidos, víctimas y verdugos deberán afrontar la historia.
En Montaña Blanca, en el Llano de las Brujas, hay otros 3 pozos más.

miércoles, 28 de enero de 2009

Estado de ánimo

Las piedras tienen un color especial los días grises. Y hoy es uno de esos días. Gris. Y frío. A algunas personas estos días les deprimen, pero a mí me gustan. No me apasionan, pero me gustan. Debe ser mi estado de ánimo.
Pero no sólo es un día gris por que el sol esté oculto. Es también un día gris por ser el siguiente día. El día después a la irrupción del presidente en nuestras casas desde la 1, la TVE.
Había muchas preguntas para Rodríguez Zapatero, pero fundamentalmente se esperaban las respuestas. O sólo una, la respuesta a la situación en qué vivimos. Y me temo que no ha habido respuesta. Ha existido una muy buena puesta en escena, pero el contenido… Quizás nos creamos demasiadas expectativas, quizás esperábamos más del presidente, pero… ¿desilusión? ¿frustración?
Discúlpeme presidente si mi situación laboral le impide conciliar el sueño. Si bien no consuela, piense que ya tiene algo en común conmigo y mis allegados. Porque es cierto, la falta de laboro produce insomnio o en su defecto duermevelas.
Yo no esperaba una declaración de impacto como la nacionalización de la banca o la moratoria por un año del pago de la hipoteca, tampoco el bálsamo de Fierabrás; pero, presidente, he de confesar que al menos si confiaba en un placebo. Aunque fuese sólo para dormir de un tirón.
Y en lugar de eso, usted me manda al diván del especialista, a mí y a otros 3 millones de españoles o residentes en España, porque ahora resulta que la crisis es también un estado de ánimo. Yo le juro, pongo la mano donde sea menester, que mi estado de ánimo es bueno, que el estado malo es el de mi cuenta corriente.
Y el paréntesis. Estamos en un paréntesis. Todos en medio del paréntesis. El problema es que ignoramos las líneas que va a ocupar el dichoso paréntesis. Y aún peor, si al cerrarlo tras él ira un punto y aparte, una coma o un punto y seguido. O puntos suspensivos. Yo apuesto a lo seguro: signo de interrogación.
Ahora, en algo si quisiera aliviarle. Yo le creo. No albergo duda al respecto. Estoy convencido de que no nos engañó en lo relativo a la crisis. Y eso tampoco me tranquiliza.
En estos tiempos de aceleración y desaceleración económica, de sálvese él que pueda (el resto no se adónde vamos a ir), mis amigos me dan ánimo, mucho ánimo. Y yo señor presidente que abuso del ánimo o no he sabido utilizarlo le envío ánimo, mucho ánimo, en espera que usted haga mejor uso de él.
Al más puro estilo kennedyano, presidente, si de verdad cree que yo puedo hacer algo para solucionar la crisis, estoy a su entera disposición. Y por no irnos tan lejos en el tiempo, Yes, we can.

P.D.- Por cierto, ¿dónde le envío mi currículum?

