lunes, 31 de enero de 2011

Ausencias

Si dijera que la vida es un compendio de ausencias, probablemente alguien objetaría que en realidad es una suma de presencias. Lo que nos llevaría a debatir sobre la necesidad de que exista la presencia como paso previo a la aparición de la ausencia o si es la ausencia la que da paso como su antagonista a la presencia. Lo que no es discutible es la voluntariedad de algunas ausencias y la condición de inevitable de otras.
Las ausencias causan gozo o desolación; incluso en ocasiones incredulidad y perplejidad, porque no comprendemos la causa de algunas de esas ausencias. Por tanto, con el paso del tiempo llegamos incluso a creer que esa presencia no fue real; es decir, que la ausencia no se ha producido, o a convertir esa ausencia en una obsesión, haciéndola perdurar como presencia, pese a no ser tal.
En cualquier caso, la ausencia implica pérdida. Y esa pérdida puede ser motivo de desgarro o de alivio. En ocasiones, por nuestra propia naturaleza, ambas o una mezcla de las dos.
Desde ese conocimiento y sin renunciar a la consciencia podríamos elaborar una relación de ausencias deseables y presencias prescindibles o a la inversa. Descubriríamos que hay actos que no sobreviven más allá del deseo y que otros sólo demandan una acción individual o una suma de acciones individuales para su consecución. También que algunos no están a nuestro alcance. Son cosa de duendes. O intrínsecas a la vida.

domingo, 30 de enero de 2011

El efecto simpatía

En el diálogo Norte-Sur siempre ha primado el desdén con que el Norte trataba al Sur. La condescendencia de aquel que se cree y se sabe superior sobre el considerado inferior y por tanto, portador de la etiqueta de débil. Máxime cuando esa superioridad se sustenta en parámetros como el Producto Interior Bruto (PIB).
El pasado de África, incluido el Magreb, desde la metrópoli es conocido: materias primas, recursos energéticos y geoestrategia; a los que en los últimos decenios se ha añadido la necesidad de crear una barrera para frenar y controlar el fundamentalismo islámico emergente. Y todo ello gracias a dos armas letales, la moneda y las armas.
El diagnóstico de Occidente, básicamente de las ex colonias europeas aglutinadas hoy en una idea de Europa y de Estados Unidos, es claro en lo político y en lo económico; es decir, regímenes autoritarios y subdesarrollo. Pese a ello, hemos contribuido, directa e indirectamente, a mantener esos regímenes, algunos cercanos a la teocracia, y hemos limitado las inversiones al otro lado del Estrecho, ralentizando o mermando el desarrollo económico.
Ahora la fragancia de los jazmines sitúa los focos en esos países, primero, Túnez, y después, Egipto. Y aquí, a la par que redactamos una lista de urgencia: Argelia, Libia, Marruecos…, descubrimos, de repente, el Sur.
Miramos al Sur y ya no son todos moros, muertos de hambre que se juegan la vida atravesando el Estrecho para trabajar como albañiles o jornaleros en nuestras ciudades y pueblos, trapichear con drogas o engrosar las filas del terrorismo islámico. Ahora vemos a pueblos, formados por personas como nosotros, que salen a la calle a reclamar los mismos sueños de libertad que nosotros soñamos un día.
Y nuestra mirada se tiñe de sorpresa, pero también de envidia, al constatar que en el Sur hay un espacio para la reivindicación, para la protesta y para la utopía del cambio. Ese mismo espacio vacío hoy en España, donde la tasa de más del 20 por ciento del desempleo, los pactos del sistema (Gobierno, patronal y sindicatos) para incrementar los recortes sociales, la negación de avances democráticos con mayor participación de los ciudadanos y la rendición ante los mercados y entidades financieras nos paralizan y nos adentran en territorios de miedos y temores.
Es fácil contemplar estas revoluciones de denominación floral desde la tierra que un día compartimos con esos mismos pueblos, saboreando un buen brandy y deseando que el contagio alcance a los países vecinos y la democracia y la libertad sean una realidad en el Norte de África, nuestro Sur más inmediato.
Existe una posibilidad real de que se propague el efecto simpatía entre los países de la zona y que caigan los actuales gobiernos, regímenes autoritarios revestidos en algunos casos de falsas democracias. Pero ¿y mañana? En países donde el Ejército juega un papel determinante, resulta difícil creer en un futuro sin su participación. Del mismo modo que es difícil pensar que Occidente renuncie a mantener nuevos gobiernos, y por tanto su “influencia” en la zona, para conservar el actual estatus. Hoy caen gobiernos, políticos, pero se mantienen intactas las estructuras del poder económico y militar; es decir, los verdaderos mecanismos de control de la población.
Vivamos pues el sueño revolucionario, apreciemos la fragancia del jazmín e imaginemos el triunfo de las utopías, para acabar una vez más encerrados en las páginas de “El Gatopardo”, de Lampedusa. Y sin perder de vista nuestro propio cinismo, aquel que sustenta lo plácido de nuestro modo de vida en el cisma Norte-Sur y en el control y freno de los radicalismos ajenos, encarnados en los inicios del siglo XXI por ese fundamentalismo islámico, alejado de las palabras del Profeta, pero útil para elaborar nuestras propias coartadas.

viernes, 28 de enero de 2011

Recuerdos

A veces no es bueno andar metiendo la mano en el corazón y removerlo. De igual manera que tampoco lo parece hurgar en la cabeza, casi escarbando, para hacer inventario de lo allí almacenado. Y aún así, hay quien no puede evitarlo.
Los recuerdos forman parte de la memoria, generalmente selectiva, y además son el mejor activo contra el olvido, consciente o involuntario. También son una montaña bajo nuestros pies, sedimentada durante el tránsito de la vida y siempre amenazando con tambalearse.
Y pese a esa amenaza y a las previsibles consecuencias de retornar, al menos con la mente, al pasado, hay quien remueve en el corazón y hurga en la mente; recorriendo las estancias cerradas y adentrándose en los territorios donde habitan ángeles y demonios.
Es como el estigma de los pilotos suicidas. Las huidas hacia delante que nos impiden avanzar y erosionan, ¡y de qué manera!, a aquellos que practican esa especie de arqueología interior, excavando en las entrañas para recrear un tiempo ya vivido y especular con un futuro inviable, devorado por ese mismo tiempo ahora recreado. Entonces, los recuerdos se convierten en sueños y ambos caminan por el sendero de lo intangible. Y el hoy, casi sin darnos cuenta, se convertirá en los recuerdos del mañana.

sábado, 22 de enero de 2011

Susto o muerte

No me gustan los titulares huecos. Vacíos. Enlatados. Preparados a conciencia sin seso. Siempre he sido partidario de expresar mensajes, de transmitir ideas, y de dejar que los periodistas hagan su trabajo, tanto en los titulares como en el cuerpo de la noticia.
Desde ayer en Sevilla cocinan y despachan titulares como si fueran fast food; por lo que resultaba inevitable que a corto plazo los paladares exigentes sufrieran una decepción.
Uno de esos tipos que lleva la boina calada hasta la oreja ha fabricado, para la convención y desde la convicción, uno de esos titulares huecos, que retrata al que lo larga y de paso, muestra las facciones ocultas tras la máscara de aquellos que presumen de “centrados” y acogen en sus filas a personajes escorados peligrosamente a posturas extremas.
En ese extremismo, tan del gusto de la caverna, se ha colgado al adversario, que en realidad es cualquiera que no comparta credo, el cartel de abrazar la “cultura de la muerte” Sin importar que el cartelista sea heredero y estandarte del legado de quienes en España defendían la muerte de las ideas y por supuesto, la represión de aquellos que albergaban esas ideas.
En la Cuba revolucionaria, en tiempos de esperanza no sólo para los cubanos, si no también para el resto de Latinoamérica, como expresara con magisterio el propio Mario Vargas Llosa, los revolucionarios, opositores al régimen del dictador Batista, coreaban entre sus consignas aquella de ¡Socialismo o muerte!; una dicotomía vital que reflejaba sin equívocos a quienes apostaban por la vida y a quienes militaban en el bando de la muerte.
Entre susto o muerte, no hay yerro en la elección.