Pastelitos de las monjas

Mi santa ha entrado hoy en el callejón del gato y su sentencia, tras leer los artículos, ha sido tajante. ¡son iguales! Es el blog de un parado. Of course, darling. ¿qué esperabas? ¿pastelitos de monjas o delicatessen para paladares refinados? It´s the question. De eso se trata Un tipo sin trabajo que busca trabajo y para no desengrasarse se entretiene con un blog.
¿Qué podía dedicarme a otra cosa? Es probable. A jugar a la petanca en el parque, a pasear e incluso a buscar trabajo en otra cosa. El problema es que me he dado cuenta de que no sé hacer casi nada y además, creo que lo que hacía hasta hora no se me daba del todo mal. Es un decir, pero puedo buscar empleos no cualificados en los que por ejemplo se demanda el uso de la fuerza física. Supongamos que consigo uno de esos trabajos; duro dos días. Seguro que me cruje la espalda, me da una lumbalgia o qué se yo… es que siempre he vivido de la cabeza y de la palabra. Así me va.
Podía dedicarme a un trabajo administrativo, pero… por un lado, dejaría sin empleo hay alguien que sin duda lo desempeñaría mejor que yo y por otro, tendría que aprender a utilizar tropecientos programas de ordenador, cuyo uso desconozco y que en el futuro no me iban a servir para nada.
Siempre me queda la posibilidad de vivir de mi cuerpo. Aunque el espejo me devuelve a la realidad y muestra lo que mis ojos no ven. La tableta de chocolate está en la nevera, donde siempre estuvo. Eso de que los brazos son venas y los verdaderos brazos se quedan en casa para no llevar peso ya tampoco cuela y del resto del conjunto me libra la desaparición de los crucifijos en las escuelas, porque con barba y en paños menores algún despistado podría pensar que me había caído de la cruz.
De estas guisas reflexivas me hallaba cuando ví la luz. Volvió la Esperanza. De hecho nunca se ha ido. ESPÍA. Seguro que para eso valgo. Por lo visto estos días se trata de seguir a la gente y redactar unos informes, que para mi no supondrían gran cosa: fulanito entra en un restaurante y sale con un tipo de su misma estatura, rechoncho, barbado, de cabeza despoblada… menganito sale de su casa, monta en su coche oficial y se dirige a su oficina. Y que vengan días.
Espe y su tridente, la Triple G (Granados, González y Güemes). Según cuenta El País, aquí ha habido pilladita de la buena y Espe mirando a otro lado. Que se van a enterar, sobre todo el tapado de Prisa, el alcalde de Madrid. Que los tribunales lo demuestren. Así es presidenta Aguirre, los tribunales deberán demostrar la trama penal, pero la política está al descubierto y huele muy mal.
Los cachorros liberales y neocon han emulado a los fontaneros más famosos de la historia, sólo que en lugar de espiar a los otros han optado por saber más de los suyos, de ellos mismos. Y en éstas estamos o estábamos, cuando se descuelga Güemes, ¡chacho! con ese apellido suavón y esa carita de no haber roto un plato. Si su suegro se mea en los rojos si la suerte le acompaña, pues él se caga en la calavera del que haga falta. Y si por medio anda el petrimetre de Mercado, ese redactor que publicó algún asuntillo del afortunado Fabra que lo llevó delante del juez, ¡a saco!
Me sorprendes Güemes. Pero hombre como te metes con Mercado, si sólo es un plumilla. Ve a por el director de El País, hombre, ve a por Moreno, ese tipo que está limpiando la redacción de los históricos del periódico y que ha copiado la doctrina de Pedro J. para vender periódicos. Cicuta en pequeñas dosis. Amarro la historia y ahora os la administro en pequeñas porciones. O si no, te metes con Cebrián, el apocalíptico, si dentro de 10 años ya no existe el periódico en papel, pues no hay que preocuparse de lo que se publique. O sí.
Lo dicho, que al final mi santa va a tener razón y me tengo que dedicar a otra cosa. A degustar pastelitos de monjas, que lo de la cicuta desde tiempo de Sócrates no está bien visto.

Una patata caliente

Aquí sigo cociéndome como la gallina en el caldo. Ando a la búsqueda de esos nuevos yacimientos de empleo, que son más difíciles de encontrar que una veta de oro en California o en Alaska, en Klondine o en el Yukon. En tiempos de crisis dicen que la gente vuelve al patrón oro; de hecho está volviendo como a una nueva fiebre del oro. Aunque ayer, el gran día, el principio de una nueva era, The Big Hope relucía más que el oro. De hecho, ayer brillaba más el carbón y hoy sigue brillando en las primeras planas del mundo.
Yo huyo. Me abruman estos fastos. De hecho creo que son reminiscencias de los excesos de los monarcas absolutistas de la vieja Europa, que debieron viajar también en el Mayflower. Y realmente me parece un exceso esta exhibición, este despilfarro con el decorado de una crisis mundial y en el país responsable de esta crisis. Da igual. Había que coronar al emperador. Pero a mí sólo me seducen dos emperadores, a la plancha con ajo y perejil y el pequeño gran Napoleón, desde la historia y desde el celuloide. Aún recuerdo la primera vez que ví el napoleón de Abel Gance, en el Bellas Artes, junto al hotel Suecia, ¡que ironía! Francia y Suecia, Bonaparte y Bernardotte, juntos en la trasera del Banco de España. Recuerdo el blanco y negro en su largo metraje y La Marsellesa. No soy de himnos y banderas, pero La Marsellesa ¡oh la lá! que himno, que sueño de libertad.
Pues bien, como decía, huí. Cogí a mis hijos y nos fuimos a ver una exposición de pintura. Mientras el mundo asistía a la toma de posesión del presidente Obama, yo elegí a Zabaleta. Entre Zabama y Obaleta, optamos por el pintor de Quesada.
Zabaleta es un artista jiennense por desgracia aún semidesconocido, exento del reconocimiento pictórico universal que sin duda merece. Contemporáneo entre otros del mismo Picasso, se celebra ahora su centenario con un año de retraso. Cosas del Sur. Era un artista con el pincel y según cuentan, algo peculiar con la brocha. El hombre vivía sólo en su pueblo, con la única compañía de una mujer de edad encargada de las tareas domésticas. Por la noche y tras la cena, el artista pedía a esta mujer que antes de retirarse le sirviese una patata asada, en la que él, ya a solas, guardaba la brocha. Calmando así su apetencia sexual y sin duda, dejando la brocha escaldada.
Ha de ser el destino el que me llevó en la víspera a unir a Obama y Zabaleta, probablemente por que ambos coinciden, a su manera, en la posesión de una patata caliente: el primero, por herencia, y el segundo, por gusto, por mucho gusto.