martes, 18 de enero de 2011

Boinas y capuchas

Este país siempre ha sido de garrote. Tanto vil, como tentetieso. Incluso en una romántica época, de faca y trabuco. Pero nada como el garrote. Del mismo modo que entre sus señas de identidad nunca faltó la boina; a ser posible, calada hasta las cejas.
La boina convivía con sombreros y otros tocados. Y los sobrevivió en su declive. Pero la moda, caprichosa, los hace resurgir, y como en un revival cubren de nuevo las testas. Aún así, hay quien ni entiende ni gusta de modas, por lo que mantiene la boina a cualquier precio.
Con la boina calada hasta las cejas, acompañada del correspondiente garrote y de capucha, tan propia y adecuada para verdugos, es difícil convencer a alguien de la existencia de procesos de ventilación mental y de la capacidad de mover las piedras sin tocarlas. O dicho de otro modo, los receptores desconfían del mensaje porque no creen a los emisores. Y sobre todo porque dudan de su capacidad para cambiar; algo así como el carácter o la naturaleza del escorpión en la conocida fábula del escorpión y la rana.
Deshojaba la margarita, más como un ejercicio mental que por convicción en la bondad de la propuesta de tregua de los acólitos del hacha y la serpiente. Y entre sí y no, no y sí y algún quizás pasaban los días sin que la flor me diera respuesta.
No creo que alguien la tenga. Los de la boina calada y capucha retuercen las palabras como si fueran garrotes. Y algunos que usan sombrero, incluso sobre la boina, miden las suyas, porque andan más preocupados por el rédito a obtener, porque muchos en el pasado y en distintos ámbitos obtuvieron jugosas ganancias, que por airear las testas. Y por supuesto, en caso de duda, garrotazo.
Augusto Borderas, ex senador y patrono de la Fundación Fernando Buesa, escribía ayer domingo, 16 de enero, en el diario El País, en la sección de Cartas al director,“¿El principio del final de ETA?”, de aconsejable lectura. En la misiva recordaba al desaparecido Mario Onaindía, ex muchas cosas, entre ellas miembro de ETA, y algunas de sus afirmaciones: “ETA no tiene puerta atrás, solo tiene la puerta grande para salir en hombros, como en las tardes de éxito taurino” o “La nación no es una etnia que exista antes de la política, como piensan los nacionalismos, la nación son los ciudadanos con leyes que les permiten serlo”.
En resumen, ciudadanos con boina o sombrero pero con las mentes ventiladas, sin capucha y a ser posible, con una renuncia pública a siglos de garrote.

lunes, 10 de enero de 2011

Principio y fin

Echaba de menos mis piedras. Y también mi capricho gatuno en forma de paseo matutino entre ellas. Es difícil explicarlo, y es probable que tampoco sea fácil comprender que se pueda hallar tanto sosiego simplemente con contemplarlas; alzando la vista en busca de la torre de la antigua Universidad y de la siempre vigilante aguja de la Catedral y recorriendo con la mirada sus muros.
Hoy he retornado, tras algo más de dos semanas de ausencia, cerrando el círculo del año finalizado y del que comienza. Y a pesar de los bancos de niebla que escondían el camino, el cielo de Baeza aparecía inusualmente despejado a modo de bienvenida. Ofreciendo la ciudad de intramuros en su plenitud. La senda del poeta.
El relente de la temprana mañana refrescaba mi rostro y hacía desaparecer cualquier rastro de somnolencia; aunque los mesurados pasos pareciesen un síntoma de sopor, contrarrestado por la viveza de mi mirada confirmando el reencuentro.
En un momento, apenas un instante, sólo somos esas piedras y yo. Como si el tiempo existiera y más aún, como si pudiera detenerse.

domingo, 9 de enero de 2011

Dopping

Andan revueltos los oros, las platas y los bronces. Y el podio tiende a transformarse en un tobogán. Los deportistas españoles más laureados están en entredicho. Algunos sancionados por dopaje, otros a la espera de confirmarse sanción y un número indeterminado bajo el paraguas de la sospecha. La presunción de inocencia comienza a ser algo tan imperceptible como los segundos que separan la gloria del fracaso. Así que habrá víctimas inocentes, cuyos cadáveres ya están expuestos en la plaza pública y que en el futuro tendrán que compaginar sacrificio y esfuerzo con el estigma del fullero. Siempre hay víctimas inocentes y el deporte no es una excepción. Cualquier victoria despertará la duda y cualquier medalla parecerá de plomo.
Descubrimos, aunque más bien es una confirmación, que algunos hacían trampa; se dopaban para triunfar. Y eso es difícil de comprender en una sociedad que se dopa para vivir. Sin distinciones entre galgos y podencos, liebres y tortugas o cigarras y hormigas; y también sin aspiraciones de retar al viento o coronarnos con laurel. Sólo para sobrellevar el día a día o para acompañar el tiempo de ocio. Dopaje con sustancias legales, fáciles de adquirir en la tienda de la esquina o en la misma esquina. Las mismas que en ocasiones nos hacen acariciar el éxito y en otras, desnudan nuestra derrota.
Quizás sea cierto el cuento sobre aquel tipo que se dopaba para crear y fue devorado por sus propias creaciones. Aunque yo me creo más éste de otros tipos que buscan la gloria por encima de la ley y a través de atajos para garantizar patrocinadores y espectáculo. Universal y común, reconocible incluso más allá del deporte.