Nota: la exposición Zabaleta 101 visitará 3 ciudades españolas durante 2009, Almería, Barcelona y Madrid. Abran los ojos y no dejen de verla.

Caldo de gallina

Paso de los 40, tengo dos hijos pequeños y una hipoteca media (aunque a mí me parece enorme). Soy uno de esos tantos que de la noche a la mañana se ha quedado sin trabajo. Sin ingresos, sin derecho al desempleo. A mediados de noviembre, mi jefe me comunicó que la empresa no contaba conmigo. Así que el 1 de diciembre me podía quedar en mi casa.
Desde entonces he perdido la cuenta de los currículum que he enviado. No así la de las respuestas; por escasas. En mi gremio, en mi profesión, los últimos meses del 2008 dejaron a 3.000 personas en la calle y las previsiones para el 2009 son aún peores. La gente que me conoce me decía que tranquilo, que con mi currículum me iba a ir bien, iba a encontrar trabajo pronto, iba a tener suerte… Y llevo 2 meses de tranquilidad, de que me va a ir bien, de que voy a encontrar trabajo pronto y de que voy a tener suerte.
Todavía no tengo ansiedad, tampoco me he deprimido. La verdad es que con esta situación creo que no puedo perder el tiempo en deprimirme o en padecer ansiedad. Si es cierto, que hay días mejores que otros. De lunes a viernes me levanto a las seis y media de la mañana; a las siete y media llevamos a los niños al colegio, luego llevo a mi mujer al trabajo, compro los periódicos y el pan, un café y a casa. Y en casa, ordenador. Consulta el correo, ofertas de empleo, envía el currículum a dónde buenamente se te ocurra y a esperar.
No tengo dotes ni vocación de adivino, pero me cuesta creer que nadie se dio cuenta de lo que se nos venía encima y me cuesta mucho más creer que no se tomasen medidas. Ahora se ha hecho, se han tomado medidas, que espero funcionen. El problema es que no sabemos cuando van a funcionar y lo peor, que no tengo, no tenemos tiempo, para esperar a que funcionen. Todo apunta a que 2009 va a ser un año duro, las predicciones y los augurios así lo apuntan, hasta el propio ministro Solbes lo confesaba en una entrevista dominical (para arreglarnos el cuerpo el día de asueto) y la propia UE afirma que el desempleo en España alcanzará el 19 por ciento. Para consolarnos el presidente dice que aunque existen 3 millones de parados, no debemos perder de vista que 20 millones están empleados. Se le escapa que cuando formas partes de esos 3 millones ¡Y subiendo! no consuela saber que 20 millones están trabajando, ¡por ahora!
No busco culpables. Busco soluciones. Porque me empiezo a sentir como el caldo de gallina, aquellos cigarrillos liados que mi padre compraba para alimentar su cachimba, picadura de tabaco. O como la gallina en caldo, puesta a cocer hasta que deje de estar dura. La cuestión es ¿cuánto tiempo podemos estar cociendo más de 3 millones de personas para hacer caldo?