viernes, 7 de enero de 2011

Agoreros

Los agoreros de la caverna siguen empeñados en pintar de negro el porvenir. Dedican el hoy a negarnos un mañana. Y ni siquiera la llegada de un nuevo año o el final de uno difícil de olvidar les permiten abrir las ventanas para al menos decolorar sus negros presagios.
No hay tregua. Rechazan la existencia del ave fénix, a la par que por si acaso pisotean las cenizas, mientras engalanan a buitres y cuervos con las plumas del águila real y jalean al mirlo blanco como poseedor de la solución universal a nuestros problemas.
Ni ellos mismos se lo creen, salvo los extraviados sin remedio. Y aún conscientes de que se les acaba el tiempo, persisten en su negra letanía de lo venidero como método infalible para llenar las arcas y emular el sueño del poder.
Presumen de notarios de la realidad, pero no pueden esconder o disimular su semejanza con la pitonisa de barraca de feria, ni ese aire de adictos a la guija. Y sin embargo, suman adeptos que esparcen la semilla del Apocalipsis como papagayos.
Maestros de todo, elaboran en la rebotica de la razón la fórmula magistral para librarnos de la ‘maldad’ con nombres y apellidos, pero tienen la precaución de no ingerirla porque saben que están los primeros en la lista del desalojo.
Vociferan. Con la esperanza de que confundamos sus gritos con la melodía, porque inútiles para cantar el futuro, graznan para ensombrecerlo. Enemigos declarados de la pausa y prófugos del silencio. Si al menos se mordieran la lengua.

martes, 4 de enero de 2011

Barcelona la nit

Dicen que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen. Y por lo que se ve el gato también. Aunque también decían que el asesino era el mayordomo; algo posible, pero improbable, porque los asesinos siguen cotizando al alza en la bolsa de la actualidad informativa y los mayordomos son especie en peligro de extinción que cotiza a la baja en los anuncios de ofertas de laboro.
De nuevo, Barcelona la nit. Y como volviendo sobre los pasos dados, como una deja vú, retorno a Gracia. Callejeamos por las perpendiculares y paralelas que conforman el barrio. Atravesamos algunas plazas, como la del Sol o la conocida del Diamante. Pero cuesta decidirse. Algunos restaurantes están llenos, otros resultan poco apetecibles. Y así, paso a paso, y casi sin darnos cuentas acabamos en la puerta del TeatreNeu; café teatro en la primera planta y restaurante informal en la baja.
Parecía una buena opción. Algo distinto y original. Erramos. El salero e imaginación empleados en decorar el local se muestran inexistentes en su carta y, of course, en la presentación de los platos. Muy económico, cierto; pero que poco arte gastronómico donde se derrocha arte sobre el escenario. Una pena, porque el sitio visual y ambientalmente merece la pena.
En una noche de reincidencias, y aún con un regusto amargo, optamos por tomar una copa y repetimos en la coctelería de aquel Gimlet desarmonizado. Regreso al lugar del crimen. No suena The Cure, pero a cambio tampoco me martirizan con un video de George Michael. Tampoco hay demasiada gente. Apenas un par de mesas ocupadas y dos chicas despidiéndose en la larga barra. Ella repite Mojito. Como el pasado verano. Yo no me arriesgo a comprobar si a base de voluntad el barman se acerca a la maestría. De hecho, casi apostaría a que no lo logrará nunca. Opto por un ron dorado; en vaso corto, con hielo y unas gotas de limón natural.
Puede ser real o puede que sea yo, el caso es que esta ciudad comienza a parecerme menos hospitalaria. Serán las fiestas navideñas y las calles abarrotadas de gente coincidiendo con el horario comercial. Serán la prohibición taurina o la hegemonía deportiva en fútbol y baloncesto. O será el empeño del innombrable mientras gobernó desde La Moncloa y de los indocumentados de Esquerra Republicana de Catalunya en el trigobierno de La Generalitat por alimentar el recelo entre los de dentro y los de fuera. Quizás sea una mezcla de todo. Otro cóctel sin armonía, que en este caso aúna la ausencia de maestría con la falta de voluntad.
Al día siguiente, un opíparo almuerzo tradicional catalán en la taberna El Glop, con cargols a la llauna y all i oli incluidos, y una librería en el barrio gótico, de librero con pajarita y aires libertarios, me hacen dudar. Compro un Sciascia, “Actas relativas a la muerte de Raymond Roussel”, y recuerdo a Vázquez Montalbán. Menos es más.